Hace 70 años se aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH). Trabajamos en todo el mundo junto con nuestras contrapartes para hacer realidad la democracia, derechos humanos, dignidad y libertad. El acorde perfecto derechos humanos – democracia – y sostenibilidad ecológica son la base de nuestro trabajo.
Los derechos humanos nuncan han sido aceptados totalmente. Día a día son pisoteados: cuando en Yemen la gente se muere de hambre; cuando en Rusia LGBTI son perseguidos por darse un beso en la calle; cuando en Siria domina la guerra; cuando en Myanmar son desterrados cientos de miles; cuando en Asia se cose ropa por salarios de hambre y sin ningún estándar de calidad del trabajo y de seguridad; cuando refugiados se ahogan en el Mediterráneo; cuando judíos y musulmanes son hostigados por ser judíos o musulmanes; cuando mujeres son criminalizadas por un aborto; cuando en Berlín la gente tiene que vivir en la calle.
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos” (Artículo 1 de la DUDH)
Este fue el mensaje inequívoco y vigoroso cuando hace 70 años la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH). El artículo 1 es la afirmación fundamental y el perfil normativo de la DUDH. Coloca al ser humano en el centro con su dignidad inalienable y sus derechos. Derechos humanos, que defienden la dignidad humana y son condición previa para una vida autodeterminada, deben de ser deparados en cada momento y en cada lugar a todos los seres humanos sin condiciones ni limitaciones. Esto significa que independientemente de quién sea uno, de dónde venga, dónde viva, qué aspecto tenga, qué creencia tenga, cómo ame e independientemente de lo que haya hecho: Todos los seres humanos son igualmente valiosos y tienen los mismos derechos, que son indivisibles, inalienables y universales. 70 años después, esto sigue siendo una utopía.
Derechos humanos para todos siguen siendo utopía
Hoy, en el 70 aniversario de la DUDH, vivimos cómo los derechos humanos como gran utopía común de la humanidad son menospreciados y ofendidos. El consenso global, el reconocimiento de la indivisibilidad de los derechos humanos –renovado en 1993 por la Conferencia de Derechos Humanos de las Naciones Unidas de Viena– erosiona y se desmorona. Desde el fin de la segunda guerra mundial, son mucho más las personas que han huido de la violencia y de la injusticia de sus propios gobiernos, el número de activistas, defensores y defensoras de derechos humanos y de periodistas críticos detenidos, perseguidos y asesinados crece sin cesar. También los fundamentos de la Carta de Derechos Humanos –su universalidad e inalienabilidad– son puestos en tela de juicio con un absolutismo imposible de imaginar hace 10 años.
Los EEUU se retiraron en junio de 2018 del Consejo de Derechos Humanos de la ONU; este paso es sintomático para aquellos gobiernos alrededor del globo que priorizan ante todo la soberanidad estatal, relativizan los valores universales y declaran obsoletas la protección de minorías y la libertad de religión con argumentos racistas y nacionalistas. También somos testigo de una nueva autoconciencia de viejos regímenes autoritarios como China y Rusia. Junto con nuevos regímenes autoritarios, populistas de derechas e antiliberales –como Turquía o Hungría– atacan la arquitectura multilateral de derechos humanos, desarrollada a lo largo de muchas décadas, y sus fundamentos normativos. El retroceso político también abarca al continente latinoamericano que con la elección de Bolsonaro en Brasil alcanza un nuevo clímax. Con él accede al poder un presidente que glorifica la violencia, desdeña a las mujeres y está a favor de la dictadura militar y de la tortura.
Estos potentados tienen en común su verdadera lucha contra principios fundamentales del Estado de derecho, como la independencia de la justicia y la prensa así como una sociedad civil dinámica y crítica. Los regímenes autoritarios, partidos populistas y democracias antiliberales fomentan resentimientos nacionalistas y la ilusión de identidad nacional étnica y culturalmente homogénea. Estos resentimientos son incorporados por grupos de población que están (o se sienten) marginalizados social, económica y culturalmente que, con un sentimiento básico de desconcierto y de inseguridad real y violencia, se sienten abandonados por las élites políticas, económicas y culturales. Promover el odio a las élites es una correa de transmisión esencial de los actores populistas y de extrema derecha.
