Poco antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, la revista The Economist hizo un ejercicio extraño. Creó el “índice de riesgo Trump”. Como su nombre lo sugiere, el índice busca identificar el grado de riesgo que corría cada país ante una potencial victoria de Trump. Para visualizar el índice, la revista británica propuso un mapa. Dependiendo el país y el riesgo, se asignaba un matiz distinto de rojo: bermellón, escarlata, carmesí. A mayor nivel de riesgo, el rojo se iba haciendo más oscuro. Los países que entraban en el top ten, fueron pintados de un rojo casi caoba. A México se le asignó el color negro. El único que mereció tal privilegio. Con 71 puntos sobre 100, México era, según The Economist, el país con peores posibilidades de salir intacto del “efecto Trump”.
Trump ganó la presidencia de Estados Unidos el 5 de noviembre. Un mes después, la revista Rolling Stone, que por lo general suele tratar de música y otros asuntos livianos, publicó un artículo titulado “El equipo de Trump debate: “¿Qué tanto deberíamos invadir México?”.
Es un texto corto, de apenas tres páginas. Está basado en una serie de entrevistas con media docena de asesores del, ya por entonces, presidente electo de Estados Unidos. El reportaje ofrece una visión inquietante de las discusiones que, según las fuentes, habrían sucedido en las oficinas de Trump en Mar-A-Lago durante las primeras semanas de la transición presidencial.
Tal como lo sugiere el título del reportaje, el debate entre los asesores de Trump en lo relativo a la política de seguridad con México no se centraba en si era conveniente o no invadir México, sino más bien en la magnitud del ataque. En otras palabras, el equipo de Trump estaba discutiendo cómo y cuánto invadir México, en lugar de cuestionar la legitimidad o conveniencia de tal acción.[1] Ni una palabra, por supuesto, sobre los límites impuestos por el derecho internacional. Lo que se discutía en Mar-A-Lago era la creación de un nuevo orden político. Una nueva era.
Los artículos de Rolling Stone y The Economist dan cuenta de la amenaza que se asoma sobre México. La presidencia de Donald Trump trastocará cada área de la política mexicana, incluyendo migración y comercio. En ningún renglón, sin embargo, su presidencia será tan definitoria como en lo que concierne al tema de seguridad.
México, una fuente de problemas para Trump
En la visión trumpista, México no es el mayor socio comercial de Estados Unidos. Tampoco es un aliado natural. Un análisis del discurso de Trump obliga a reconocer que México es, para él, una fuente inagotable de problemas. Entre otros, el fentanilo y la migración ilegal.
Para atajar el problema de la migración ilegal, Trump ha anunciado el establecimiento de aranceles. Estos serán el corazón de su estrategia de presión frente a México. Ante el problema de las drogas, el presidente de Estados Unidos se ha decantado por el unilateralismo sobre la cooperación; el intervencionismo sobre el diálogo. Tal como lo sugieren The Economist y Rolling Stone, las consecuencias son imprevisibles. El riesgo es enorme.
Hasta ahora, los temas bilaterales en clave seguridad habían podido ser tratados, con más o menos éxito, en el marco de los Diálogos de Alto Nivel en Seguridad y del Entendimiento Bicentenario creado en la segunda parte del mandato de López Obrador. Ambos mecanismos fungieron como los cauces naturales de resolución de potenciales conflictos. Tras el 20 de enero, uno y otro serán suplidos por la mano furiosa de Donald Trump en el escritorio de la Oficina Oval.
No hay que engañarnos demasiado: hace tiempo que se cultivaba el terreno para esto. No hace falta sino echar un vistazo a la historia reciente de la relación bilateral y comprender que la visión trumpista sobre México había llegado al centro de la política estadounidense mucho antes de que Donald Trump venciera a Kamala Harris en las elecciones del 5 de noviembre de 2024.
La invasión “suave” a México, una idea con historia
En 2022, Mark Esper, ex secretario de Defensa durante la primera parte del primer gobierno de Donald Trump, publicó sus memorias.[2] Habrían pasado desapercibidas si no fuera porque en éstas, Esper rememora cómo, en dos ocasiones, Donald Trump le pidió diseñar un plan para lanzar misiles a México con el objetivo de destruir laboratorios de drogas.
En ese entonces sonaba como una locura. Lo que parecía inverosímil o absurdamente radical hasta hace pocos años, es hoy parte del corazón de la política estadounidense.
Desde la publicación del libro de Esper, diferentes políticos se han posicionado públicamente en favor de considerar diferentes tipos de intervención militar en México.
Los años 2023 y 2024 serán estudiados como aquellos en que se normalizaron “los discursos de intervención directa de tropas estadounidenses en México con el fin de “terminar” con los narcotraficantes de fentanilo”.[3] No hubo apenas entre los precandidatos republicanos a la presidencia quien se alejara de ese discurso.
Tal como sugiere el citado artículo de Rolling Stone, hay debates sobre el tipo de intervención militar que podría ejecutarse. El arco es amplio: desde incursiones encubiertas para asesinar a líderes de organizaciones criminales hasta ataques con drones manejados desde Estados Unidos a laboratorios de fentanilo al sur del Río Bravo. Los más radicales sugieren la incursión abierta y pública de militares estadounidenses en territorio mexicano; los más sensatos, operaciones clandestinas.
