Memoria de un corazón ausente. Historias de vida es el resultado de un trabajo de recuperación de memoria que se realizó con doce mujeres que son madres, esposas y hermanas de personas desaparecidas en el estado de Coahuila.
Presentación del libro Memoria de un Corazón Ausente. Historias de vida
A la desaparición de una persona prosigue el que su vida se convierta en la historia de "una persona desaparecida". La acompañan en esa transformación un sinfín de preguntas, cuya respuesta es demasiado tardada, o bien simplemente inexistente. Se va tejiendo con esa carencia un relato marcado por la angustia de quien se pregunta todos los días dónde está, sin poder averiguarlo. Esta red de incertidumbre desconoce el nombre de quienes la conforman; sólo tiene por cierto que al rostro de aquellas personas lo acompañará siempre una palabra: desaparecida.
Su propia historia no le pertenece más. Sólo restan las memorias de quienes les recuerdan. Y sin embargo, la búsqueda sigue: ya sea entre las montañas de papel burocrático disfrazadas de investigaciones, en las anécdotas desteñidas por el sol de los desiertos, o en el hedor inefable de las fosas clandestinas. Incluso en el fragmento de lo que un día fue una persona se pueden alojar, al mismo tiempo, dolor, nostalgia y alivio.
Por eso, la Memoria de un corazón ausente pretende cambiar la narrativa, restituyendo la historia de personas desaparecidas a la luz del concepto búsqueda de vida. Éste surgió hace algunos años como resultado de los esfuerzos por entender lo que hay detrás de las acciones de búsqueda de una persona desaparecida, a la par de resignificar una vida ausente en la vorágine de las desapariciones.
La búsqueda de vida no depende de algo diferente que la relación íntima entre dos personas: una desaparecida y otra dispuesta a buscarla. Para saber qué es la búsqueda de vida es preciso entender y reconocer los vínculos profundos que se generan entre las personas. De ahí la importancia que tiene el oír la historia de una persona en la voz de quienes compartieron su vida, aun cuando sólo se trate de una pincelada o de un vistazo que permita asomar esos nexos.
Memoria de un corazón ausente propone un traslado a la vida interrumpida de las personas desaparecidas, a los rasgos de su historia, narrados con la voz de las mujeres que compartieron diversas experiencias a su lado. Son mujeres las encargadas de contar estas historias, porque ellas representan un elemento esencial en la búsqueda. Será con la incisiva mirada de madres, hermanas y esposas, que se logrará desmitificar a las personas desaparecidas.
Aunadas a la exposición de estas historias van las pautas para entender por qué una persona busca a otra valiéndose de cualquier medio disponible para encontrarla. El propósito es tratar de entender lo que significa la astilla de un hueso enterrada en el desierto para quienes buscan a una persona desaparecida, las emociones que oscilan entre la alegría y el dolor al encontrar pistas que los acerquen a quienes han perdido.
Para entender este proceso es imperativo preguntar: ¿qué se busca?, y dar una respuesta consecuente. En primera instancia, no parece complicado resolver la interrogante: uno podría contestar sin titubeos que se busca a un ser querido desaparecido; sin embargo, al examinar detenidamente y con las herramientas dispuestas por el concepto búsqueda de vida, la respuesta gana complejidad. Si bien es cierto que buscamos a un hijo, a un hermano, a una pareja, en el fondo lo que buscamos es vida, al menos, en dos sentidos: uno físico y otro subjetivo.
La vida de las personas tienen distintos puntos de encuentro, lo mismo físicos que afectivos. Aquello que vincula a la persona desaparecida con quien emprende su búsqueda puede ser de tipo biológico e ir acompañado de un componente afectivo esencial, como en el caso de hijos o hermanos; por igual hay situaciones en las cuales lo biológico no tiene contacto con lo afectivo, tal y como sucede con los cónyuges. El nexo afectivo que une a estas personas es lo que reviste de vida la búsqueda de quienes han desaparecido. Podemos escucharlo en el lenguaje cotidiano: “Me desaparecieron una parte del corazón”, ha manifestado más de una madre a la busca de su hijo. El trasfondo cultural de esta expresión –aunque puede ofrecer mucha luz a las investigaciones– a la fecha se mantiene como un tema poco explorado.
