Existe la ejecución, el homicidio, pero ¿qué existencia le damos a la desaparición, a lo que es ausencia?
Participación de Guadalupe Morfín en la presentación del libro Memoria de un Corazón Ausente. Historias de vida en la FIL Guadalajara 2018.
No debe ser proeza fácil fabricar ternura con una no presencia, o con materia prima triste, como es el dato duro más inclemente de nuestra patria, el número de fosas (1306 en 11 años según un informe de septiembre de este año de la CNDH; o 2000, según los datos de Marcela Turati, Alejandra Guillén y Mago Torres),[1] casi una cada dos días, con sus enterramientos clandestinos de personas. Fabricar ternura y presencia a partir de la masa primigenia del dolor, de la muerte, de la ausencia, de la quizá postergada muerte, disfrazada de desaparición, requiere un fino entrenamiento del corazón. Ardua tarea es.
Al duelo de la noticia primera, del no regreso de quien salió de viaje, fue al rancho, iba por pizzas, estaba con los amigos o en el trabajo y no llegó a casa, se suma el duelo agravado de la tardanza en la declaración de ausencia, de los trámites detenidos, de la cascada burocrática que hay que enfrentar, de las deudas vencidas, del tener que mantener de pronto a los nietos, los hijos de los hijos e hijas idos a no se sabe dónde, o de pasar a ser madre jefa de familia de repente, con una soledad que pesa doble porque la otra parte de la balanza, del sostén, de la conversación interrumpida, no está, ya no está.
Laura Bonaparte, de las Abuelas y Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, Línea Fundadoras, quien tuvo a siete personas de su familia desaparecidas y solo recuperó con vida a su nieta, decía en 2002 en un Foro de Derechos Humanos en la Ibero Puebla que la desaparición es un eufemismo, una manera de nombrar algo que no existe. Existe la ejecución, el homicidio, pero ¿qué existencia le damos a la desaparición, a lo que es ausencia? Por eso es tan importante lo que este libro, con esta bella edición auspiciada por la Fundación Heinrich Böll representa: la terca, persistente manera de las familias de las víctimas de plantarse frente al enterramiento clandestino, la arbitrariedad, la indolencia oficial, la complicidad, la negligencia, la indiferencia. Este cuadro de inhumanidad se da tanto por parte del Estado en todos sus ámbitos de poder, como de esos que nos han usurpado la vida en paz desde otras esferas de poder; hay distintas maneras de nombrarlos: poderes de hecho, poderes fácticos, los dueños de la plaza, pero no actúan solos; lo hacen con la complacencia o complicidad de agentes del Estado.
El libro no juzga pero interpela. Es una nueva narrativa introducida en el discurso de las legítimas exigencias al Estado y a la sociedad toda. No hace un mito de los idos. Los nombra y describe con su aire cotidiano de levantarse y vivir la vida, celebrar una fiesta, convivir con los amigos. Sus escritoras, pues es un libro de múltiples voces, reconocen fisuras, huecos, partes de la vida ida de sus amados imposibles de recuperar. ¿Les habría gustado tal canción, tal guiso, tal viaje, tal regalo? El libro Memoria de un corazón ausente significa también un estadio de maduración de la pena que puede transmutar su forma de interpelar no desde la rabia ni la ira, más que justificadas, sino desde la descarnada ausencia que cubren de corazón, de palabra, de recuerdo, de carne amorosa que sigue a la espera, de presencia.
La búsqueda ha requerido que los familiares, sobre todo las mujeres buscadoras y entre ellas las madres, se conviertan en expertas forenses, como las señoras de El Solecito, en Veracruz, las de FUNDEC, en Coahuila, las de Por Amor a Ellxs, en Jalisco, y tantos otros lugares. Si no buscan ellas, nadie más buscará; nadie desentrañará de entre las montañas de expedientes la carpeta justa de investigación donde una esposa, una madre, un papá, hermanas y hermanos, hijas e hijos cifran su esperanza de dar con pistas, de dar con el ausente o la ausente. Nadie se pondrá a rascar en la tierra para dar con ellos.
