Palabras de Blanca Martínez Bustos, del Centro Fray Juan de Larios.
Retomando las palabras de Omar [Jorge Navarro], venimos de Coahuila, zona de desiertos y semi-desiertos, una tierra muy bella, muy linda, donde pese a esa otra belleza que no estamos acostumbrados, las flores de las biznagas crecen hermosas... Es una tierra con memoria, con memoria de la tierra misma y con memoria de nuestros pueblos. En el nordeste del país, tenemos una historia de resistencia de siglos y la tierra misma va ayudando/facilitando a los pueblos que han habitado y que habitamos a generar nuestros propios procesos de resistencia.
Desgraciadamente, en los últimos veinte años, en el nordeste del país nos vimos en otro meteorito, no el que cambió el modo como está organizada la Tierra y en el que desgraciadamente se murieron los dinosaurios bonitos y nos quedaron otros que no son solo de allí. La disputa del Estado por el Estado mismo con la guerra contra la delincuencia organizada sometió a nuestros pueblos en el nordeste. Ya se estaba dando en otros lados, pero, en estos últimos veinte años, la disputa por el control del territorio vía la acción decidida de un actor que no había aparecido, como son los grupos de la delincuencia organizada como parte del Estado, sometió a la población a ser rehenes, a ser carnada, a ser mercancía para controlar nuestros territorios y nuestros pueblos. Entonces, como parte de este control del territorio y de la población, la desaparición forzada ha sido uno de los recursos privilegiados para someter a nuestros pueblos.
Hace ya 15 o 16 años empezamos a denunciar, desde el nordeste, lo que estaba pasando allá y como que no se alcanzaba a entender la dimensión de esta tragedia y desgraciadamente ahorita fue como una nube negra que tomó todo el país. No hay lugar en el país en el que no haya un, una desaparecida, pueblos desaparecidos también.
Hoy, 29 de agosto, traigo aquí a la memoria a la familia Acosta. A ellos los desaparecieron un 29 de agosto alrededor de las 7 de la mañana, en un municipio que colinda con Saltillo, en Ramos Arizpe. Ellos iban al aeropuerto de Monterrey. Esteban Acosta, que es papá de Brandon -Brandon tenía 8 años cuando lo desaparecieron-. A su tío Hugo Alberto y Gilberto hace 14 años los desaparecieron. Desde entonces, Lulú, mamá de Brandon, esposa de Esteban. Las esposas de Hugo Alberto y Gilberto siguen junto con compañeras de FUNDEM y ahora con muchas más familias a nivel de todo el país y de Centroamérica, seguimos buscándolos. Pese a que el Estado ha hecho todo para seguir desapareciéndolos.
La memoria viva y la memoria de nuestros seres queridos, de los miembros de nuestras comunidades se puede mantener viva y se ha mantenido viva por la memoria colectiva. Quisiera abordar más esta parte en este en este foro.
La memoria, como ya lo decía la compañera, la guarda uno en su morralito, en su corazón, en su cuerpo, en nuestros espacios, en nuestras paredes, en nuestras esculturas... En los pueblos mayas peninsulares, por ejemplo, hacían esculturas de sus gobernantes y, para dejar en la memoria del pueblo cuando un gobernante había sido mal gobernante, perforaban las esculturas. Justo para que el pueblo no olvidara que ese había sido un mal gobernante. Todos los pueblos tenemos la manera de dejar siempre un dato, un signo, pero la memoria es responsabilidad colectiva. La memoria se construye, se crea, se mantiene en la historia a partir de los pequeños colectivos, puede ser desde el colectivo de la familia o de los clanes, o como en el desierto, que nos juntamos 15 y ya nos sentimos masa.
Entonces, desde cualquier espacio colectivo comunitario es donde la memoria puede ser posible. Y la memoria tiene que ver sí o sí, con la posibilidad de dar nuestra propia palabra de la historia misma y de la historia de nuestros pueblos.
Ahorita que están con esta otra banalización -desde mi punto de vista- de la memoria, con la iniciativa de la Ley de Memoria; es institucionalizar como "ustedes nada más piensen así". Es una manera de institucionalizar, pero también es una manera de aniquilar a nuestros pueblos, es imponernos una manera de pensar de nosotras mismas, de pensar nuestro caminar, de nombrar nuestra historia y nuestra vida como la sabemos y podemos nombrar -como la sabemos y la podemos expresar-, por lo tanto, la memoria es un acto netamente revolucionario. Y por eso es tan importante tratar de cosificarlo, de institucionalizarlo. Porque puede ser muy peligroso. Los pueblos que pierden la memoria que pierden y niegan su historia, estamos condenados a la muerte. Pese a que vivimos en un estado de muerte, ¿quién va a generar posibilidades de resistencia?
