Efectivamente, la memoria está en disputa y lo atestiguamos todos los días...
El Colectivo Híjar agradece la invitación a participar de este encuentro entre personas, colectivos y organizaciones empeñados en construir nuestra memoria histórica. Necesario decir que valoramos mucho los esfuerzos y trabajos que cada unx de ustedes realizan alrededor de esta tarea urgente, no solo en términos de conciencia, testimonio y patrimonio memorioso, sino en todos los difíciles procesos que esto implica en un país de impunidades. Reciban nuestro entrañable reconocimiento.
Efectivamente, la memoria está en disputa y lo atestiguamos todos los días, no solo en los múltiples y constantes empeños realizados en difundir, exigir, denunciar y conmemorar acontecimientos, personas y lugares que importan socialmente en el transcurrir histórico de este país, sino que, además, tenemos que estar imaginando estrategias constantes de defensa de nuestros símbolos y espacios de memoria en riesgo constante. Pero seguimos, sin más recursos que asumir nuestro deber de memoria y nuestra obligación de dar testimonio de los tiempos infames para el futuro. Pero también para y en el presente porque constituyen acciones contra la indiferencia y la anestesia social generalizada. Somos una comunidad político-afectiva en lucha constante.
Hemos insistido en la triada indispensable de memoria, verdad y justicia, sabedores de que la memoria por sí sola no es suficiente y no lo es por su ineludible dimensión política. El bien común, responsabilidad de los Estados democráticos, es un asunto ausente en nuestra realidad.
Los escasos empeños oficiales son limitados, tanto en su concepción como en su ejecución. Desde hace tiempo ya no creemos en las buenas voluntades, el aparato del Estado es poderoso y recién lo reafirmamos con el sexto y último informe del GIEI respecto a Ayotzinapa, cuando los expertos internacionales hicieron afirmaciones contundentes como la “negación institucional” permanente, la “carrera de obstáculos” en la búsqueda de la verdad; el “delito permanente” que “se sigue cometiendo”. Al crimen de Estado ejecutado en este doloroso caso se suma el agravio de procedimiento porque no hay salida posible mientras “la mentira se institucionalice como respuesta”.
Ayotzinapa es sólo uno de nuestros agravios vivos. Sabemos, porque lo hemos vivido, que acusar al Estado como responsable implica a toda una maquinaria que incluye no solo a los soldados, marinos, policías, paramilitares, sino al poder ejecutivo, secretarías de Estado, burócratas, todo el aparato judicial en su mayoría cómplice, omiso y corrupto que dificulta y entorpece los procesos, exonera y libera a los muy pocos imputados.
“La impunidad es la continuidad del terrorismo de Estado por otros medios”, dijo bien Juan Gelman y sabía bien de lo que hablaba en el largo proceso de búsqueda de su hijo y nuera desaparecidos y asesinados para al fin encontrar a su nieta 24 años después. Justicia no es sinónimo de ley.
Hay memorias, en la práctica, de primera y de segunda, unas oficiales emprendidas con todos los apoyos y otras que se abren paso con muchas dificultades y que son combatidas buscando impedirlas. Madres buscadoras y familiares asesinados y maltratados, lugares de memoria destruidos o bajo amenaza constante son nuestro pan de cada día mientras el Estado mexicano promueve una ley de memoria. Por hacer mención solo a uno de los asuntos que nos preocupan, es la temporalidad en estos empeños: el uso del pasado, tanto en el discurso como en las acciones de estos emprendimientos de memoria desde los gobiernos, el riesgo de limitarse a una memoria arqueológica, “embalsamada” diría Eduardo Galeano, cuando los agravios sufridos se suceden todo el tiempo, acontecimientos que no dejan de acontecer. ¿Cuándo es el pasado? “pasados en conflicto” da título a un importante libro argentino; ¿quién determina lo memorable? El presente se atropella todo el tiempo con el pasado y las instituciones estatales que debieran ocuparse de todo al mismo tiempo son, por decir lo menos, ineficientes. Tiempo de buscar, tiempo de encontrar, tiempo de hacer justicia, tiempo de reparar, todos tiempos necesarios hoy.
Necesario rebasar las medidas simbólicas de iniciativas, pronunciamientos y acciones de memoria vana que no cuentan con el cobijo comunitario indispensable. Tomar la perspectiva de las víctimas implicaría la promulgación y operación de leyes y mecanismos ejecutivos reales y efectivos generando un marco social, político y jurídico de reconocimiento y dignificación de las víctimas. Entre ello, muchas leyes, algunas existentes (pero inoperantes) y otras necesarias:
- Ley General de Víctimas
- Ley Nacional sobre Desaparición y Desaparición Forzada
- Ley Nacional sobre Tortura
- Banco Nacional de datos genéticos
- Apertura de todos los archivos
- Creación de centros de memoria independientes que resguarden testimonios, documentación y experiencias, tareas que hoy llevan a cabo las familias y los CDH compañeros (Pro, Tlachinollan, Fray Francisco de Vitoria, Frayba, Fray Juan de Larios y seguramente otros). El derecho a la memoria empieza por el derecho a la palabra: aquí pasó algo que importa.
