Este año el Congreso Internacional de la Society for Social Studies of Science (4S) tuvo lugar en Sydney, Australia. Ahí se encontraron investigadoras e investigadores enfocados en los estudios de ciencia, tecnología y sociedad de diferentes disciplinas, desde informáticas, matemáticas o biológicas hasta de las ciencias sociales, ciencias de las culturas o de arquitectura. Lo que tienen en común es que sus temas de interés tienen que ver con el desarrollo de las ciencias por un lado y de la tecnología por el otro, siempre en relación con el cambio de la sociedad (Aquí el programa completo del congreso 4S 2018). En el congreso de este año una pregunta muy frecuente fue: ¿cómo está presentada/vista la tecnología para “corregir” o “arreglar” nuestras vidas? – a partir de cómo vivimos en el espacio urbano y nuestro cuerpo.
Nuestra vida cotidiana se ha modificado mucho por el desarrollo tecnológico, por un lado se puede notar en la influencia sobre el espacio urbano: el metro facilita moverse por la ciudad sin coche, semáforos organizan el tráfico y algunas aplicaciones nos dicen cuál camino será el más rápido. Pero además lo podemos notar, por otro lado, en que la tecnología también cambia nuestra vida personal hasta lo más íntimo: nuestra relación con nuestro cuerpo mismo. Por ejemplo, por aplicaciones que nos dicen si comemos bien o caminamos suficiente para tener un cuerpo saludable. Pero podemos adivinar que, en un futuro cercano, el desarrollo de la tecnología va a cambiar e influirnos mucho más.
Por ejemplo, existe el plan de que para 2020 las primeras personas y empresas se puedan mudar a una “ciudad del futuro”. La idea es crear una vida urbana, donde no haya coches sino muchas bicicletas. Además, unx se podría mover fácilmente a pie porque existirían caminos peatonales suficientemente grandes y bien hechos. La idea incluye también que mucha gente trabajara cerca de su casa, así no tendrían que moverse lejos. La ciudad sería verde, la basura la recogerían los robots, según un artículo de BBC. El video de promoción muestra personas de diferentes condiciones sociales, orígenes étnicosy edades sonriendo en las calles. Suena muy bien, ¿no?
El proyecto mencionado se llama Quayside y quieren construirlo para el 2020 en Toronto, Canadá. Sin duda, incluye muchas ideas modernas de cómo podemos vivir bien, y más ecológicos. Pero no todxs celebran este proyecto, Anna Artyushina, de la York University, es una de las personas que observan críticamente quién y de qué manera se está realizando la idea.
Ella contaba en el Congreso 4S, en Sydney, cómo el gobierno de Canadá y Google anunciaron este proyecto de “smart city” (ciudad inteligente), un experimento de un barrio completamente nuevo, hecho por la empresa de tecnología. Un problema que ve Artyushina es cómo el gobierno delega una de sus tareas –la de cuidar y apoyar la planeación urbana para sus ciudadanxs– a una empresa, la cual tiene un interés económico y no social.
En este caso hay que preguntarse por qué Google tiene un interés en meterse a la planeación urbana. Una respuesta es juntar más datos gracias a la tecnología en todos lados. Entonces una cuestión importante es: ¿Cómo van a usar todo los datos de la “ciudad inteligente” a partir de la información sobre el aire, la basura, cómo la gente se mueve de un lugar al otro? Hasta ahora queda la crítica contra Google de no ser suficientemente transparente.
Además, Artyushina analizó la estrategia que utilizó Google para vender el proyecto de Quayside. Uno de los resultados fue que hay un cambio de la ciudad “típica norteamericana” (muchos coches, centro urbano muerto) a una idea “europea” (muchas bicicletas, centro urbano habitable). Otra observación interesante de Artyushina es que Google vende la necesidad de que hay que mejorar la vida urbana y que en este contexto usan la metáfora de una “reparación”. El título de la presentación de Artyushina ya muestra su escepticismo: The Politics of Urban Design: Google is Here to ‘Fix’ Toronto. Entonces, a partir de su impresión Google presenta a la ciudad de Toronto como un paciente enfermo/roto y a Google como el sanador. Pero, ¿cuál es el precio?
“Hay que sanar” y con la tecnología será posible. Esa idea no solamente es popular en casos del contexto urbano como el de Quayside sino también en el territorio más individual e íntimo: el cuerpo. Una de las presentaciones durante el congreso 4S en Sydney tenía el titulo The ambivalence of corrective technologies: exploring subjective experiences and meanings of wearable tech. Gavin John Douglas Smith, de la Australian National University, mostraba cómo en diferentes casos el cuerpo está conectado con la tecnología con el fin de “mejorarlo”. Douglas Smith mencionó la variedad de la mezcla de cuerpo y tecnología porque hoy en día personas ya tienen una vida cyborg. Aún una diferencia grande es si alguien lo hace voluntariamente, por ejemplo cuando alguien tiene su celular siempre cercano del cuerpo, o de manera forzada, por ejemplo personas privadas de la libertad con un grillete electrónico.
Pero a veces la pregunta de voluntad en la vida cyborg no está tan fácil de contestar. Por ejemplo, desde hace unos años empresas comenzaron a implementar en sus trabajadores chips para que no necesiten una llave para abrir puertas o hacer copias. Así lo hace el Start-up-Hub Epicenter en Suecia desde 2015. Al mismo momento el jefe tiene todo el control de saber cuando sus trabajadores están en la empresa y cuando no. También el contexto en cual investiga Douglas Smith no siempre es tan claro: personas, quienes usan aparatos tecnológicos por cuestiones de salud. En esta investigación la idea de la “corrección” del cuerpo juega un papel muy importante: el cuerpo no funciona como debería –a partir de la imaginación de la sociedad– entonces el cuerpo está incompleto o defectuoso sin la tecnología.
Estos dos casos presentados, el proyecto Quayside por Artyushina y el caso de salud por Douglas Smith, muestran que la pregunta por la “corrección” mediante la tecnología nos lleva a discusiones muy básicas. Por un lado qué tanto y bajo qué control, por parte de los gobiernos y de los ciudadanos, queremos que las empresas de tecnología se metan en nuestra vida cotidiana. Por el otro lado, el tema nos va a seguir en especial en el contexto de la medicina: ¿qué tanto la tecnología puede/debe “corregir” las personas?, y más importante, ¿qué es normal? Sin duda, creo que la tecnología está debajo de las calles, en nuestras casas, hasta arriba y abajo de nuestra piel, se va a normalizar y será parte de nuestra vida cotidiana. Lo importante es seguir los desarrollos con la vista crítica y tratar de influir el desarrollo a nuestros fines.