Es por ello que la búsqueda de vida refiere a dos posibilidades tras la desaparición de una persona: localizarla con vida o sin vida. Esto plantea una segunda pregunta: ¿no es acaso una contradicción hablar de vida en la segunda posibilidad, pues en apariencia allí no hay más vida sino muerte? Responder que no es contradictorio es el primer paso hacia la búsqueda de vida.
Dado que su práctica no está limitada a la vida física, a un corazón que late y bombea sangre, sino también a un vínculo emocional que une a dos personas, la búsqueda de vida no se detiene cuando el corazón deja de latir. Presupone que si las funciones biológicas del cuerpo cesan, aún existe una vida que recuperar, una subjetividad singular que será recuperada al localizar los restos de la persona desaparecida.
Tal vínculo emocional, en este contexto, es identificado como una vida subjetiva. En estos casos, la desaparición lacera el vínculo y provoca el impulso irrefrenable de encontrar a la persona en cualquier condición. Allí reside la doble dimensión de la búsqueda y la reconceptualización de la vida en la muerte, que dota de sentido al concepto búsqueda de vida, y trasciende en el mismo movimiento tanto a la persona desaparecida como a aquella que lo busca. Se anda tras las huellas del corazón arrebatado, del vínculo emocional fracturado, del sentido que tiene la vida de quien busca en aquel que le hace falta.
De ahí la importancia debida a toda búsqueda: no se trata exclusivamente de la localización espacial de la persona desaparecida o de sus restos, sino del cese de una situación anormal para quienes permanecen a su espera. El acento está sobre ellos, los que se quedan, pues ya sea que salgan o no a buscar a sus seres queridos, su propósito es encontrar un significado, una dirección al sinsentido que comporta toda desaparición. No existen reacciones idénticas ni mucho menos un tabulador que cuantifique el sufrimiento; ante la desaparición de un ser querido, la única certeza es el dolor que deja su ausencia.
Cuando se localizan e identifican los restos de una persona desaparecida, éstos son revalorizados frente a la búsqueda de vida. Partes de ese nuevo valor son la claridad y sensibilidad con que se aborda la importancia que tiene el salir a buscar huesos, su trato digno, plena identificación o conservación de los mismos, como una representación del retorno de una parte de vida de quien permanece desaparecido.
Así pues, lo subjetivo es objetivo, pues la primera dimensión está adosada a la existencia física de la persona con la que se ha generado un vínculo emocional: en esa unión se haya la base de la búsqueda de vida. Al conjugar en la idea de una persona la vida física y la subjetiva, esta última supera la muerte biológica y genera el ímpetu que mantiene la actividad de todo buscador. Sólo a través de la localización de lo físico y lo subjetivo es posible iniciar el proceso de cierre. Esto es: únicamente con el reencuentro de las dos personas existe la posibilidad de continuar y transitar del estado de incertidumbre a un nuevo sentido de vida.
Memoria de un corazón ausente pretende ser el camino para dar una respuesta a quien pregunta qué se está buscando. La intención es tratar de subvertir la narrativa normalizada sobre la muerte, buscando restos de vida entre lo inerte. Los testimonios presentados a continuación poseen un tono biográfico y matices cotidianos. Su propósito es servir como un espejo que refleje la vulnerabilidad de nuestra existencia, dando cuenta de la similitud entre las siguientes historias y la de cualquiera de nosotros.
Todos los relatos cierran con una carta escrita por cada una de las mujeres entrevistadas; las misivas están dirigidas a su familiar desaparecido. En ellas van plasmados los sentimientos que cada persona desea expresarle a su ser querido: en ellas la escritura le hace frente a la interrupción de la vida.
Buscar, entonces, no sólo se refiere a la persona desaparecida, sino también a la urgente necesidad de recuperar un elemento importante de la vida de quien se queda. Al buscar también intentamos encontrarnos en el sinsentido de las desapariciones. Es como un viaje en el que se trata de emprender el regreso al estado anterior. La expresión de un corazón presente a otro que está ausente es la muestra del amor que se puede tener por otra persona.
Ciudad de México, enero de 2018