La irreverencia de la migración irregular de la niñez salvadoreña

Reliquias Imágenes de migrantes centroamericanos realizadas en el albergue para migrantes “La 72”, Tenosique, Tab

La migración infantil salvadoreña no es un fenómeno reciente, aunque sí lo es su abordaje y registro, en particular el de la migración infantil irregular.[1] Diversos factores han contribuido a ponerla bajo la lupa: su magnitud, los factores que la han configurado en las últimas décadas, los riesgos particulares de los migrantes menores de edad, el tratamiento que les dan las instituciones en los procesos de detención, deportación y reinserción a sus contextos de origen, las violaciones a sus derechos humanos durante estos procesos, así como los efectos e impactos psicosociales de la experiencia migratoria en sus vidas.[2]

Detrás de las cifras

En junio de 2014, el entonces Vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, dio la alarma oficial de una grave crisis humanitaria producida por un incremento en el arribo diario, a los albergues de California, Oklahoma y Florida de aproximadamente 400 niños y niñas centroamericanos no acompañados, procedentes principalmente de México, Guatemala, El Salvador y Honduras.[3] A raíz de ello, Estados Unidos y estos países centroamericanos implementaron en 2015 el Plan Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte (PAPTN), para el cual Estados Unidos aprobó un aporte de 750 millones de dólares. El ejercicio de estos fondos fue condicionado, por una parte, al cumplimiento de medidas relacionadas con la dinamización del sector productivo, la generación de fuentes de empleo, el fortalecimiento institucional del Estado, la seguridad ciudadana y el acceso a la justicia en México y Centro América; y, por otra parte, con acciones encaminadas a reducir de manera inmediata los flujos migratorios, como el incremento en el control de pasos fronterizos, mayores medidas represivas ante grupos de migrantes en tránsito y amenazas de multas a padres de familia que enviaran a sus hijos con traficantes de personas, entre otras. México, por su parte, adoptó en 2014 el Programa Frontera Sur, con el cual, partiendo de una perspectiva de seguridad nacional, justificó la militarización de sus puntos fronterizos y contribuyó a que su frontera con Centroamérica se convirtiera, prácticamente, en la “frontera sur” de los Estados Unidos.[4] Pese a la adopción de ambos planes, el flujo de la migración infantil y su arribo a la frontera sur de los Estados Unidos se incrementó de manera significativa en 2016

A los datos proporcionados por la gráfica hay que sumarle la cifra de menores que viajan dentro de “unidades familiares” (con padre, madre o tutores), así como la de los niños migrantes que no son contabilizados por falta de registros:[5] los que pierden a sus padres y quedan en orfandad en México; los que quedan atrapados en procesos de judicialización como testigos de tráfico de personas; los que se ven obligados a trabajar para continuar con su camino y terminan quedándose en México; los que son enrolados en la prostitución infantil o en organizaciones del narcotráfico, entre otros. Finalmente, es lógico suponer que por cada niño migrante detenido y deportado, otros varios logran cruzar la frontera y llegar a su destino, de tal modo que los datos basados en las repatriaciones son únicamente la sombra de un drama humano de mayores proporciones, no solo por las cifras desconocidas, sino por las historias de vida detrás de ellas.

Resortes de la migración infantil salvadoreña

Aunque en apariencia la migración irregular hacia los Estados Unidos es voluntaria, ésta es, sin lugar a dudas, consecuencia de procesos de exclusión y expulsión de carácter multicausal que van más allá de la reducción del fenómeno a las condiciones estructurales de pobreza. El proyecto migratorio de muchas niñas y niños está determinado por dinámicas socioculturales claves, entre ellas la historia migratoria de la familia o de la comunidad, los procesos de reunificación familiar y la presencia de factores comunitarios de riesgo, ante los cuales la migración se presenta como la única alternativa de sobrevivencia. De hecho, en los últimos años, el incremento de la violencia ha adquirido mayor relevancia como detonador de la migración infantil salvadoreña, en particular de jóvenes de ambos sexos entre 15 y 29 años.[6] Al consultarles a su retorno al país sobre los motivos de su migración, las respuestas cada vez más frecuentes fueron “inseguridad”, “amenazas de muerte”, “violaciones” y “acoso de pandillas”.