Los derechos de las mujeres son derechos humanos
Echar atrás logros emancipatorios y culturales es lo que da alas a las fuerzas antiliberales en todo el mundo. En el nombre de la tradición, de lo “común nacional” y de la religión se reclaman “valores tradicionales” con los cuales se justifican violaciones de los derechos humanos, se persigue a personas de otras creencias, se discrimina a las mujeres y se criminaliza a personas con identidades no binarias. Casi la mitad de la población del mundo vive en países en los que las personas de identidades no binarias pueden ser procesadas.
En algunos países, como p. ej. Irán, Yemen, Mauritania, Arabia Saudita, Unión de Emiratos Árabes y Sudán, se les amenaza la pena de muerte. ONGs ultraconservadoras, organizaciones religiosas e interestatales utilizan con maña la conexión de la religión, cultura y tradición, unida retóricamente a la referencia de la soberanía nacional para sus ataques a los derechos de las mujeres, a los derechos reproductivos y a la autodeterminación sexual. La Convención de las Naciones Unidas contra toda Forma de Discriminación de las Mujeres (CEDAW) es parte de los logros de la historia de los derechos humanos, ya que los derechos de las mujeres están reconocidos explícitamente como derechos humanos.
Esta convención contra la discriminación de 1979 muestra la dinámica que tuvo en su momento el sistema de derechos humanos multilateral y es sobre todo expresión de la lucha de las mujeres por el reconocimiento internacional de las regulaciones especiales y de la necesidad de protección para las mujeres. CEDAW sigue siendo utilizado por las mujeres en todo el mundo como un punto de referencia importante para recordar a los Estados sobre sus obligaciones de protección e implementación, aun cuando muchos regímenes ignoran cada vez más esas obligaciones. La Fundación Heinrich Boell tiene un amplio espectro de contrapartes y apoya a organizaciones de mujeres y de LGBTI en todo el mundo, que pugnan por sus derechos políticos, sociales, culturales y reproductivos, contribuyen a reducir la discriminación legal y social y luchan por la descriminalización. Así una coalición amplia, incluidas contrapartes de la fundación, consiguió recientemente que el Tribunal Supremo de la India legalizara la homosexualidad.
Poder y lucro contra derechos humanos
La defensa del poder y de privilegios tanto políticos como económicos cueste lo que cueste es una de las principales razones para el desmantelamiento de los principios democráticos y de derechos humanos. La agresión contra activistas ambientales y de derechos humanos ha aumentado en los últimos años. Selvas tropicales son taladas, comunidades locales expulsadas para realizar proyectos agroindustriales o de infraestructura, ropas son fabricadas con salarios de hambre. Las nuevas derechas llevan adelante también esta agenda de desarrollo. Trump se retira del Acuerdo del Clima de París, Bolsonaro quiere seguir desforestando el Amazonas, en Europa del Este se construyen nuevas centrales termoeléctricas de carbón, frecuentemente con la justificación de que la gente necesita bienestar y no derechos económicos, sociales y culturales.
Con ello no solo se enfrentan los derechos humanos individuales uno contra otro y se jerarquizan entre sí. Los derechos humanos y la dignidad no son el motivo guía para la acción, sino el afán de poder político y de lucro económico. Aun cuando la Declaración Universal de Derechos Humanos y aún más los pactos económicos y sociales incluyen todas las categorías y dimensiones de los derechos humanos: Sigue siendo uno de los mayores retos asegurar que los derechos humanos se implementen obligatoriamente y se respeten, por parte de los gobiernos, al igual que por parte de los actores privados y de las empresas.
