El mito del buen plástico

En el año 2014 un grupo de científicos marinos descubrió un crustáceo previamente desconocido en las profundidades del mar en la Fosa de las Marianas del Océano Pacífico. A profundidades de entre 6,000 y 7,000 metros, capturaron cuatro anfípodos que iban de uno a cinco centímetros de longitud. En el cuerpo de una de las criaturas identificaron el plástico tereftalato de polietileno (PET), que se utiliza en la fabricación de botellas de bebidas, películas plásticas y fibras textiles. Bautizaron a la nueva especie Eurythenes plasticus. El nombre era un signo de protesta: el plástico había llegado a uno de los lugares más inaccesibles de la Tierra.

Montón de basura tirada en la calle bajo una pared con grafiti

Las partículas de plástico se encuentran en las islas del Mar del Sur, en el hielo del Ártico, en las orillas del Rin y en los campos de los agricultores europeos. Ahora han aparecido en la Fosa de las Marianas. El plástico, un material que alguna vez fue un símbolo de progreso, se ha convertido en una pesadilla para los humanos y la naturaleza. Alrededor del 40 por ciento de todos los productos plásticos se desechan en menos de un mes. Una botella de agua promedio se usa durante seis meses; un tazón plástico tiene una duración de, quizás, tres años. En Alemania, cada año se utilizan y se tiran 2,800 millones de vasos desechables. Eso equivale a aproximadamente 320,000 bebidas para llevar cada hora.

Durante la crisis del coronavirus, el plástico se ha convertido en un problema aún mayor: la cantidad de desechos plásticos generados por los hogares ha aumentado un diez por ciento desde marzo de 2020. En todo el mundo, se fabricaron 465 millones de toneladas de plástico durante el  2019 y la producción sigue aumentando. Incluso antes de que el coronavirus afectase al mundo, la industria del plástico planeaba aumentar la producción entre 30% y 40% en los próximos años. El históricamente bajo precio del petróleo y el aumento en la demanda de productos plásticos amenazan con exacerbar esta tendencia a medida que los países luchan contra la pandemia. Y el plástico no solo plantea un problema de residuos, sino que también tiene un impacto catastrófico en el clima. Según la Agencia Internacional de Energía, el plástico representará la mitad del crecimiento de la demanda mundial de petróleo para 2050. El Centro de Derecho Ambiental Internacional ha calculado que, a menos que la industria del plástico cambie de rumbo, los plásticos consumirán entre el 10% y el 13% del balance mundial de carbono para el 2050. La conciencia sobre los problemas del plástico aumenta constantemente, pero si realmente queremos eliminar esta sustancia de la naturaleza y de nuestro cuerpo, no debemos engañarnos a nosotros mismos.

Mito 1: Se está produciendo menos plástico

En la década de 1950, la gente usaba el plástico con tanto cuidado como el vidrio y la seda. Se consideraba especial, moderno y progresista. Era un material económico que tenía grandes ventajas en muchas áreas, como la medicina. Luego, a finales de los años 60, comenzó la era del descarte. Esto fue un punto de inflexión en todas partes: surgieron todo tipo de productos desechables y las botellas de plástico reemplazaron a las de vidrio. Desde el año 2000 se ha producido una auténtica explosión en la producción de plásticos. De todo el plástico que se ha generado (más de diez mil millones de toneladas al 2019), más de la mitad corresponden a las producciones de los últimos 20 años. En 2019, la producción anual de botellas desechables de Coca-Cola ascendió a 167,000 botellas de plástico por minuto: lo que resultó en 88 mil millones de botellas anualmente. En Alemania, como en otros lugares, la cantidad de residuos de envases está creciendo: alrededor de 227 kilos anuales por persona, lo que es al menos un 20 por ciento más alto que la media europea. Los plásticos constituyen un tercio de estos 227 kilos.

Mito 2: El plástico fue prohibido hace mucho tiempo

La mayoría de los gobiernos (127 de 196) han comenzado a regular el uso de plástico, por ejemplo, prohibiendo los hisopos, los cubiertos desechables, los popotes o las bolsas de un solo uso. Esa es una buena estrategia. Sesenta y un países, incluidos Bangladesh, Kenia, Ruanda, Costa Rica e Italia, y también algunas ciudades como San Francisco, han prohibido la fabricación e importación de tales productos. Sin embargo, una prohibición a menudo sólo significa que artículos como las bolsas de plástico no se pueden dar gratuitamente, o que las regulaciones únicamente se aplican a bolsas de plástico particularmente delgadas.