La violencia también ha generado en los últimos años desplazamientos poblacionales internos en El Salvador. Una investigación realizada por el Consejo Noruego para los Refugiados estimó que en 2014 existían 289 000 desplazados.[7] Por otra parte, el Informe de Registro sobre Desplazamiento Forzado reportó un incremento de 77 por ciento de casos registrados entre 2014 y 2015, y señaló que el 86 por ciento de los afectados no se sentían protegidos por las instituciones estatales.[8]

Ciudadanía y desarraigo

La migración es un proceso cuyo origen subyace en la combinación de, por un lado, situaciones y hechos objetivos y, por otro lado, de diversas valoraciones subjetivas en torno a la migración como un proyecto individual o familiar. Tal y como se menciona en el apartado anterior, la multicausalidad del proyecto migratorio puede llevar a la consolidación de un proyecto de vida o a reforzar el desarraigo, tanto en la comunidad de origen como en la de destino, generando impotencia y desapoderamiento ante la realidad. Las oportunidades para tener una vida digna y segura que les ofrece su lugar de origen a las y los jóvenes es, finalmente, lo que determina la concreción de su proyecto migratorio. En el caso de las y los jóvenes que habitan en lugares con mayores oportunidades de desarrollo, es más probable que el proyecto migratorio se plantee como un medio para mejorar su vida en su propio país de origen, invirtiendo a su retorno los recursos que ganaron en el extranjero. Sin embargo, si las oportunidades de desarrollo son escasas, la probabilidad de desarraigo social es mayor y, por tanto, también lo es la alternativa de migración sin expectativa de retorno. Estos jóvenes experimentan su vida actual como un periodo de espera en el país, y se convierten en ciudadanos con altos niveles de desarraigo y desapoderamiento social, incapaces de afrontar los problemas de su entorno y de ser solidarios con los demás.[9]

Acciones del Estado salvadoreño

El Estado salvadoreño no cuenta con una política migratoria que responda tanto a su carácter de expulsor de migrantes como a su carácter de país de tránsito o destino de flujos irregulares intrarregionales y extra-continentales. En lo que concierne a la migración infantil, la visión y comprensión del fenómeno no es integral, sino fragmentada, además de que las acciones implementadas parten de una lógica administrativa más que de una visión humanista del fenómeno. Hasta el momento, el sistema de atención a la migración irregular de la niñez por parte del gobierno solo se activa hasta el momento de la repatriación, pero no antes. A esto se suma que no hay seguimiento de la salud mental y emocional de los niños, lo que contribuye a invisibilizar el impacto emocional y psicosocial que su experiencia migratoria marca en ellos. De este modo, la ausencia de una visión integral y humanista conduce a que la exclusión, la desprotección y la vulnerabilidad de la niñez migrante irregular se reproduzcan y magnifiquen.

En el marco del Plan Alianza para la Prosperidad, el gobierno salvadoreño inició en 2016 la implementación del Programa Integral de Reinserción de Personas Retornadas (impulsado por el Ministerio de Relaciones Exteriores) y el Proyecto de Reinserción Económica y Psico-social (desarrollado por la Comisión Nacional de la Micro y Pequeña Empresa). Los ejes centrales de este último proyecto son el desarrollo de procesos de emprendimiento de negocios para personas retornadas, a través del otorgamiento de capital semilla o poniendo a su disposición una línea de crédito preferencial que les facilita el acceso a la banca nacional. Su alcance, sin embargo, es limitado, ya que su meta es proporcionar apoyo a sólo 200 personas en cuatro municipios. Ninguna de las iniciativas presenta, además, elementos novedosos, pues las acciones que proponen ya han sido impulsadas en años anteriores. Tal vez lo único que las distingue es que dan prioridad a madres solteras, madres menores de edad y unidades familiares de jóvenes. Sin embargo, no consideran la multicausalidad de la migración, pues responden sólo a la pobreza y al desempleo como causas estructurales. Por otro lado, el potencial de impacto del programa a mediano y largo plazo es muy limitado, pues soslaya la extorsión –principalmente a micro y pequeños empresarios– como una de las acciones delictivas de mayor expansión de las pandillas y la delincuencia. Cabe mencionar, finalmente, que la extorsión constituye el motivo principal del desplazamiento interno forzado, según lo señala un informe de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos de El Salvador.