A la caza de la sociedad civil crítica y emancipatoria
Cuanto más avanzan actores políticos y económicos que menosprecian los derechos humanos, tanto más importante es defender la legitimidad de los derechos humanos con su universalidad y su indivisibilidad y reinvindicarlos ¡todos los días!
Por suerte hay personas y organizaciones en todo el mundo que hacen eso con vehemencia y sin descanso y luchan por defender la dignidad de los seres humanos. Nuestras contrapartes son algunas de ellas. Actoras y actores de la sociedad civil necesitan imperiosamente para su compromiso derechos fundamentales y humanos como el derecho a la libertad de expresión, de medios, de reunión y de organización. Hoy en día son impedidos y reprimidos en un grado imposible de imaginar en el pasado (Shrinking Spaces).
Representantes emancipatorios y críticos de la sociedad civil y ONGs críticas de los gobiernos son blanco de un conjunto de medidas legales, administrativas y represivas: de condiciones burocráticas y censura, pasando por campañas de instigación y difamación hasta amenazas directas, violencia y asesinatos. En esto los gobiernos también tienen en la mira a organizaciones extranjeras que apoyan a contrapartes locales. En la práctica y utilizando las llamadas leyes de ONGs se retiran licencias, se deniegan visados y registros, se cierran oficinas, se congelan cuentas bancarias, se descreditan organizaciones como “agentes extranjeros” y se amenaza a los y las colaboradoras.
Nuestras contrapartes luchan por los derechos humanos
Estas tendencias afectan especialmente también a la Fundación Heinrich Boell con su amplia red internacional de intelectuales críticos, periodistas, abogados/as, activistas ambientales, de mujeres, de LGTBI y de derechos humanos. Nosotros/as apoyamos a personas que conocen sus derechos, luchan por ellos y los defienden pacíficamente y con medios democráticos, se defienden contra la arbitrariedad y la represión, luchan por el derecho a preservar sus condiciones de vida ecológicas y económicas, a favor de estándares sociales y ambientales y por sus derechos humanos.
La fundación apoya, entre otras, a comunidades locales en Argentina, Zimbabwe y Kenia, cuyos territorios están amenazados por grandes proyectos como extracción de minerales, litio y diamantes o por grandes proyectos de infraestructura. En muchos casos en el fondo se trata también de reivindicar legalmente la implementación de acuerdos internacionales como la Convención 169 de la OIT, que tiene como objetivo defender los derechos de los pueblos indígenas, y de perfeccionar en la práctica los condiciones marco sociales y políticas.
Porque se enfrentan a la injusticia y la explotación, activistas ambientales, defensores y defensoras de derechos humanos y sindicalistas son perseguidos, amenazados y asesinados cada vez más frecuentemente por actores violentos estatales y privados. La gente protesta contra grandes proyectos de infraestructura, como puertos o represas, o contra la puesta en valor y explotación de carbón, gas u otros recursos minerales. Sobre todo en el contexto de grandes proyectos agroindustriales tienen lugar protestas vehementes de las comunidades locales; ellas defienden sus territorios contra la acaparamiento de tierras.
La organización Global Witness y el diario The Guardian han constatado que en 2017 fueron asesinados 197 activistas ambientales, la mayoría de ellos y ellas en el contexto de la agricultura industrial o de proyectos extractivistas (petróleo, gas, carbón, minerales, agricultura agroindustrial). En muchos países intereses políticos y económicos van cogidos de la mano. Control parlamentario y público de p. ej. proyectos de infraestructura y su financiamiento por inversores, bancos o el Estado o incluso la organización sindical: indeseados. Protestas contra la corrupción y el acaparamiento de tierras se reprimen violentamente. Amordazar voces críticas no es nada nuevo. Nuevo sí es el grado, y que no solo se puede observar en Estados autocráticos, con Donald Trump, Víctor Orban, Jair Bolsonaro y Jarendra Modi (India) esta tendencia ha llegado a muchas democracias y a las llamadas democracias antiliberales.
