De luchas, resistencias, arte y otros demonions

Ensayo

Este texto explora algunos de los contenidos, formas, agendas y disputas que han confrontado a los movimientos juveniles en términos de arte y cultura en Colombia durante los últimos 20 años. Todo esto es para encontrarnos y reconocernos en medio de un camino que intenta borrar experiencias y obstaculizar la solidaridad.

Colombia ha sido un país atravesado por las violencias sistemáticas contra su población, las violaciones de DD HH contra organizaciones sociales y agremiaciones, en general, han estado inmersas en una pugna constante por el poder, la democracia y la vida digna. Por otro lado, el país también ha sido protagonista y referente de grandes movimientos, iniciativas y resistencias frente a la represión estatal, paraestatal y mediática.

Fenómenos como el conflicto interno armado, las extracción y explotación de los ecosistemas, la censura y la manipulación mediática, el acceso precario a derechos básicos como la salud y la educación han instado al surgimiento histórico de movimientos sociales, encabezados en particular por juventudes de los distintos rincones del país.

¡Se resiste por la memoria y la no violencia!

El conflicto armado, al igual que los movimientos de víctimas siempre han impactado sobre las mujeres, la población campesina, el pueblo afro, las disidencias sexuales y por supuesto, en las juventudes. No obstante, no sería sino hasta los primeros años del nuevo milenio que las movilizaciones y las luchas transformarían su composición y liderazgo de los históricos sindicatos a la interseccionalidad de la sociedad civil y sus diversos tipos de agremiaciones. Todo esto, debido al hartazgo de la continuación de la guerra y los efectos de las políticas neoliberales y de libre mercado sobre los territorios y cuerpos de las poblaciones históricamente minorizadas.

A partir de estas particularidades nacieron organizaciones feministas y colectivos de víctimas que luchan y trabajan por la conclusión pacífica del conflicto, la declaración de la no violencia en el futuro nacional y la construcción de una paz verdadera. Espacios donde las dinámicas intergeneracionales surtían efecto, las nuevas generaciones aportaban otra visión al accionar político y a la forma de afectación de la guerra sobre sus propias vidas.

Movimientos como la Ruta Pacífica de las Mujeres, pese a haber surgido en 1996, nutrieron su camino con la visión y fuerza de las mujeres jóvenes.

Bajo la premisa: “el cuerpo de las mujeres no es territorio de guerra”, se rechazaba la violencia multidimensional basada en género los cuerpos de las mujeres padecían como consecuencia del conflicto armado. Algunas de las manifestaciones con mayor relevancia de la Ruta eran sus movilizaciones hacia territorios apartados y golpeados por el conflicto, con el objetivo de fortalecerlos, organizar protestas, brindarles acompañamiento y reivindicar el derecho al libre tránsito y autonomía de las mujeres pobladoras. Sumadas a esto, actividades como la pintura corporal y o las performance también hicieron parte de las expresiones artísticas de protesta de las mujeres, visibilizando el hostigamiento al que estaban expuestas en medio del conflicto y posicionando el mensaje de que sobre los cuerpos de las mujeres solo deciden ellas.

Otra expresión organizativa importante en este periodo fue Hijos e Hijas por la Memoria y contra la Impunidad, jóvenes que se agruparon hacia el 2006 para reivindicar la memoria, la búsqueda de justicia y la construcción de un presente y futuro donde el diálogo y la convivencia social primaran por encima del ruido de los fusiles. Hijos e hijas se autoproclamaba como un espacio compuesto por descendientes de aquellas víctimas que sufrieron el más cruento desenlace a causa de una guerra que negaba la participación, la defensa de los ecosistemas y la exigencia de la democracia real. Algunas de sus estrategias más conocidas giraban en torno a promover una cultura de la memoria y esfuerzos colaborativos para analizar al país por medio de la palabra y la conversación en Los Tertuliaderos. El espacio público significaba un lugar importante para conversar sobre el conflicto, sobre todo en las ciudades. Otra de las actividades que realizaban los Hijos e Hijas era la instalación de exposiciones con prendas de vestir y artículos personales de víctimas de la guerra, junto con mensajes y pancartas estremecedoras como señal de protesta y para la sensibilización.

