2. La participación masculina en la búsqueda de personas desaparecidas: Una mirada desde la paternidad mexicana

Aunque no se pueda hablar de un prototipo de la paternidad en México ya que ésta se determina por diversidad factores económicos, sociales, culturales e incluso regionales, sí se puede hablar de una paternidad, que muchas veces es desobligada en la satisfacción de las necesidades básicas de los hijos, lo que puede trasladarse a la de su búsqueda en caso de ser necesario.

Por: Anaís Palacios y Raquel Maroño, del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia A.C.

Manifestación

Don Eladio fue el primer padre de una persona desaparecida con el que platiqué. No toma los micrófonos durante las protestas, prefiere permanecer al fondo, en silencio, con la foto de su hija impresa en su playera. Acude solo a las diligencias del colectivo y cuando le pregunto dónde está su esposa responde que esos espacios la ponen muy triste, que reza por el regreso de su niña, pero no se siente con las fuerzas suficientes para acudir a las protestas. Don Eladio busca por los dos y a su parecer, ambas lo necesitan.

La participación masculina en la búsqueda de personas desaparecidas es visiblemente menor a la participación de las mujeres. En otoño 2019, el Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia (IMDHD), realizó dos talleres en el estado de Veracruz, el primero con integrantes del colectivo “Familias Desaparecidos Orizaba-Córdoba” y el segundo con integrantes del “Solecito Veracruz”. En Orizaba, las únicas personas del género masculino presentes eran los hijos y nietos, menores de 10 años de algunas de las compañeras. En el otro taller, de 30 participantes, sólo 3 eran hombres, todos acompañantes de sus esposas. A ambos grupos se les preguntó cómo se explicaban que la mayoría de las personas presentes, no sólo en ese taller, sino en las actividades del colectivo, fuesen mujeres. Sus respuestas fueron entorno a tres hipótesis:

  1. Los hombres son los que salen a trabajar, de esa manera ayudan con los gastos, pero disponen de menos tiempo para participar en las actividades de búsqueda.
  2. A las madres les duelen más sus hijos porque los llevaron en su vientre, por lo que se preocupan más por ellos.
  3. De manera general, las mujeres son más fuertes y valientes que los hombres, “aguantan más” y pueden resistir el desgaste y dolor de la búsqueda.

A principios de 2021, se realizó una encuesta, que tenía como objetivo conocer la opinión de hombres que participan en labores de búsqueda sobre el mismo tema. Se tuvo respuesta de 24 hombres, 21 de ellos del estado de Veracruz: 15 de ellos buscan a sus hijos, 7 buscan a sus hermanos, y 2 buscan a sus padres. Las principales actividades que realizan para encontrar a sus familiares son la búsqueda en fosas clandestinas y en SEMEFOS, la búsqueda en centros de privación de la libertad o donde se encuentran personas con vida, las mesas de trabajo con autoridades, principalmente de fiscalías, y las marchas y protestas.

También se les preguntó por qué buscan a sus seres queridos y estas fueran algunas de sus respuestas:

  • Para que nunca más desaparezcan a nadie más y para encontrar verdad y justicia.
  • Porque las autoridades no lo hacen y los familiares tenemos que hacerlo.
  • Busco porque quiero encontrar a mi padre, porque lo quiero y porque quiero la tranquilidad de saber dónde está.
  • Principalmente para tranquilidad de mi madre y de nosotros los hermanos.
  • Porque lo amo y me hace mucha falta.
  • Porque quiero encontrarlo y porque lo amo con toda mi alma
  • Porque lo amo y lo necesito.

El 70.83% de los entrevistados considera que los hombres se involucran menos que las mujeres en la búsqueda de personas desaparecidas y se explican este fenómeno mediante las siguientes ideas.

a) División tradicional de las tareas por género

  • El hombre tiene que trabajar y las mujeres tienen más tiempo para las búsquedas.
  • La mayoría tienen que trabajar y en el trabajo casi no dan permiso para faltar.
  • Porque alguien tiene que llevar sustento a casa y en algunos casos son madres solteras o divorciadas.
  • Es porque en muchas ocasiones los padres al ser el sustento familiar tienen que estar trabajando.
  • Ellos también se involucran, pero tienen que trabajar.

b) Cualidades estereotipadas del amor materno

  • El gran amor, la esperanza de la mayoría que son madres tiene un elemento distinto, que no es que los hombres no lo tengamos, pero el amor de madre sobrepasa las barreras.
  • Si en la familia la madre o hermana es la que busca me imagino que es el sentimiento de madre y la fe.
  • Las mujeres son más aguerridas y son madres.
  • Porque las mujeres son más apegadas a los hijos y si pudieran darían la vida por ellos, su amor es único para con los hijos.

c) Características masculinas estereotipadas

  • El hombre es más frío.
  • Quizás por falta de amor paternal y falta de sensibilización y disposición e interés de tener de vuelta a su ser querido.
  • Algunos no tienen el tiempo, otros somos irresponsables algunos hasta abandonan el hogar.