El consenso, sin embargo, es evidente: México es fuente de problemas y la mejor manera de atajarlos es mediante el uso de la fuerza. El discurso de cooperación queda muy lejos.
El gabinete de Trump: una mala noticia para México
El periodo de transición en Estados Unidos no ha traído mejores noticias. Los perfiles elegidos por Trump para acompañarlo en su gabinete son la peor noticia posible para México.
Basta con mirar la lista de nombres. Al frente del Pentágono estará Pete Hegseth. Como consejero de seguridad nacional, Mike Hegseth y como “zar de la frontera”, Tom Homan. Los tres, en diferentes ocasiones, se han posicionado en favor de una opción militar en México. Son, como suele llamarse, halcones. Cada uno más que el otro.
La peor noticia para México está, sin embargo, en la elección del próximo embajador de Estados Unidos en Ciudad de México. Se trata de Ronald D. Johnson, un ex “boina verde”, con mínima experiencia diplomática y un largo historial contrainsurgente en Centroamérica durante las guerras civiles en la década de los años setenta. [4] La designación de Johnson es, en sí misma, una señal de tipo de política que privilegiará Trump hacia México.
México: margen de acción limitado
A pesar de la evidente asimetría, el gobierno de México cuenta con formas de reducir (no eliminar) el grado de amenaza que se acumula.
En primer lugar, debe buscar canalizar los problemas naturales de la relación en clave seguridad a través de los mecanismos institucionales: el Diálogo de Alto Nivel y el Entendimiento Bicentenario. Esto implica no contaminar el tema de la seguridad pública con los comerciales o relativos a la migración. En el momento en que las agendas se combinen, México habrá perdido espacio de negociación.
En segundo lugar, el gobierno de México debe abandonar el discurso negacionista sobre la producción de fentanilo en México. La evidencia es incontrovertible: en México se sintetizan opioides sintéticos de forma masiva. Desconocerlo es una pésima estrategia diplomática y un tanque de “oxígeno para los discursos intervencionistas…”. [5] Dicho eso, bien hará el gobierno en subrayar que ambos gobiernos son corresponsables del problema del fentanilo. Tal como lo ha señalado el Cato Institute, ocho de cada diez personas detenidas por cruzar fentanilo en la frontera son ciudadanos estadounidenses.[6] Aunque resulta evidente que esas estadísticas no harán cambiar de opinión a Trump, sí proveen al gobierno de una primera línea de defensa frente a la narrativa intervencionista.
En tercer lugar, el gobierno federal debe mostrar su voluntad por cooperar con Estados Unidos en un tema que resulta crucial para ellos. Del mismo modo, deberá exigir que al norte de la frontera se produzcan cambios que permitan reducir el número de armas de fuego que todos los años fluyen hacia México. Ambos gobiernos deben entenderlo: el poder del crimen organizado en México (y el resto de América Latina) pasa por su capacidad de adquirir armas provenientes de Estados Unidos. Lo que habilita el mercado de drogas son las más de setenta mil armerías en Estados Unidos que proveen y alimentan al crimen en México.
Por último, el gobierno de Claudia Sheinbaum no debe mostrar debilidad ante la amenaza. Debe rechazar cualquier intento de fuerzas armadas estadounidenses por operar en territorio mexicano. Tal como lo ha dicho públicamente la presidenta Sheinbaum: cooperación sí, subordinación no.
Conclusión
Donald Trump llega a la presidencia de Estados Unidos en condiciones muy distintas a las que aterrizó en 2017. Su poder relativo es mayor. Cuenta con mayoría en ambas Cámaras y la posición favorable de la mayoría de los miembros de la Corte Suprema. Además, controla por completo al partido republicano. Eso ha llevado a que su discurso haya pasado de un férreo aislacionismo a un abierto intervencionismo que mucho se parece a las peores prácticas imperialistas del siglo XIX.
Si en su primera presidencia manifestó abiertamente su desprecio por el derecho internacional, en su segundo periodo hará de ese desprecio su política de gobierno. Y, en medio de todo eso, está la relación con México. Serán cuatro años complicados.
[1] Véase: Carlos A. Pérez Ricart, “La invasión suave”, Reforma, 5 de diciembre de 2024.
[2] Mark T. Esper, “A Sacred Oath: Memoirs of a Secretary of Defense During Extraordinary Times”, Harper Collins Publishers, 2022.
[3] Carlos A. Pérez Ricart, “Desafíos de política exterior en materia de seguridad en 2024”, ESTE PAIS, 7 de febrero de 2024. Véase: https://estepais.com/impreso/desafios-politica-exterior-mexico-2024/desafios-politica-exterior-seguridad/
[4] Véase: Carlos A. Pérez Ricart, “Embajador en el trópico”, Reforma, 19 de diciembre de 2024.
[5] Carlos A. Pérez Ricart, “Desafíos de política exterior en materia de seguridad en 2024”, ESTE PAÍS, 7 de febrero de 2024. Disponible en: https://estepais.com/impreso/desafios-politica-exterior-mexico-2024/desafios-politica-exterior-seguridad/
[6] Véase: David J. Bier, “US Citizens Were 80 Percent of Crossers with Fentanyl at Ports of Entry from 2019 to 2024”, Cato Institute, 8 de agosto de 2024. Disponible en: https://www.cato.org/blog/us-citizens-were-80-crossers-fentanyl-ports-entry-2019-2024