Un último elemento para resaltar aquí, que por esta época realizaron también otras organizaciones de víctimas como la asociación de familiares de detenidos desaparecidos ASFADDES, fueron los Tendederos de la Memoria, que eran instalaciones con fotos, imágenes e información precisa de las historias de vida y detalles sobre los hechos de violencia cometidos contra ellos. Toda esta generación de luchadoras y luchadores por la paz inspiraría a las generaciones venideras.

La ilusión de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil

A pesar de que el movimiento estudiantil ya existía hace décadas, el país nunca se imaginaría la fuerza y la dimensión de lo que estaba por venir.

Transcurría el 2011 y las luchas contra la privatización de las necesidades básicas encendían a Latinoamérica y, por supuesto, Colombia no era la excepción. La financiación, la autonomía universitaria, la inversión en infraestructura e investigación habían sido durante décadas las banderas estudiantiles en las universidades, incluso antes y después de la ley 30 de 1992. Por más que el fin de dicha ley era transformar la educación universitaria en un derecho accesible para todos, su ejecución a lo largo de los años no arrojaría los mejores resultados, debido a que no aumentaba la inversión estatal en las instituciones, incluso se recortó (entre 1992 y 2008 las universidades publicas dejaron de recibir un 36% del presupuesto nacional). Esta grave falta de financiamiento, sumado al incremento de estudiantes de bachillerato a punto de ingresar a la universidad, las condiciones de la infraestructura y la planta física en deterioro y los problemas para la sostenibilidad financiera pedían a gritos una reforma estructural de la educación.

Como resultado de todas estas problemáticas, el gobierno colombiano, encabezado por Juan Manuel Santos, presentó la reforma a la ley 30 ante la opinión pública en marzo del 2011; una alternativa inspirada en el modelo educativo chileno de privatización. Esta iniciativa daba vía libre a la conformación de entes educativos con ánimo de lucro, en los cuales la inversión privada y los pagos de matrícula de sus estudiantes compensaran el déficit económico de las universidades públicas; es decir, se traspasaba la responsabilidad del Estado de financiar la educación pública en el país a las dinámicas del mercado bursátil privado y la capacidad de endeudamiento de los individuos que querían educarse. Por lo tanto, dicha reforma no solo no solucionaba los problemas estructurales de la educación superior en el país, sino que precarizaba aún más la posibilidad de acceso y permanencia de las y los estudiantes. Ante esto, el rechazo de la población colombiana no se haría esperar.

A pesar de las diferencias de forma y fondo que tenían las diversas organizaciones estudiantiles respecto al proyecto de país, todas entendían lo perjudicial de un modelo mercantil para la educación pública, puesto que comprendían que una educación de calidad solo era posible si el estado garantizaba su sostenibilidad financiera, la autonomía de la investigación, la ciencia y la innovación, y el compromiso de garantizar el acceso para disminuir la inequidad social. Como consecuencia de todas estas acciones, y sumada a la indignación social que generaron las declaraciones públicas del presidente, nació la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE). Un espacio diverso sin tinte político, donde cabían todas las instituciones educativas: de educación secundaria, técnica y tecnológica, y de carácter público y privado, todas las expresiones juveniles organizadas o individualidades, y que se conformó por medio de encuentros regionales y nacionales, con el objetivo de planear la agenda de incidencia pública del movimiento estudiantil a lo largo del país.