Si en un proceso de duelo con cuerpo presente, velorio, canto, misa y entierro de un ser querido, o en una separación hay un miedo muy triste de ir olvidando los rasgos, la voz, las anécdotas de quien ha partido, como lo expresa la canción Te me olvidas, de Vicente Garrido, cuánto más en un proceso de ausencia, ante el brusco tajo de no saber con vida a alguien desaparecido.
“Es por eso que al sentirte, tan ausente de mi vida
Aunque no quiera olvidarte, poco a poco, te me olvidas”.
Este libro es, como se llama una escultura de su mismo ilustrador, Alfredo López Casanova, una Estela contra el olvido. Esa escultura de Alfredo es un memorial sobre la explosión del 22 de abril de 1992 en el sector Reforma en Guadalajara, que dejó una cifra oficial de 200 personas muertas. Este libro es también un monumento contra el olvido.
Agradezco mucho la invitación para presentarlo, de parte de su coordinador, Jorge Verástegui, con quien he coincidido en algunos viajes míos por Saltillo o Monterrey y con alguna estancia suya en Guadalajara para capacitar a personas que brindan atención primaria en el plano municipal a familias de personas desaparecidas y acompañan así la ausencia, pero sobre todo por compartir amigos, como don Raúl Vera, obispo de Saltillo, o Darwin Franco, periodista destacado en este tema, y con quien me da gusto estar en esta mesa, así como con Naty Guerrero.
La memoria, dice Jorge Verástegui en los agradecimientos que redactó para este libro, debe preservarse más en tiempos conflictivos.
Hay que agradecer la apuesta de la Fundación Heinrich Böll, de Dawid Bartelt y su equipo, por ser los editores de esta obra, que es también un reconocimiento al compromiso de mujeres, madres, esposas, hermanas e hijas por preservar la memoria. Desde la Antígona de Sófocles, ha sido tarea femenina esa preservación de la vida, honrándola hasta después de la muerte. Antígona, recordemos, se planta ante el monarca cruel, Creonte, para exigirle un digno entierro para su hermano.
Frente a nuevos Creontes se erigen hoy tantas mujeres, para reclamar el derecho a un digno destino para sus familiares. Y el derecho a un duelo concluido para ellas. Quienes persisten en la búsqueda de sus seres queridos son nuestras nuevas Antígonas. El Equipo Argentino de Antropología Forense, tituló La tarea de Antígona al video que explica su trabajo de identificar restos no identificados o de identificación dudosa por todo el mundo. Este mismo equipo ha ayudado a identificar restos de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua, y nos advirtió con gran valentía de la no verdad que nos quisieron vender en la Procuraduría General de la República como resultado de la investigación sobre los 43 estudiantes desaparecidos de la normal rural de Ayotzinapa.
El libro Memoria de un corazón ausente consiste en historias familiares y cartas personales dedicadas a las y los que ya no están. Sus autoras, son todas ellas familiares de personas desaparecidas. Hay que reconocer también a las lectoras y editoras, mujeres también, y entre ellas, aquí, Teresa Sordo.
Buscar, nos explica Jorge Verástegui en su introducción, no sólo se refiere a la persona desaparecida sino también a la necesidad de encontrar elementos de su vida importantes para la persona que se queda. Se busca un encuentro en el sinsentido de las desapariciones. Un corazón presente le escribe a otro que está ausente.
Por eso, por la proeza que significa bordar con ternura sobre una historia desgarradora, saludo la pertinencia de este libro. Tenemos que animarnos a contar muchas historias en México. A ganarle al olvido, a dejar seguir latiendo multitud de corazones que con dobles sístoles y diástoles van narrando lo perdido, lo van aterrizando, le van dando vida, van haciendo que los huesos en el desierto tengan corazón, como lo decía el profeta Ezequiel.
Es también un libro de tejer solidaridad. Imagino que en Coahuila, como en otras partes, se va construyendo una comunidad de bordadores de pañuelos, de buscadores, ahora de escritores de nuevas narrativas.
El libro consta de 15 historias de vida en 12 capítulos. Algunas abarcan a dos o más familiares desaparecidos. En total, 12 cartas de amor para 18 ausentes.
Cada historia de vida va acompañada de una carta de sus autoras a sus hijos, hijas, esposos y demás familiares; son bellísimas; son cartas llenas de amor. Cartas de mamás en espera. En búsqueda. Las autoras son:
- Silvia Élida Ortiz Solís, mamá de Silvia Stephanie Sánchez-Viesca Ortiz. Desaparecida en Torreón, Coahuila, en 2004.