Mito 3: No es nuestro desperdicio lo que está causando el problema

Durante demasiado tiempo, la gente ha considerado que los desechos plásticos son un problema ajeno a ellas; como si se tratase de una problemática al otro lado del mundo. Pero el plástico que se encuentra flotando en el Atlántico proviene de países de Europa Central, como Alemania. De hecho, este último país es uno de los mayores exportadores de residuos plásticos del mundo, habiendo exportado más de un millón de toneladas en 2019. Ahora, dado que China restringió significativamente las importaciones de residuos plásticos a principios de 2018, sus residuos se han enviado principalmente a Malasia y a otros países del sudeste asiático. Algunos de estos países están presenciando un aumento en las protestas contra estos desperdicios originados en Europa Central, y se encuentran mandándolos de regreso.

Mito 4: Todo se recicla

A Alemania le gusta verse a sí misma como la campeona mundial del reciclaje. Muchas personas en este país asumen que el plástico que desechan en el contenedor correcto se recicla por completo y regresa al mercado como plástico nuevo. Eso es incorrecto. En el 2016, según las estadísticas oficiales de reciclaje elaboradas por la Agencia Federal del Medio Ambiente (UBA) en Alemania, la tasa de reciclaje de materiales fue de poco menos del 47%. Sin embargo, esta cifra se refiere a la cantidad entregada a las empresas de reciclaje y no a la producción realmente reciclada. En Alemania, menos del 16% de lo que se denomina eufemísticamente “residuos posconsumo” -la cantidad total de productos plásticos que se desechan después de su uso- se convierte en material reciclado. Y solo el 8% de este material reciclado, una pequeña cantidad en general, es comparable al plástico nuevo. El resto es de calidad menor y representa menos del 3% de los productos plásticos producidos en Alemania, ya que los fabricantes prefieren utilizar plástico nuevo. Debido al bajo precio del plástico usado y los altos costos de clasificarlo y procesarlo, la mayoría de los desechos plásticos que surgen en Europa se envían al extranjero. Hablar de una economía circular es casi totalmente injustificable. Para que exista una economía circular, deberían existir estándares mínimos y obligatorios que definan la reciclabilidad de los envases. En la actualidad, la mayoría de los materiales pueden separarse entre sí con una dificultad considerable. Demasiados materiales compuestos dificultan la clasificación y el posterior reciclaje. Se necesita incentivar el diseño de productos que incorporen el concepto, el objetivo del reciclaje y la economía circular desde el principio. La meta debe ser crear productos que sean duraderos, reparables, reciclables y libres de sustancias tóxicas; estos deben ser los estándares para el diseño de productos contemporáneos.

Mito 5: Todo depende de nosotros

El noventa y nueve por ciento del plástico está hecho de recursos fósiles, en otras palabras, de petróleo y gas. Mientras los fabricantes de plásticos petroquímicos continúen expandiendo sistemáticamente su capacidad para producir más plástico, la búsqueda de alternativas para minimizar la crisis del plástico debería comenzar por ellos. Los productores de las industrias química, alimentaria y de envasado están eludiendo hábilmente su responsabilidad mientras que afirman que los consumidores son libres de decidir qué compran y cómo disponen de las cosas. El sector financia cientos de asociaciones de cabildeo mundiales, nacionales y regionales y lleva a cabo una elaborada campaña de marketing para ejercer influencia sobre los responsables de la elaboración de políticas, lo cual termina manipulando las percepciones de la sociedad. En sus mensajes destacan que el plástico es versátil, duradero, ligero e higiénico. Los fabricantes pasan la responsabilidad a las empresas de eliminación al afirmar que la crisis del plástico es principalmente una crisis de residuos.