El reto más grande era exponer el efecto perjudicial de la reforma a la Ley 30 para vincular a toda la población colombiana y consolidar la indignación nacional respecto a la privatización de los derechos fundamentales. En sus inicios, la MANE hizo presencia en las calles por medio de movilizaciones convocadas por las universidades de forma independiente, movilizaciones que terminaban ocasionalmente en enfrentamientos con la fuerza pública, instados en la mayoría de las veces por esta última. Tales disturbios eran usados por los medios de comunicación tradicionales del país para intentar deslegitimar la indignación de los estudiantes. Fue allí donde se hizo necesario un giro de tuerca para imprimir más creatividad a las acciones públicas, y combinar las estrategias tradicionales e innovadoras que ya se empezaban a gestar.

El movimiento estudiantil estaba en el ojo de la opinión pública en el segundo semestre de 2011, los encuentros nacionales y marchas ya empezaban a surtir efecto en la conversación del país, y se hacía necesario repensar las formas de conectar con la ciudadanía. Por este y otros motivos, las campañas como los abrazatones y besatones se tomarían las plazas y parques públicos de las ciudades, con el objetivo de generar un acercamiento más humano y cercano con los colombianos de a pie, y así establecer un canal de comunicación asertivo para conversar acerca de los efectos nocivos de la reforma y las alternativas que tenían para cambiar ese panorama.
Otras de las estrategias más usadas fueron las expresiones culturales como las jornadas de muralismo, puestas en escena como los flashmob o los desnudatones que, mediante el uso de otros lenguajes, alejados del academicismo, elevaban una voz de protesta en contra de los intereses de privatización y en pro de la construcción de una educación liberadora y popular. Además, el simbolismo siempre estuvo atravesado en las actividades de la MANE. Es así que gran parte de los plantones o bloqueos que se realizaban cerca de las universidades se hacían con pupitres en mano de los mismos salones de clase, para que se entendiera que eran los estudiantes quienes estaban en desacuerdo con las políticas de gobierno y no algún tipo de organización subversiva infiltrada, como quisieron difundir los medios de comunicación por esa época.

Finalmente, gracias a la presión de las movilizaciones, el paro universitario generado en las 32 universidades públicas del país y la cohesión con la población colombiana en las calles, el gobierno colombiano anunció que retiraría del Congreso de la República la iniciativa de Reforma a la Ley 30 el 9 de noviembre de 2011. A pesar de que esto se hizo como una estrategia para desincentivar la asistencia a las multitudinarias marchas convocadas para el 10 de noviembre, en todas las ciudades de Colombia, no logró su objetivo ya que estas movilizaciones fueron las más grandes desde que inició la MANE, y pasarían a la historia como las “Marchas del Triunfo”. Como resultado del impacto de estas actividades, el gobierno colombiano retiró oficialmente, al día siguiente, su proyecto de reforma.

Por la autonomía y soberanía de los territorios

Un nuevo enemigo silencioso y mortal aterrizó en Colombia en el 2009 sin que nadie lo previera, se trató de la multinacional Greystar Resources, quién presentó su proyecto de explotación minera a cielo abierto al Ministerio de Minas y Medio Ambiente. No obstante, no sería sino hasta inicios del año 2010 que las organizaciones comunitarias y las agremiaciones ambientales, sindicatos y líderes y lideresas sociales empezarían a denunciar los estragos de la fase de exploración de la empresa minera en el ecosistema del Páramo.

Las marchas y plantones de los pobladores de la provincia de Soto Norte, en Santander, en contra de la megaminería subterránea en la alta montaña, eran cada vez más nutridos, más visibles y frecuentes, ya que lo que había iniciado como un reclamo de los paramunos se convertiría poco a poco en una lucha de toda una región y, eventualmente, trascendería a una disputa sobre la soberanía nacional. En esta dinámica, los estudiantes universitarios serían algunos de los primeros estamentos que llegarían a apoyar logística, académica y culturalmente la agenda ambiental en pro de Santurbán.