- Creación de sitios y museos de la memoria con recursos suficientes para su tarea educativa y pedagógica por el “Nunca más”.
(¿En dónde están los supuestos 1000 M dado a la Comisión Nacional de Búsqueda y qué hacen las anunciadas comisiones estatales y las brigadas de forenses móviles, qué avances hay en las 2400 y pico de fosas comunes que ellos reconocen?; tienen prioridades: darán 10 mil M a 7 partidos para campañas 2024)
y, por supuesto, algo indispensable: instituciones y aparatos gubernamentales fuertes, profesionales, incorruptibles, empezando por el poder judicial encargado de las investigaciones e impartición de justicia con la necesaria reparación de los daños en todos y cada uno de los agravios personales, comunitarios y sociales sufridos. Sueños guajiros hoy en México.
¿De qué sirve una ley de memoria en un país de impunidades? Ninguna recomendación de organismos internacionales ha sido atendida. No hay ningún proceso de reparación en curso y ya no digamos, de castigo a los responsables y de garantías de no repetición. Citando al Subcomandante Marcos: ¿quién tiene que pedir perdón? La experiencia nos da la razón en nuestra desconfianza, escepticismo y rabia. Sin las víctimas, sin las familias NO, es la exigencia.
Frente a todo ello existe una segunda vía planteada en la lucha por construir la memoria histórica: la emprendida por las comunidades organizadas, que tendría que tener su justo lugar si de sanar, impulsar políticas públicas de memoria y hacer justicia se tratara. Hay muchos emprendimientos en este sentido, menciono solo la Ruta de la Memoria erigida en Paseo de la Reforma, Av. Juárez y hasta el Zócalo con los antimonumentos y las glorietas tomadas, pero hay muchos otros esfuerzos y vehículos de la memoria echados a andar a lo largo de nuestro herido país.
Nuestro compromiso es con el futuro: pensar con perspectiva histórica y no solo arqueológica o nostálgicamente; tenemos que seguir erigiendo relatos políticos, en honor a la verdad, respecto a todos estos asuntos. Contra los pasados sin pensamiento crítico, la memoria reflexiva en acción, educativa e inscrita en la historia contemporánea. Necesario historificar la memoria, en el sentido de que la historia trabaja sobre hechos y la memoria sobre el recuerdo, la vivencia y la experiencia; ambas, articuladas, erigen un relato histórico con pretensión de verdad. No podemos construir nuestra memoria sin historificar, es necesaria la memoria literal: fechas, personajes, responsables, políticas, lugares, cifras, etc., no solo para honrar a todxs los que nos faltan sino para sacar todos estos eventos terribles de su categoría como eventos aislados, circunstanciales, extraordinarios o atribuibles solo a unas cuantas malas personas, propios del discurso oficial que, además, pretende institucionalizar la memoria histórica a partir de sus abusos. Enorme tarea la que tenemos por delante, también para inscribir lo pasado como histórico relevante sin reducirlo solo al ámbito de lo sagrado, aunque así lo asumamos en su mejor sentido, y a los mitos ajenos a la temporalidad histórica cotidiana para al fin rebasar las puras reacciones afectivas pero irreflexivas y lograr así la implicación personal, ética y política de las mayorías exigentes de verdad y justicia. Este esfuerzo nos requiere a todxs.
La memoria no es negociable y está bien resguardada, viva y operante; la memoria está garantizada por nosotros y por nosotras. No solo con las acciones constantes en el espacio público sino con los muchos proyectos creativos estético-políticos en marcha y que no cesan; con las numerosas publicaciones testimoniales; con los documentales y reportajes de compañeros periodistas; con los textos y trabajos académicos de investigadores comprometidos o en instituciones como la misma Fundación Böll y sus valiosas publicaciones, el MCMI, CAMeNA (UACM), CCUT (UNAM) o Arkheia (MUAC), entre otras pero, sobre todo, con la suma de nuestras necias voluntades incorruptibles hasta que haya verdad, hasta que haya justicia.
Una frase contundente de Paco Urondo, el enorme poeta argentino asesinado por la dictadura al igual que su hija y su yerno, constituye el logo del Colectivo Híjar: “Arderá la memoria hasta que todo sea como lo soñamos”. Que así sea. ¡Seguimos!