En cambio, el 29.16% restante se ha formado una opinión sobre la participación de los hombres en las búsquedas, algunas de las cosas que dijeron al respecto fueron:

  • Tratamos de ser sostén de las mujeres al menos en mi caso con mi mamá.
  • Igual hay hombres solo que no se agrupan, pero están apoyando a sus esposas o familiar.
  • Considero que no es justo dejarle toda la responsabilidad a nuestras esposas, que nosotros deberíamos de tomar la iniciativa en la búsqueda.

Para profundizar en las respuestas dadas por los familiares de personas desaparecidas, integrantes de colectivos principalmente en el estado de Veracruz, se ahondará en el análisis de la participación masculina a través de dos vertientes: la situación de proveedores del hogar mexicano y la situación de las madres solteras.

Padre que trabaja, madre que busca

En México, como en muchas partes del mundo, existe una división tradicional de las tareas dentro del hogar, con el rol de un padre que trabaja y provee a la par de una madre que educa y atiende las tareas de cuidado de los hijos, y aunque está situación está cambiando por la incursión de las mujeres en el mercado laboral para tener mayores ingresos económicos, los hombres proveedores del hogar sigue predominando en los hogares mexicanos, de acuerdo a los Censos de Población y Vivienda realizados por el INEGI, en 1990, en 82.7% de los hogares, el hombre era el jefe de familia en el aspecto económico, en el año 2000 este descendió al 79.4% y en 2010 era 75.4%.

De acuerdo a la Encuesta Nacional de los Hogares de 2017 del INEGI, de los 34.06 millones de hogares registrados en 2017, 71.5% son encabezados por un hombre y 28.5% por una mujer[1].

La estadística que se muestra a continuación sobre los ingresos que recibe la población ocupada exhibe que, a partir de más de dos salarios mínimos, a medida que el nivel de remuneraciones aumenta, el porcentaje de mujeres es menor comparado con el de los hombres. Asimismo, en los tres niveles de ingresos más bajos es mayor la proporción de mujeres que la de hombres. En 2015, 40.9% de los hombres ocupados y 55.8% de las mujeres ocupadas reciben mensualmente ingresos que no rebasan los dos salarios mínimos. El porcentaje de hombres que gana más de dos y hasta cinco salarios mínimos es de 39.8%; en cambio, el porcentaje de mujeres que percibe tal ingreso es de 28.4%. En el nivel de ingreso mayor a los cinco salarios mínimos se ubica 7.1% de los hombres y 4.5% de las mujeres[2].

Esta información está relacionada con la precarización laboral, pero principalmente muestra cómo esta afecta más a las mujeres que a los hombres, quienes perciben ingresos inferiores, en ocasiones realizando las mismas tareas que los hombres.

De acuerdo con los resultados del Segundo Informe del Observatorio de Trabajo Digno de la organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza el ingreso promedio mensual por una jornada de tiempo completo para un hombre es de 5 mil 825 pesos mientras que para las mujeres es de apenas 5 mil 29 pesos, una diferencia del 16%, lo que significa que para que las mujeres puedan igualar el salario de los hombres tienen que trabajar 35 días al mes[3].

Estas diferencias salariales refuerzan la idea que los hombres son los proveedores económicos del hogar, lo que acentúa la desigualdad en la repartición de tareas familiares y lo que promueve, en la mayoría de los casos, que sea el hombre quien continúe con su trabajo mientras que la mujer se dedique al hogar y a la búsqueda de los familiares desaparecidos en caso de haber alguno.

Esta situación, ni buena ni mala, demuestra que la búsqueda del familiar desaparecido se vuelve parte de las tareas de cuidado de las mujeres, madres o no, ya que también pueden ser abuelas, tías o hermanas, quienes atienden esto como una responsabilidad más del cuidado de la casa y de los hijos, como se mencionó previamente.