Primeramente, desde el claustro universitario, se organizaron foros, conversatorios y espacios de estudio para analizar el impacto de este tipo de actividad extractiva sobre un ecosistema estratégico como el páramo. En estas acciones participaron estudiantes y egresados de ingeniería de petróleos, geología, biología, trabajo social, economía, entre otras áreas del conocimiento que aportaban sus conocimientos y experiencia técnica y científica, así como su compromiso social y ambiental para frenar las nocivas políticas de la megaminería. A partir de todo lo anterior, y sumado a las dinámicas que ya se desarrollaban en la ciudad a nivel de movilización, se hizo evidente la necesidad de unificar el discurso, los mensajes y las tácticas de presión respecto al gobierno nacional para frenar las intenciones extractivistas a gran escala en las montañas de Santander y Norte de Santander.

Para materializar estas necesidades, sería vital la puesta en marcha de dos estrategias globales que encausaran la movilización social y apoyaran los mecanismos jurídicos interpuestos ante las multinacionales y el Ministerio de Minas y Medio Ambiente: la primera de ellas fue la conformación del Comité por la Defensa del Agua y el Páramo de Santurbán, espacio articulador de la sociedad civil, sin intereses políticos y con el compromiso de apalancar la agenda de incidencia pública para impulsar la delimitación de las áreas protegidas e inquebrantables de la alta montaña; la segunda estrategia giró en torno a unificar los mensajes para evidenciar el impacto negativo de la megaminería y sus consecuencias. Así, banderas como la protección del agua, el sostenimiento de la biodiversidad y la seguridad y soberanía territorial se tradujeron en consignas como: ¡Nuestro oro es el agua!, ¡Santurbán se respeta!, ¡Sin oro se vive, sin agua se muere!, ¡Santurbán no se vende, los paramunos se defienden! Toda esta combinación de luchas empezó a surtir efecto en algunos medios de comunicación, puesto que cada vez más sectores de la población civil, como los partidos políticos y las corporaciones autónomas de los departamentos implicados, se sumarían a la defensa del Páramo.

Algunas de las movilizaciones que lograron ubicar la discusión en el plano nacional gracias a su masiva convocatoria fueron: “Cien Mil Voces por el Agua” realizada en 2013 y la “Gran Marcha Carnaval: Santurbán, mi agua, mi territorio”. Estas movilizaciones estarían integradas por expresiones artísticas como la pintura corporal, las presentaciones de circo y zancos, los murales y las performances que buscaban posicionar la discusión sobre la megaminería y sus peligros desde el lenguaje del arte y la sensibilidad.

No todo fue color de rosa por esos tiempos, ya que la fuerza del activismo que generó Santurbán trajo consigo acciones represivas por parte de las empresas multinacionales y de algunos medios de comunicación sobre los líderes que tenían mayor visibilidad y responsabilidades dentro del Comité. Estos empezaron a recibir amenazas, hostigamiento y la tergiversación de su trabajo por parte de las empresas extranjeras.

Otro elemento a resaltar, que empañó un poco el nombre del Comité, fueron las denuncias que recibieron por parte de algunos de sus exmiembros sobre el manejo irregular de la información, la representatividad y democracia, los nuevos liderazgos, y el hermetismo de su estructura, factores que ocasionaron que algunos activistas, especialmente jóvenes, abandonaran el espacio por no sentirse acogidos. Además, hacia el 2019, varios miembros del Comité por la Defensa del Agua y el Páramo de Santurbán decidieron participar en las elecciones territoriales en calidad de candidatos. Como resultado de lo anterior, dichos activistas fueron señalados de instrumentalizar la lucha por el Páramo.

Sin duda alguna, la defensa de los ecosistemas ha estado permeada por altibajos de carácter político, económico y social, no obstante, se mantiene en pie de lucha y resistencia.

