El miedo ante el terror se queda

Entrevista con Dr. Héctor Antonio Padilla Delgado, economista y sociólogo, profesor de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Chihuahua, México.
 

Ciudad Juárez tiene muy mala fama: Periodistas la llamaron la ciudad de las hijas muertas, las emisoras de televisión muestran personas asesinadas en las calles y policías patrullando con armas largas. ¿Esa imagen coincide con su recepción de la ciudad?

En parte sí. Es una imagen que corresponde con un proceso intenso de violencia y militarización en el periodo 2008 hasta 2012. En efecto esa imagen representa una parte muy importante de la realidad juarense. Eso no quiere decir que esa imagen no se haya presentado antes ni que no siga presentándose aún. Tampoco diría que haya sido todo lo que es Ciudad Juárez. Es también la ciudad de las luchas sociales y del trabajo que se hace desde las universidades. Hay mucha gente que quiere retomar su vida y que está reconstruyendo su propia vida después de haber sido agredida de esa manera tan brutal como lo fue.

 

En los noventas empezaron los homicidios de mujeres, los llamados feminicidios. Con „la guerra contra los narcos“ el Gobierno inició otra escalada de violencia. ¿Por qué se concentra tanto la violencia en Ciudad Juárez?

Un factor muy claro es el hecho de que es una ciudad en la frontera México – Estados Unidos. Desde mucho tiempo atrás ha sido un lugar importante donde se verifican procesos de interacción económica, de llegada y salida de mercancías y de migración. De manera paralela a la economía formal ha sido importante para el trasiego internacional de drogas. Así se explica la presencia masiva de los narcos.

El otro factor tiene que ver con la situación de segregación social que se ha venido presentando en la ciudad, asociada al desarrollo centrado en la maquiladora. Ni las autoridades ni los grupos económicos se han responsabilizado de dotar a la ciudad de infraestrucuras culturales o sociales. Dicho en una forma marxista se han ocupado de asegurar condiciones favorables para la inversión y la acumulación de capital, pero no para la reprodución de la fuerza de trabajo. Además la incorporación de las mujeres al mercado laboral (Comentario: sin crear posibilidades de cuidado de sus hijos/as) ha sido un elemento que contribuyó a que haya condiciones para que los grupos vinculados a la comercialización de drogas hayan podido incorporar a jóvenes.

A partir de 2008 el gobierno federal empezó esta guerra contra el narcotráfico, pero dirigida en específico hacia ciertos grupos y en ciertas regiones. El ex-presidente Felipe Calderón eligió en algún momento la frontera como un lugar importante, posiblemente por cuestiones estratégicas, pero también por cuestiones de discursos internacionales. Enfrentaron al crimen organizado justamente en aquellos lugares donde éstas críticas contra la violencia estaban muy presentes.

 

El gobierno habla de una reducción de los asesinatos. ¿Ha mejorado la situación?

Sí, comparado con las cifras de los años 2008 hasta 2012 la violencia ha disminuido. En esos años hubo un pico: De 300 asesinatos en 2007 aumentó a cerca de 3,500 en 2010. Después bajó de nuevo. El año pasado tuvimos cifras muy inferiores: en promedio fue asesinada una persona y media por día. Pero todavía siguen siendo muchos más de los que se presentaban en el 2007. Aún estamos lejos de las cifras que según la Organización Mundial de la Salud de la ONU son admisibles.

Pero es cierto, hay una mejoría. Por otro lado hay algo que plantea una situación cualitativamente muy diferente. Antes del 2008 no sabíamos lo que supone que durante un largo periodo reine el terror y haya una ausencia del Estado de derecho. Ahora vivimos en una ciudad que carga una historia de más de 11,000 asesinatos, de los cuales 98 por ciento quedan impunes. No se sabe quiénes fueron los responsables, pero sí se sabe que los que lo fueron gozan de impunidad. Por lo tanto la gente es muy sensible. Si hay una rachas de asesinatos, surge de nuevo el temor de que vuelvan los niveles de violencia de los años pasados.

 

¿Cómo se puede explicar que los asesinatos hayan disminuido?