Las compañeras de familia de Pasta de conchos en el 2009 nos decían "no acepten lo que Humberto Moreira les va a ofrecer, les va a ofrecer padrinos y madrinas, para que se desorganicen y se dividan". Entonces es también el aprendizaje que se transmite, las luchas y resistencias que pueden servirnos para caminar y para poder seguir revirtiendo y enfrentando la política de muerte a la que desgraciadamente es a la que nuestros pueblos se han visto sometidos históricamente. En estas últimas dos décadas especialmente, pero ya medio siglo por lo menos, de una sistemática violencia por la desaparición forzada en nuestro país que el Estado mismo reconoce, juegan perversamente con los datos de las y los desaparecidos, pero el Estado mismo reconoce casi un cuarto de millón de personas desaparecidas en medio siglo de historia. Cuándo se reportan como el 2 o el 3% de los delitos en el país. Entonces estamos hablando de una política sistemática. Yo no sé si es necesariamente una política, más bien es de una práctica inherente, un componente inherente al sistema de muerte por el que ha apostado y el que nos han impuesto como pueblo mexicano. Un sistema que ciertamente es capitalista y que por lo tanto es un sistema de opresión, un sistema de violencias, un sistema que no puede permitir la colectividad, que no puede permitir la memoria en nuestros pueblos.
En el 2005 hubo un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos donde decía que ese año había tres componentes de preocupación a la seguridad nacional de los Estados Unidos: uno era el terrorismo, otro era la migración y el otro era la insurgencia indígena.
El terrorismo tiene sus interpretaciones de carácter político y también de dominio de los pueblos, en términos del Imperio, pero el peligro de la insurgencia indígena, fundamentalmente es por su fuerte arraigo y la fortaleza de lo comunitario, de la memoria. De lo que ha permitido resistir todavía a nuestros pueblos ancestrales, y por lo tanto se vuelven enemigos del imperio.
Y los y las migrantes... ¿quiénes son los que migran?, pues nuestros pueblos pobres, los pueblos desposeídos. Bueno, algunos están viendo si pueden vivir en la Tierra o van a hacer edificios en Marte para las clases poderosas, irse a refugiar de lo que pueda quedar de nuestro planeta.
Para nosotras y en mi experiencia de trabajo en estos últimos años, fundamentalmente con familiares de desaparecidos, ejecutados, desplazados en el nordeste del país, es que la memoria está intrínsecamente ligada a la dignidad y a la posibilidad de seguir viviendo como pueblos, pero es: seguir viviendo. La reflexión y el aporte civilizatorio y filosófico que las familias de desaparecidos nos aportan al resto de la sociedad está resignificando todo, incluso el concepto mismo de memoria. Y aquí me quisiera enfocar al concepto de vida. Como les decía, las compañeras de Pasta de Conchos nos dijeron "no admitan que les pongan padrinos para resolver sus problemas con su desaparecido o su familia porque las van a dividir y las van a desaparecer y nunca van a encontrar a sus hijos". Pero también el “vivos los se los llevaron y vivos los queremos” lo recuperamos también de la lucha de las madres de Eureka, de las madres de AFADEM, de las madres del continente, del Cono Sur, de las luchas de las mujeres y de los pueblos de Centroamérica. Y ese ese lema, ese clamor de “vivos se los llevaron/vivas se las llevaron, vivas las queremos” tiene que ver también con un repensar la vida de otra manera.
Con las familiares de FUNDEC, son fundamentalmente mujeres las que buscan, también hay hombres, pero eso es una fuerza netamente femenina que transgrede lo instalado. Que brinca de lo privado, no a lo público sino a todo, a todos los rincones, a todo el espacio y nos hacen repensar el sentido mismo de la vida, que incluso, aunque los encontremos, si su corazón ya no late, si ya no pueden no olerlos, si no puedes detectar el brillo de sus ojos... El poderlos encontrar es encontrar la vida y es la posibilidad de seguir viviendo, y aquí también el sentido de esperanza no es algo ideológico o metafísico, es lo que permite que nuestros pueblos, nuestras compañeras, las familias, la comunidad día a día pueda seguir levantándose con la esperanza de que la vida va a regresar a la vida, que es lo único que puede permitir que como pueblos podamos seguir subsistiendo.
Entonces, memoria tiene que ver sí o sí con vida y tiene que ver con una lucha permanente contra la historia de muerte y el proyecto de muerte que nos imponen y que en este momento de tragedias como hace años no vivíamos, décadas no vivíamos en nuestro país, aunque sí en el continente, en los signos de esperanza que los procesos y organización de familiares de desaparecidos ver aquí, jóvenes, jóvenas que cada vez van incorporándose a su manera en el construir alternativas de vida y esperanza es lo único que puede posibilitarnos que como pueblos poder subsistir. En medida que, si concibo que la memoria depende de que yo viva, la memoria muere conmigo. Esa es la importancia de cómo la memoria es parte de la esencia del ser, es parte de la esencia de lo comunitario, es parte de la esencia de nuestros pueblos, no, y por eso no hay que dejar que la encarcelen.
Me acuerdo cuando trabajamos con desplazados en Chiapas. Que querían hacer una ley de desplazamiento forzado y fueron los diputados a hablar con un grupo que acompañábamos de desplazados por la guerra. Los y las desplazados les dijeron: "¿saben qué? nosotros no queremos que nos constitucionen, porque si nos constitucionan, siempre nos vamos a quedar desplazados".
Entonces yo creo que ahorita es un momento de defender la memoria, como parte de nuestra propia carne, de nuestro ADN, de nuestro ser colectivo, para poder mantener la esperanza de reconstruirnos como pueblo.