La generación de la paz

Falsos positivos, desapariciones, secuestros, amenazas, hostigamiento, violencia de género, violencia política y la lista puede seguir y seguir. ¿Y si se le podía poner un freno a todo esto, por qué no hacerlo? Esta fue la motivación de la campaña por el Sí en el plebiscito. En el 2016, en Colombia se vislumbró la posibilidad de cambiar la historia reciente del país, una historia marcada por la más cruenta guerra, sostenida con regularidad sobre los cuerpos de las y los jóvenes. Había una posibilidad para la paz. Después de acercamientos infructuosos en gobiernos anteriores, por fin se asomaba una posibilidad real de dar por terminado el conflicto con una de las guerrillas más longevas del Latinoamérica: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP). Pero apenas empezaría lo bueno. Ahora habría que convencer a la gente que la forma más cercana de acabar el flagelo que había vivido por décadas era abrazar la paz, no dejar lugar para la venganza, construir una verdadera convivencia. Pero claro, fácil no era (incluso no lo es todavía) porque el perdón es un acto personal y voluntario e implica grandes sacrificios. Así que es aquí donde las juventudes entraríamos a jugárnosla toda.

Momentos de incertidumbre por redes sociales se vivieron antes del 2 de octubre de 2016. A pesar de que desde el 2012 se veían adelantando los diálogos de paz en La Habana entre las FARC-EP y el gobierno colombiano, no sería sino hasta 2016, que se empezarían a tomar mecanismos formales en este proceso. Es allí como nace el plebiscito sobre los acuerdos de paz, el cual tenía por objetivo que los colombianos expresaran su postura respecto al acuerdo concertado en La Habana entre la guerrilla y el gobierno para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. La alegría y la esperanza también tuvieron lugar, en medio de la desinformación y las noticias falsas. Ya que era esta una oportunidad real para acabar con la guerra en muchos rincones del país y para reescribir un nuevo futuro.

Con esto en mente, los jóvenes sabían que no podían dejarle esta responsabilidad solo al destino, así que decidieron organizarse para impulsar el Sí, un sí a la paz inicialmente en la Universidad Nacional. Así que desde diferentes latitudes del territorio nacional y principalmente desde las universidades públicas y algunas privadas, se conformaron los comités por el Sí: espacios de encuentro de organizaciones estudiantiles, individualidades, grupos feministas, grupos LGBTIQ+, grupos ambientalistas, entre otros.

Algunas de las campañas más notables fueron: las banderas blancas, quienes eran un grupo de estudiantes en Bogotá, que elegían un día todas las semanas y hacían presencia en sitios estratégicos de la ciudad, junto con banderas blancas, para conversar con la gente de la importancia de la terminación del conflicto. Sin pensarlo, poco a poco, la bandera blanca se convertiría en el símbolo de las iniciativas pro-paz.

Otra de las iniciativas más notables de este periodo pre-votación, fueron las multitudinarias movilizaciones en apoyo al acuerdo, expresiones que denotaban la importancia de la paz para el país, pero también la multiculturalidad que nos identifica. Así, organizaciones como Marcha Patriótica y Congreso de los Pueblos, compuestas por niños, adolescentes, mujeres, estudiantes de secundaria, de las universidades, trabajadores informales, y en general una gran parte de la sociedad civil hacían presencia en las calles. Lo característico de estas "movilizaciones carnaval" era la esperanza que expresaban, la alegría que desprendían con sus adornos multicolor, pintura corporal, performance, disfraces, arengas y el mensaje esperanzador de poder pasar la página de un pasado tan oscuro y feroz como la guerra.

A partir de esta iniciativa se empezarían a conformar los comités Un Sí a la Paz por todo el país, estos espacios estuvieron llenos de campañas de información y conversación con la sociedad civil en la calle, en el transporte público, en los parques, en los centros comerciales. Dichas campañas intentaban revertir los efectos de la desinformación que ya se tomaba las redes sociales. Un ejercicio poderoso ya que en muchos casos implicaba la conversación de generaciones distintas, con distintas afectaciones del conflicto, reflexionando sobre el futuro de Colombia.

