Semblanza de Ana de Alejandro García: “Nuestra venganza es ser felices.”

Semblanza de Ana de Alejandro García: “Nuestra venganza es ser felices.”

Ana es madre lesbiana, activista, feminista y bloguera. Cree en el poder de internet para darles visibilidad a las cosas e impulsar los cambios. Desde hace algunos años es la coordinadora de una red virtual y escribe un blog en colaboración con su esposa.

Ana viene de una familia de clase media. Creció en la ciudad de Monterrey, en el Norte de México, uno de los centros financieros del país. Ahí estudió arte. Por el momento está haciendo su maestría en la ciudad de México y está por terminar su tesis sobre maternidades lésbicas en Facebook. Ana siempre parece disponer de una energía desbordante. El color de su cabello es tan llamativo como su ropa, casi siempre estridente. Llama la atención, se hace presente, no se deja doblegar. Ana no sólo es activista de tiempo completo, también es madre de tiempo completo desde que sus gemelos Diego y Santiago vinieron al mundo en 2006. Ahora, en vísperas de la Pascua, están pintando huevos de colores y adornando el departamento: “Pues es que finalmente estudié arte, aunque ahora de eso sólo hayan quedado las manualidades–se ríe antes de peinar a sus hijos para las fotos que les tomamos.” Hace cinco años se casó con su esposa,  Criseida Santos Guevara, a quien conoce desde sus tiempos de preparatoria. Su historia, tanto la de su amor como la de su embarazo y maternidad –una historia estrechamente ligada con su activismo– la cuenta Ana con gusto.

Desde hace aproximadamente 10 años Ana es una activista lesbiana y feminista que participa en diversos foros y redes sociales. Primero como co-organizadora del comité cultural del 6º Encuentro de Feministas Lesbianas de América Latina y el Caribe en 2004 y después, a partir de 2006, con su propio blog “LasDosMamis”: “Soy hija única y viví toda mi vida en mi pequeño mundo perfecto en Monterrey. No fue sino hasta 2003, en el D.F., que comenzó mi compromiso como activista cuando un día descubrí que estaba enamorada de mi mejor amiga. De inmediato le dije a Criseida que quería vivir, casarme y tener hijos con ella.”

Muy rápido resultó evidente que la joven familia necesitaba apoyo. Por eso, aunque no tenían un trabajo fijo, en 2007 regresaron a Monterrey: un tiempo difícil, pero que las acercó todavía más.  Aunque muchos amigos le habían asegurado su ayuda a la pareja lesbiana, de pronto esos apoyos se redujeron considerablemente cuando debieron ser para una pareja lesbiana con dos hijos pequeños. Por eso las dos mujeres decidieron articular sus propias redes, en ese entonces todavía no había grupos de madres lesbianas en Monterrey. En 2008 constituyeron el grupo Comales (Comunidad de Madres Lesbianas), para que sus hijos conocieran a otros niños y niñas de madres no heterosexuales. Ana está convencida: “Explicarles todo a nuestros hijos lo antes posible, hacer que nuestra familia sea visible, los protege de ataques externos. Pues no importa lo que los demás les digan, todo lo saben ya desde antes.” De manera lenta pero segura fueron adquiriendo esta anhelada visibilidad, también gracias a su boda pública, celebrada en 2010 en la Ciudad de México.

Después de que se mudaron de nuevo al D.F. en 2012, sólo les faltaba registrar a los niños con los apellidos de ambas madres, para que también Criseida pudiera ser oficialmente madre de sus hijos: en realidad, un trámite administrativo de lo más sencillo, que en las parejas heterosexuales se resuelve en cinco minutos. Pero para las parejas lesbianas, en cambio, puede implicar “seis meses, muchos obstáculos por vencer y la ayuda de una abogada”. Inspirada por el tema de su maestría, Ana fundó en 2012 el grupo de Facebook “Red de Madres Lesbianas en México”. Aquí, en una especie de grupos de autoayuda, se discute sobre problemas y se intercambian experiencias. Además, la pericia de Ana le sirve para apoyar una importante iniciativa de jóvenes activistas LGBTI, que desde 2014 fomenta diversos proyectos en los estados, “Fortalécete LGBT” se llama la idea. Ana ha estado presente desde el principio y asegura: “Con frecuencia lo importante no es disponer de recursos económicos. Los recursos somos más bien nosotras, las personas con nuestras experiencias.”

Hay algo que le importa sobre todas las cosas: su familia y todas las familias mexicanas de madres lesbianas. Por eso se han reunido para elaborar un manual para maestras y maestros, que les facilite el trato con sus hijos. Ana explica: “Queremos mostrar que somos una familia como todas las demás, pero una familia que se ve confrontada con desafíos específicos en un mundo heteronormativo. El Día del Padre, por ejemplo, tuvimos que hacer un casting especial. Al final nuestros hijos eligieron a una pareja de gays amigos nuestros para que fueran sus  padres por un día. A veces tenemos también que recurrir a medidas extremas para que la gente entienda de qué se trata.” Luego explica, de nuevo con voz seria: “Después de la impresión y presentación del material, hace algunos meses sufrimos un revés: El Instituto de Mujeres del DF (Inmujeres DF) -que en un principio nos había ayudado con gran entusiasmo- frente a la presión política de fuerzas conservadoras, retuvo los manuales y ya no pudimos continuar con la distribución. Además, después de haber trabajado unos meses para el Instituto, me despidieron.”

Ana es Ana, pero también es inconcebible sin su familia. Durante los eventos, sus hijos están presentes y juegan entre los grupos de trabajo que discuten, su esposa participa en el mismo panel que ella y habla sobre los retos de tener hijos en primaria cuando se es una pareja lesbiana. En su blog, por un lado, ambas comparten sus historias personales y sus hijos cuentan cómo es tener dos madres. Por otro, les dan consejos a otras parejas lesbianas, especialmente a las que tienen o desean tener hijos: ¿Dónde me puedo casar? ¿A quién me tengo que dirigir si quiero hacerme una reproducción asistida? ¿Qué documentos necesito para registrar a mi hijo con dos madres? En México, la legislación que regula estos aspectos es cosa de los estados. Mientras que en algunos estados las mujeres no tienen derecho a abortar o a casarse con otra mujer, esto sí está permitido en la capital. En el papel, la Ciudad de México es una isla de tolerancia para las parejas homosexuales y un centro del activismo LGBTI. En América Latina, sólo Buenos Aires está a la altura. En cambio, con Alemania no hay comparación posible.

Ana y su familia viven desde hace casi tres años en el D.F., esa supuesta isla de tolerancia. Este año Ana va a terminar su maestría. ¿Y después? “Nuestra venganza es ser felices”, ríe y después añade con rostro grave “pero todavía queda mucho por hacer en los estados, incluso en la Ciudad de México, por las parejas amigas, por nuestros hijos. La discriminación no cesa, a cada avance le puede seguir un ataque de las fuerzas conservadoras. Yo personalmente creo siempre en el poder que tienen las redes virtuales y de otro tipo para imponerse de manera lenta pero segura ante esta discriminación.”