- María Cristina Castañeda Flores, mamá de Adela Yazmín Solís Castañeda. Desaparecida en 2005 en Torreón.
- Guadalupe González Escobar, mamá de Antonio Verástegui González y abuela de Antonio de Jesús Verástegui Escobedo, desaparecidos en enero de 2009 en Parras.
- Mónica Solís Parrilla, hermana de Dora Elva Solís Parrilla, desaparecida en 2010 en Zaragoza Coahuila.
- Érika Vanessa Gallegos Flores, esposa de Daniel Heberto Hernández Villarreal. Desaparecido en Piedras Negras, Coahuila, en 2010.
- Rosalinda Herlinda Zamarripa Castillo, esposa de José Gabriel Rodríguez Urenda. Desaparecido en Saltillo en 2010.
- Yolanda Vargas González, mamá de Brenda Melinda Zúñiga Vargas. Desparecida en 2010 en Piedras Negras.
- Rita Reyes Martínez, mamá de Bertha Alicia Padilla Reyes. Desaparecida en 2011 en Torreón.
- María del Rosario García Rodríguez, mamá de Evelyn Rosalinda y Olga Alicia Herrera García. Desaparecieron en 2012 en Piedras Negras, Coahuila.
- Hortensia Rivas Rodríguez, mamá de Víctor Manuel Guajardo Rivas. Desaparecido en Piedras Negras en 2013 por miembros de GATE. Grupo de Armas y Tácticas Especiales.
- María Guadalupe Pérez Rodríguez, mamá de Diego Alonso y David Basilio Díaz Pérez. Desaparecidos en 2014 en Piedras Negras, Coahuila.
- María de Lourdes Herrera del Llano, Lulú Herrera, mamá de Brandon Esteban Acosta Herrera. Un niño. Desapareció con su papá, Esteban Acosta Rodríguez y sus tíos Gerardo y Gualberto, en 2009 en Ramos Arizpe, Coahuila.
El poeta Tomás Calvillo, ex embajador en Filipinas, amigo de Javier Sicilia, escribe en su columna periodística del medio de periodismo virtual Sin Embargo el 21 de noviembre pasado un artículo bajo forma de un poema dedicado al Colegio Potosino de Cardiología:
El corazón es paradójico,
marca el ritmo de nuestro
andar cada segundo,
y solemos olvidarlo día y noche; y por otra parte
el corazón se deja ver y oír por
doquier: en canciones, poemas,
declaraciones, pinturas, en
todo tipo de imágenes.
(…)
Aún hoy, muchos piensan que
es la Habitación del alma,
su Casa,
mientras andamos en la tierra.
Es un músculo, dice Tomás Calvillo, y como corazón en mucho sostiene la batuta, y nos dice por dónde, a manera también de brújula.
Este libro, de corazón a corazón ausente, es un faro, una brújula, una batuta que puede ponernos en sintonía en esta dolida patria nuestra, para animarnos a caminar hacia la paz. La paz de todos los encuentros; la paz de todas las respuestas. La paz que comienza a cultivarse, minúscula, frágil, desde dentro, en las pequeñas cosas.
Construir la paz es faena mayor. Requiere una solidaridad fortalecida, una sororidad o una fraternidad realmente entrañables. Laura Bonaparte también decía: “una sola nunca puede nada”; “una no puede nada si no es solidariamente sostenida”. Quienes han escrito este libro van pudiendo y pueden mucho. Sostenidos por otras y otros y a su vez sosteniendo. Y eso, ese pequeño gran paso, es lo que hace posible la esperanza.
Muchas gracias.
Guadalajara, Jalisco. 1° de diciembre de 2018
[1] El país de las dos mil fosas, Proceso, 12/11/18. Sólo 24 de las 32 entidades federativas dieron respuesta a su solicitud de información, y obtuvieron un resultado de 1978 entierros clandestinos en esos 24 estados del país, por lo que la cifra de 2000 puede ser mucho más alta. En esas fosas se encontraron 2884 cuerpos, 324 cráneos, 217 osamentas, 799 restos óseos y miles de fragmentos de huesos.