Además de implementar las estrategias usadas también en la MANE como twiteratones, campamentos, flashmobs, entre otros, otra de las iniciativas que más resalta en Bucaramanga, fueron los Payasos Pim Pum, grupo compuesto por estudiantes de la UIS, y que con el mensaje potente de que continuar la guerra era una payasada.

El país merecía trascender hacia el diálogo, la convivencia social, pero el ruido de los fusiles solo alejaba esa oportunidad. Por tanto, estos estudiantes, disfrazados de payasos, se encargaron de realizar sus puestas en escena en el espacio público, específicamente en los sistemas masivos de transporte, así como en la universidad pública y las redes sociales. Versa en sus redes sociales la consigna de “creemos alternativas juntos, si te interesa ser payaso con humor político, este es tu lugar”.

No obstante, a pesar de toda esta capacidad de creatividad y fuerza desbordada en las calles del país, el No al acuerdo de paz resultaría el ganador de la jornada electoral del 2 de octubre. A pesar del comunicado publicado por las FARC-EP horas después de conocerse los resultado, y que afirmaba la voluntad de paz y de diálogo por parte de la guerrilla, sentidos mensajes y análisis no se harían esperar puesto que el No fue el vencedor en las zonas centrales del país, lugares más poblados y con menor impacto de la guerra escalada, mientras que las zonas periféricas, de naturaleza rural, y mayor afectación de la violencia como el Cauca, el Putumayo, el Chocó, entre otros eligieron el Sí a la terminación del conflicto por sobre todas las cosas. Pese al ambiente hostil que vivió el país después de los resultados del plebiscito, el gobierno nacional y la guerrilla suscribieron el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera.

La esperanza de poder ser la primera generación en vivir en paz, sin la pesadilla del conflicto armado interno más duradero del continente parecía ser una de las mejores apuestas de los últimos tiempos. Desde el 2016, año de la firma del acuerdo de paz en Colombia, las organizaciones juveniles asumieron un nuevo reto y fue el de defender la paz y los esfuerzos por desescalar el conflicto en los territorios, tarea que no ha sido nada fácil ya que muy poco se ha podido materializar del documento, la persecución a los excombatientes no ha parado y los nuevos gobiernos de ultraderecha han querido sepultar toda intención de transformación. A pesar de lo anterior, dichas reflexiones que se articularon en torno al acuerdo, la información y contrainformación mediática (sobre todo en redes sociales) en torno a la votación del plebiscito y las movilizaciones en el territorio nacional encendieron nuevos caminos para las nuevas generaciones y actualizaron la agenda de lucha de movimientos juveniles que hasta el momento habían estado limitados a la lucha estudiantil.

Mujeres en pie de lucha

I

Los grupos de mujeres no eran algo nuevo en 2013, espacios como la Fundación Mujer y Futuro, con 30 años de existencia, orientaban y sostenían la lucha por una vida libre de violencias desde tiempo atrás. No obstante, algunas mujeres encontrarían la respuesta a sus necesidades de organización en la creación de sus propios colectivos, con los principios, fines y proyecciones de la juventud, y con un carácter popular y autónomo.

Es así como se creó una de las organizaciones que se mencionarán en este apartado. La colectiva Amapolas Incidentes, compuesta por estudiantes de la Universidad Industrial de Santander, y de diversos barrios de la ciudad de Bucaramanga. Otro movimiento relevante que nació por esta época es la Confluencia de Mujeres para la Acción Pública, un espacio de articulación nacional de varias colectivas de mujeres y feministas en nueve ciudades del país.