Criar a los hijos sola y buscarlos sola

Un estudio de 2016 de Salvador Moreno Pérez, investigador del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (Cesop) de la Cámara de Diputados, revelaba que no existen estadísticas detalladas de la paternidad en México, no se sabe con exactitud cuántos mexicanos varones se vuelven padres de familia cada año, la edad promedio a la que tienen su primer hijo o el número de hijos que tienen. Lo que sí se sabe, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2010, en México el padre está ausente en cuatro de cada 10 hogares, en 11.4 millones de hogares falta el padre.[4]

Y en esos hogares, donde el padre está ausente, las madres solteras comparten las siguientes características[5]:

  • El 55.8% de las madres solteras son hijas de la jefa o el jefe de su hogar (en el caso de las madres adolescentes, la proporción es nueve de cada 10), mientras que 34.5% son jefas de hogar (74.5% de las madres solteras de 50 a 54 años son jefas de su hogar), es decir el 90% de las madres solteras adolescentes y el 55.8% del resto de las madres solteras, continúan viviendo con sus padres, quienes representan el sostén económico principal de sus familias.
  • De acuerdo con la ENOE, siete de cada 10 madres solteras de 15 años y más “no reciben apoyos económicos provenientes de algún programa de gobierno o de alguna persona que vive en un hogar distinto al suyo”.

El ejercicio de la paternidad y la maternidad tienen pesos distintos dentro de la sociedad mexicana. Las estadísticas demuestran la relativa facilidad con la que el padre puede desentenderse de su descendencia, lo cual usualmente incluye la falta de pago de la pensión alimentaria. Analizar esta información abona al entendimiento de la feminización de la búsqueda de personas desaparecidas debido a que, aunque no existe una base de datos sobre el estado civil de las familiares que buscan, por las experiencias cercanas de acompañamiento y relación que se establecen con las mujeres integrantes de colectivos, se reconoce en una importante proporción, madres solteras buscando a sus hijos e hijas sin ayuda paterna.

Y aunque el abandono del hogar o la suspensión del pago de la pensión alimentaria no tenga una correlación directa con el buscar o no a un hijo desaparecido, nos plantea, críticamente, que aunque no se pueda hablar de un prototipo de la paternidad en México ya que ésta se determina por diversidad factores económicos, sociales, culturales e incluso regionales, sí se puede hablar de una paternidad, que muchas veces es desobligada en la satisfacción de las necesidades básicas de los hijos, lo que puede trasladarse a la de su búsqueda en caso de ser necesario.

En este sentido, conviene señalar que la diferencia sentida en el cuidado de los hijos no está sustentada exclusivamente en las diferencias anatómicas que imposibilitan que el hombre engendre vida de la misma manera en la que lo hace la mujer, sino que hay toda una construcción social sostenida en normas jurídicas que favorecen la desobligación de los padres, comenzando con la licencia de paternidad que en México dura 5 días con goce de sueldo según la Ley Federal de Trabajo, mientras que la licencia por maternidad tiene una duración de 14 semanas, 65 días más que los hombres, quienes aunque no se recuperen de un parto o una cesárea, deben ser involucrados en la responsabilidad de cuidar a los hijos, al menos, desde los primeros días de vida.

En algunos países como Finlandia, el cambio en las legislaciones para licencias de paternidad o permisos laborales para asistir a citas médicas o escolares de los hijos, ha disminuido la brecha salarial entre hombres y mujeres, al involucrarlos por igual en las tareas de cuidado, además de favorecer el aumento de la natalidad en un país presa del envejecimiento poblacional.[6]

Por otro lado, en una de las entrevistas realizadas por el IMDHD para conocer las afectaciones a los derechos económicos y sociales de familiares de personas desaparecidas, una mujer de la ciudad de Xalapa relataba la desintegración familiar que produjo la desaparición de su hija adolescente en su trayecto a la universidad: “Mi esposo la buscó igual que yo, los primeros meses hicimos de todo, nos extorsionaron, vendimos terrenos y cosas para solventar la búsqueda, pero después él ya no pudo más, se fue de la casa, ahora tiene otra familia. Creo que como hombre esto le dolía demasiado y le era más fácil olvidar a nuestra hija y seguir con su vida”.

          Este fragmento, relata lo que sucede en algunos hogares que padecen la desaparición de un familiar, donde los múltiples impactos ocasionados por la ausencia de un ser querido, provocan desintegración familiar y las personas, en varios de los casos que conocemos dentro del IMDHD, el padre no puede continuar con las labores de cuidado y crianza y abandona el hogar familiar.


[2] INEGI. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2015.

[6] BBC News (7 de febrero de 2020). https://www.bbc.com/mundo/noticias-51379996