Cambio de Rumbo 1,5: Caminos hacia un futuro acorde al clima

La crisis climática nos supone una pregunta de creciente urgencia: ¿en qué mundo queremos vivir? ¿Un mundo donde se respeten las necesidades básicas y los deseos de todos los seres humanos por una mejor vida con un medioambiente intacto? ¿Un mundo con normas apropiadas para la justicia social y donde no se trabaje por intereses individuales a costa del bienestar de todos? ¿Un mundo donde la participación democrática y la colaboración de la sociedad sean posibles? ¿Un mundo donde podamos asegurarnos de traspasar esto a nuestros hijos y sus descendientes en todos los continentes?

En lugar de acercarnos a este mundo, nos alejamos cada vez más de él.Las personas se ahogan en las inundaciones causadas por las precipitaciones extremas. Los tifones destrozan sus hogares. Las sequías obligan a cientos de miles de personas a dejar sus terrenos quemados para mudarse a los barrios bajos de las metrópolis y millones pierden su espacio vital de manera definitiva con el aumento progresivo del nivel del mar. Todo esto ocurre hoy y seguirá aumentando brutalmente  si no evitamos que el cambio climático se revele de manera incontenible.

¿Es utópico insistir en trabajar por una vida digna para todos ante el cambio climático? Quizá lo es. Pero no es menos realista que la utopía del crecimiento ilimitado en un planeta finito. Existen numerosos ejemplos que nos muestran cómo podemos crear un mundo sustentable y digno para todos. Estos ejemplos van desde la producción energética descentralizada a partir de fuentes renovables, pasando por estrategias probadas para el uso sustentable de los bosques, hasta ideas para un transporte moderno  y el cultivo ecológico de nuestros alimentos . Lo que estas ideas tienen en común es que muestran cómo podemos vivir, trabajar y llevar una economía de buena forma dentro de los límites del planeta. Todo esto se puede realizar sin pasar por alto los derechos humanos y la democracia y sin marginalizar ni empobrecer a millones de personas.

La realidad actual nos muestra de manera clara cuán urgente es la implementación masiva de estos planteamientos, que consideran cuestiones sociales, ecológicas y democráticas en la misma medida. Desde 1970, el estilo de vida y el consumo de la clase media global han aniquilado la mitad de todos los vertebrados. Con el tiempo, se ha degradado un cuarto de los suelos a nivel mundial. Más de mil millones de personas no cuentan con acceso a agua limpia. La brecha entre la pobreza y la riqueza ha aumentado a tal punto que las 62 personas más ricas del mundo reúnen tanto patrimonio como lo hacen 3600 millones de personas pertenecientes a la mitad más pobre de la humanidad. De los 16 años más calurosos del mundo desde 1881,15 se encuentran en este milenio. A nivel mundial, el número de desastres climatológicos ha aumentado. Entre 1970 y 2012, estos sucesos han causado la muerte de casi 2 millones de personas. En los océanos cada vez más ácidos se produce una muerte de corales nunca antes vista.

¿Podrían más mercados, ya sean “verdes” o de otro tipo que considere las emisiones de efecto invernadero, detener la crisis climática? ¿Pueden las economías de los países y los sistemas políticos enfocados en el crecimiento crear planes eficaces para limitar de manera absoluta el consumo de recursos y de energía? ¿Podemos seguir permitiéndonos tener la esperanza unilateral de que las soluciones tecnológicas terminarán milagrosamente con las múltiples crisis sociales ecológicas de nuestro tiempo.

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