Las formas novedosas que pusieron en marcha estos espacios giraron en torno a recuperar la ritualidad, explorar una nueva espiritualidad construida desde lo colectivo de los procesos, y que dignificara las existencias femeninas, libres de misoginia y machismo. Alternativas que se nutrían de la visión y experiencia interseccional de las integrantes y sus distintos orígenes. También es importante rescatar los espacios de saberes, escuelas y tulpas que serían por esta época los más buscados por las mujeres jóvenes ya que proponían una visión horizontal de la repartición del poder, el reconocimiento de las capacidades individuales y la agencia de la incidencia política en el espacio público.

Algunas de las coyunturas que atravesaron estas nuevas organizaciones fueron el Paro Agrario del 2013 y la Campaña por el Plebiscito en el 2016.

Otro de los colectivos importantes de esta época fue Las Mil Manuelas, quienes se crearon hacia el 2017 y eran un grupo de mujeres que luchaban por transformar la participación política de las mujeres en los espacios de poder y de toma de decisiones. Sus estrategias incluyeron la incidencia pública en parques, restaurantes, universidad entre otros lugares donde pudieran posicionar la discusión, reflexión y construir herramientas para transmutar la deuda histórica de representatividad.

II

El boom de las redes sociales, la aparición de creadoras de contenido feminista, y en general la multiplicación de plataformas, iniciativas y mujeres brillantes alrededor del país y del mundo han generado un interés y una conciencia respecto a la inequidad de género muy importante en adolescentes y en las juventudes de estos últimos años. Otro fenómeno que también ha inspirado a las activistas y colectivas creadas en los últimos años fue la Marea Verde que se tomó Latinoamérica. La Marea Verde es una iniciativa feminista a favor de la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, que inicialmente nació en Argentina, pero se ha trasladado a todo el continente.

Tras la misma dinámica de las colectivas de años anteriores de construir un espacio propio, seguro y crítico de las dinámicas del cuidado y del activismo de sus integrantes, se crearon organizaciones como el Colectivo Sin Permiso, un proceso feminista popular de la ciudad de Bucaramanga que realiza trabajo en barrios y veredas de bajos recursos, y con un grado mayor de afectación de la violencia machista. Algunas de las apuestas artísticas que desarrolla esta colectiva son las jornadas de arte incendiario, que están compuestas por presentaciones artísticas y culturales; otras actividades son también el muralismo, que realizan dentro de la UIS y en las calles de la ciudad, el esténcil de pañuelos y camisetas que también fungen como dinámica de autogestión.

Por otro lado, la pandemia por el COVID 19 fue un fenómeno que impactó la vida de todos, y agudizó situaciones de precariedad y riesgo como las violencias basadas en género, la dificultad de atender o auxiliar con prontitud a las víctimas de violencia intrafamiliar, la escasez de anticonceptivos o de mecanismos para garantizar los abortos fueron un pan de cada día. Todos estos motivos y más llevaron a que mujeres de Bucaramanga se juntaran para intentar buscar una solución, así como reflexionar y proponer una visión feminista de la ciudad y del país. De este modo nace Zurronas.co, una colectiva feminista transincluyente, que realiza contenido en redes sociales para sensibilizar e informar sobre Derechos Sexuales y Reproductivos, participa en los espacios de toma de decisiones y tiene como fin la construcción de liderazgos autónomos y feministas. Trabaja también en temas de posconflicto y realiza actos públicos como rodadas, conversatorios y jornadas culturales en torno a la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en Bucaramanga.

Otro espacio importante, con una apuesta artística y de construcción en red, es la Batucada Guaricha, un proceso feminista radical que nace desde el 2019 y que por medio de la música posiciona mensajes y apuestas de país libres de violencia y en un ejercicio equitativo con las poblaciones minorizadas. La Batucada es un espacio de aprendizaje para las mujeres de Bucaramanga y su área metropolitana.

La igualdad es imparable

De la tierra de procuradores homofóbicos y ultraconservadores que avalaron la quema de libros de Gabriel García Márquez y Karl Marx; también del lugar de procedencia de diputadas que afirmaban que la homosexualidad no era un acto ético ni decente, nació una de las organizaciones en pro de los Derechos Humanos de las disidencias sexuales más grandes e importantes del nororiente colombiano: la Asociación Plataforma LGBTIQ Santander en el año 2017.