Como conclusión, podemos afirmar que hasta la fecha no hay ningún programa estatal en El Salvador orientado a la reinserción de niñas y niños retornados, a pesar de que el flujo migratorio y la deportación de este grupo poblacional se incrementan continuamente. Las necesidades de estos menores de edad como ciudadanos y como sujetos migrantes siguen invisibilizadas.

Tal y como lo constatan las situaciones apuntadas en este artículo, la realidad del fenómeno migratorio y, en particular, el de la niñez salvadoreña, se impone ante y pese a las medidas normativas y oficiales que se emplean para tratar de reducirlo. Las dinámicas de la realidad migratoria se rebelan y reproducen las condiciones que perpetúan la migración infantil irregular. Con sus números en constante ascenso, la migración infantil irregular nos avienta a la cara la ineficiencia de las medidas oficiales que se han elaborado para contrarrestarla. De ahí su carácter irreverente.

 

 

  1. [1] La migración infantil se refiere a niños, niñas y jóvenes menores de 18 años, que viajan sin la documentación requerida, solos o acompañados por adultos que pueden o no ser sus familiares.

[2] Zetino Duarte, M. y Avelar, D. (2016): “Configuración social de los derechos de los niños y niñas migrantes no acompañados” en: Gaborit, Mauricio, et al. Atrapados en la Tela de araña, UCA, San Salvador.

[3]La cifra de niños centroamericanos detenidos en la frontera sur de Estados Unidos en 2014 se incrementó, de hecho, en un 450 por ciento en comparación con el 2013.

[4] Efectivamente, en el caso de los niños salvadoreños, en 2015 el número de deportados desde la frontera sur de Estados Unidos disminuyó en un 43 por ciento, mientras que las deportaciones desde México aumentaron en un 35 por ciento.

[5] Tanto en Estados Unidos como en México se reportan cada vez más detenciones de familias enteras que migran desde El Salvador y otros países centroamericanos.

[6]La tasa de homicidios del país ha ido en aumento. En 2015 alcanzó la cifra de 10.5 homicidios por 100 000 habitantes, siendo en ese año la tasa más alta de América Latina. Véase: Centro de Investigación de Crimen Organizado (2016): Balance de Insight Crime sobre homicidios en América Latina en 2016. Disponible en: http://es.insightcrime.org/analisis/balance-insight-crime-sobre-homicidios-2016 [Consultado: 13 de enero 2017].

[7] Reporte basado en un informe del Instituto Universitario de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de El Salvador y en: Consejo Noruego para Refugiados (2015): Global Overview 2015. People internally displaced by conflict and violence. Norwegian Refugee Council. Disponible en: http://www.internal-displacement.org/assets/library/Media/201505-Global-Overview-2015/20150506-global-overview-2015-en.pdf [Consultado: 12 enero 2017).

[8]Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos de El Salvador (2016): Informe de registro de la Procuraduría de Derechos Humanos sobre desplazamiento forzado. PDDH, El Salvador. Disponible en: http://www.pddh.gob.sv/menudocs-7/send/6-infesp/196-desplazamiento-forzado [Consultado: 12 enero 2017].

[9] Estos impactos no han sido investigados anteriormente en El Salvador. El Departamento de Psicología y Salud Pública de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas ha iniciado una investigación sobre tales problemáticas, denominada “Impacto psicosocial de la migración en la niñez salvadoreña”.

 

Este articulo se publicó en la revista Perspectivas No.3: Ir, venir, quedarse, seguirle - Facetas de la migración en América Latina que puede bajar gratuitamente aquí