Derechos humanos y democracia van de la mano
Sondear espacios de acción política a favor de más democracia y derechos humanos en contextos difíciles es parte central del trabajo de una fundación política. Esto exige tacto y una evaluación responsable de si está garantizada la seguridad de las contrapartes de cooperación y de los y las colaboradoras. A veces hay que sacar las consecuencias y retirarse de un país cuando los espacios de acción tienden a cero. Pero, sobre todo queremos permanecer para apoyar a personas valientes e intentar todos los caminos para defender los derechos humanos y recuperar espacios de acción.
Porque: los derechos humanos y la dignidad de los seres humanos deben ser la base de todo orden democrático y político y el hilo guía para cualquier acción política y económica. Solo así se puede alcanzar una vida autodeterminada y libre en dignidad para todos y todas. Participación política, derecho de consulta, derecho a organizarse, el derecho a vivir sin violencia, sin hambre y sed, sin represión, a ser libre en la elección del pensamiento político y religioso –todos estos son derechos humanos que fueron establecidos hace 70 años en la DUDDHH. Sin ellos no puede haber democracia que merezca llevar ese nombre.
De la utopía a la realidad
Universales – inalienables – indivisibles – dignidad humana y libertad para todos los seres humanos: esto sigue siendo nuestro objetivo. Lo compartimos con muchas personas valientes en todo el mundo. Los derechos humanos nos son „occidentales“, nunca fueron un proyecto de las élites blancas, son universales. Eso nos muestra nuestro trabajo diario con nuestra red global de contrapartes.
Derechos humanos, democracia y sostenibilidad ecológica –este es el acorde perfecto que caracteriza el trabajo de la fundación. Nuestra fuerza reside en pensar las preocupaciones sociales, de política de género y ecológicas sobre la base de los derechos humanos y en combinarlas siempre con cuestiones de política democrática. En temas como el acceso a la tierra, al agua y a los recursos naturales, o a los derechos reproductivos, siempre se trata de derechos humanos y participación democrática. Parlamentos democráticos y consulta de la sociedad civil, libertad de prensa, división de poderes y procedimientos democráticos son esenciales para la democracia y condición previa para garantizar los derechos humanos. Nos entendemos como promotores y promotoras de estos principios democráticos y apoyamos a personas que luchan por sus derechos con medios democráticos y sin violencia.
No es suficiente que solamente la sociedad civil recuerde los derechos humanos como hito civilizatorio. Ellos deberían ser referencia y el principio de la actuación de los gobiernos en todas las carteras y en todas las negociaciones multilaterales. Por mucho que la Declaración Universal de Derechos Humanos ponga en claro que protege al ser humano y su dignidad en especial también contra la arbitrariedad de los Estados, son los Estados los que tienen la responsabilidad de garantizar, proteger y perfeccionar los derechos humanos. Esto no debemos perder de vista, aun en la defensa de los derechos humanos. Ya que tendencias tecnológicas y sociales –como la digitalización o las sociedades que envejecen– plantean nuevas tareas en la codificación e implementación de los derechos humanos. ¿Cómo preservamos la dignidad de los seres humanos y su autodeterminación en la vejez y en los centros de cuidados geriátricos? ¿Cómo respetamos los derechos humanos online? ¿Cómo nos comportamos ante la vigilancia, el lenguaje de odio y la violencia sexualizada en la red?
Los derechos humanos civiles, políticos, sociales, culturales y económicos pertenecen juntos, se encuentran en una interrelación entre sí. No enfrentarlos al uno con el otro. No jerarquizarlos ni subordinarlos a otros intereses, ese es nuestro entender de política democrática, económica, social y cultural basada en los derechos humanos. Los derechos humanos son universales, indivisibles e inalienables. A esto se compromete la Fundación Heinrich Böll.