Según el discurso oficial había una guerra entre dos cárteles. Finalmente uno se ha desmayado y el otro ha ganado. Lo explican como resultado de la eficacia de la estrategía de seguridad. Grupos que siempre señalaron que esa violencia estaba ligada a la presencia del ejército y de la policía federal están convencidos de que la violencia disminuyó debido a la salida de estos contigentes. La realidad podría implicar una mezcla de ambas versiones. Pero todavía siguen siendo versiones sustentadas en indicios. Hay indicios, debido a denuncias bastante creíbles de participación del ejército, de la policía federal y de policías municipales en asesinatos, extorsiones y secuestros. Pero también hay indicios de que -̶–en efecto-̶– se dió un conflicto armado entre los grupos del crimen organizado.

Una cosa es bastante problemática: La manera predominante en la que se cometieron la mayoría de los asesinatos fue sin enfrentamientos. A diferencia de otras zonas del país no hubo enfrentamientos armados significativos entre las fuerzas de seguridad y los grupos del crimen organizado. En muchos de los homicidios no hubo evidencia de que la persona asesinada se defendiera o respondiera a la agresión. Muchos fueron asesinados, por ejemplo, mientras trabajaban o iban en vehículo. Otros desaparecían y después aparecían asesinados. Esta manera de morir no nos permite confirmar que hubo una guerra entre cárteles, porque una guerra implica enfrentamiento. Tampoco nos permite comprobar que fueron las fuerzas armadas las responsables.

 

Con la guerra contra los narcos el discurso sobre las mujeres asesinadas casi ha desaparecido. ¿Realmente fueron asesinadas menos mujeres?

Los discursos de los medios de comunicación estaban concentrados en los asesinatos de hombres y de jóvenes. No es que haya disminuido la violencia hacia las mujeres. A las agresiones que ya venían ocurriendo se suman otras violencias nuevas. Tuvimos en la ciudad fuerzas militares, policías, posiblemente paramilitares y otros grupos ilegales. Todos eran hombres, y son hombres los que están ejerciendo la mayor violencia en la ciudad y contra las mujeres.

 

Todavía no se sabe exactamente qué o quién está detrás del feminicidio...

Hay muchas especulaciones. Ciertos indicios asocian una parte del feminicidio a la presencia de grupos criminales dedicados a la trata de personas. Pueden ser las mismas organizaciones como las que manejan el narcotráfico, solamente con diferentes rubros de acción. Otro elemento importante es la violencia doméstica. Las hipótesis tienden cada vez más a confirmar la importancia de estos aspectos. Entre 2008 y 2012 murieron muchas mujeres, pero también muchos hombres, en una proporción de una a diez. A mí me parece importante que en este periodo y después ha venido creciendo el fenómeno de la desaparición de mujeres. Es una cantidad significativa que fue invisibilizada. Eso ha incitado un movimiento muy fuerte para que se encuentre a estas mujeres.

 

¿Se fortaleció la sociedad civil debido a los desafíos que le supuso la violencia a esta ciudad?

Hay los que dicen que las cosas ocurrieron porque la ciudad se ofrece como lugar donde podrían ensayarse estos fenómenos de violencia porque no iba haber respuesta de la sociedad civil. Otros sobrevaloran la participación de la sociedad civil y dicen que la resistencia fue fundamental y creció en esta capacidad. Según ellos surgieron muchas iniciativas al nivel de comités de vecinos o colectivos de jóvenes, que decidieron salir a la calle a recuperar y reconstruir el tejido social.

Yo creo que nuestra sociedad civil no fue capaz de enfrentar la violencia con eficacia. Entonces fue rebasada por los acontecimientos. No veo elementos de que se haya crecido. Muchos grupos trabajan bajo las directrices de los financiamentos públicos. Dependen de los recursos del estado y tienen que subordinarse. Tienen gran dificultades para establecer mecanismos que permitan generar consensos amplios y fuerza social amplia que pueda incidir en el rumbo de las políticas del estado.

Por el otro lado una buena parte de la sociedad civil creció en su capacidad de reflexión. Tiene un mayor autoconocimiento. Acepta que no tiene la fuerza que creía tener. Sus certezas ahora se constituye en preguntas. Se habla de una sociedad civil más realista en sus posibilidades y alcances. No hay un crecimiento cuantitativo sino cualitativo. Esa es la parte positiva.