»Se nos dice que un mundo sin plástico es un sueño imposible. Sin embargo, durante la mayor parte de su existencia, el mundo se las ha arreglado sin plástico.«

Las cinco mayores empresas de plástico que dominan el mercado mundial son Exxon Mobil, Chevron Philips, ENI, BASF e Ineos. Estas corporaciones tienen instalaciones de producción para el mercado internacional en más de 200 países. Han logrado eximirse de los impuestos sobre los combustibles fósiles en Inglaterra y de los impuestos en los Estados Unidos. Una empresa particularmente influyente, en lo que respecta al cabildeo, es Ineos; el mayor productor de plástico de Europa. Está invirtiendo miles de millones para aumentar la producción de plástico en Europa utilizando gas barato de fracturamiento hidráulico proveniente de EE. UU. Actualmente se gastarán tres mil millones de euros en una instalación en el puerto de Amberes que convertirá propano y etano en propileno y etileno, que son materias primas importantes en la producción de plástico. Esta es una de las mayores inversiones petroquímicas en Europa en los últimos 20 años. Afortunadamente, las protestas iniciales en su contra son cada vez más fuertes. En muchos países en desarrollo, los gigantes de la industria como Unilever y Procter & Gamble están capturando participación de mercado al ofrecer mini-porciones de champú, detergente o salsa de tomate en bolsitas de plástico. Esto representa un impactante desequilibrio entre el embalaje y el contenido. Si no existe un sistema local de eliminación de residuos, el embalaje de estas mini porciones termina en el medio ambiente. Los gigantes de plástico ignoran esto.

No tenemos un problema de plástico, tenemos una crisis de plástico. ¿Cómo saldremos de ella?

Lo que es vital es la prevención del desperdicio, para que no surja en primer lugar. Una estrategia útil sería poner la mira en un objetivo de prevención para los residuos de envases, a manera de establecer un límite anual de 90 kilos de residuos por persona a partir de 2030. Otro paso sería establecer una prohibición rápida de la fabricación y comercialización de productos plásticos de un solo uso. La directiva sobre plásticos de un solo uso aprobada por el Consejo Europeo en 2019 sólo puede ser un comienzo: la cantidad de productos desechables que cubre es pequeña. En marzo de 2020, la Comisión Europea presentó un Plan de Acción de Economía Circular con el objetivo de reducir los residuos y alargar la vida útil del producto.

Lo que falta son objetivos concretos y un cronograma de acciones. Deberíamos apuntar a un desperdicio cero siempre que sea posible. La legislación europea sobre residuos ha definido esto como el objetivo final. “No envasado” es el lema y ya es práctica en cientos de tiendas Unverpackt, de reciente creación en Alemania. Todos demuestran que el consumo sin plástico es posible si buscamos decidida y activamente alternativas viables. Los cosméticos y artículos de tocador sin microplásticos deben introducirse lo antes posible, junto con una prohibición legal de los microplásticos como materia prima.

En cada etapa del ciclo de vida de los plásticos, la regla debería ser que todo aquel que produzca o venda plástico debería ser responsable de los daños de acuerdo con el principio de "quien contamina paga y debería ser responsable". Los elevados costos medioambientales, sanitarios y de limpieza deben finalmente reflejarse en el precio. Esto se puede lograr mediante incentivos económicos, impuestos sobre el gas y el petróleo para la industria petroquímica o derechos de licencia y gravámenes. Muchas convocatorias e ideas en este frente ya están sobre la mesa.

Por lo tanto, los políticos responsables deben utilizar todos los medios posibles para crear conciencia sobre el problema e imponer requisitos legales para que un mundo sin contaminación plástica sea posible. Un aspecto clave de esto es que las medidas deben comenzar en el mismo punto donde surge el plástico, es decir, con los productores de petróleo, gas y la industria petroquímica.

Por supuesto, es bueno que cada vez más personas compren artículos sin plástico y sin embalaje, pero el énfasis debe estar en hacer que los productores sean responsables de suministrar productos sin plástico. Asegurar que salga menos plástico al mercado y que se recicle más es su responsabilidad. En resumen, será solo cuando el principio de circularidad funcione que un mundo sin plástico, un océano sin desechos plásticos y ríos sin micropartículas podrán ser más que una visión atractiva.



Este artículo ha sido traducido del alemán y apareció por primera vez en la revista Zeit.Wissen.