Una de las primeras actividades de incidencia política que realizó la Plataforma, como era conocida mayoritariamente, fue las puestas en escena y la performance en rechazo a los crímenes de odio cometidos en el departamento y como acción de protesta por las declaraciones violentas de los políticos de turno.

Aun cuando el movimiento LGBTIQ llevaba décadas resistiendo en el territorio, específicamente desde los bares, las universidades y las caravanas anuales del 28 de junio, que conmemora los disturbios de Stonewall, la plataforma se erigió como un espacio para que coordinaran y confluyeran distintas expresiones organizativas de la diversidad. Gracias a esta fuerza reunida, la ciudad vería algunas de las movilizaciones LGBTIQ más grandes en su historia, como la realizada en el 2019 con el título "Stonewall, 50 años de resistencia", que tuvo la participación de más de 7.000 personas.

Además de las movilizaciones, otras de las expresiones culturales más llamativas e imponentes fueron las tomas simbólicas a sitios estratégicos de la ciudad, como los matrimonios LGBTIQ realizados frente al Palacio de Justicia, donde personas del mismo sexo se agruparon para exigir y celebrar sus derechos, y mostrarle a la ciudad que otros tipos de familia también existían en la ciudad.

Otra colectividad importante de esta generación fue Voces Divergentes, espacio compuesto por estudiantes de la UIS que izaron por primera vez la bandera de la comunidad en la universidad, acto que sufrió un ataque de discriminación al bajar la bandera y depositarla en un baño público del edificio. A partir de esta acción, y en conjunto con la Plataforma, y otros colectivos más, se realizó la Pintatón de los arcos de la Universidad Industrial de Santander, una actividad que consistió en pintar la bandera LGBTIQ y TRANS en las estructuras rectangulares ubicadas en la entrada de la universidad, y con el objetivo de trascender el mensaje: “De aquí no podrán borrarnos”. Gracias a todo el fenómeno de incidencia pública que ocasionaron estas organizaciones en la región, en 2018 y posteriormente en 2019 se construyeron candidaturas a las elecciones territoriales y legislativas abiertamente LGBT.

La calle es del pueblo

Otra de las coyunturas más recientes fue el Paro Nacional del 2019 y el 2021, donde el auge de las redes sociales, la posibilidad de volver a las calles después de una larga cuarentena y las injusticias sociales en términos económicos y sociales dieron pie a manifestaciones ininterrumpidas de todo tipo desde el 28 de abril de 2021.

Dentro de las manifestaciones sociales, elementos como las estrategias culturales, artísticas y comunicativas fueron las que terminaron de darle la potencia y la internacionalización necesaria a la lucha. Vogue, pintura corporal, muralismo y graffiti, performance, bailarines de todo tipo, ilustradores, creadores de contenido o influencers apostaron por otro campo de batalla, que hasta el momento solo había sido usado como estrategia complementaria: las redes sociales; en estas mismas se intentaban revertir las acciones manipuladoras y de desinformación del estado.

Para brindar algunos ejemplos: el gobierno nacional intentó difundir la idea de que era imprudente e irresponsable manifestarse en una pandemia; sin embargo, estaban tramitando una Reforma Tributaria tremendamente injusta para la población, a lo que los movimiento respondieron identificando el verdadero irresponsable: el gobierno colombiano, quien en cabeza de su presidente de turno ignoraba las condiciones económicas de las personas, y prefería impulsar una reforma que solo beneficiaba a los más ricos. Otros contenidos de carácter pedagógico enseñaban a las formas de protegerse de lacrimógenas o de llegar seguros a casa para evitar la persecución.

Las apuestas novedosas no solo se dieron hacia las formas, sino en la esencia misma de los colectivos, Toloposungo es un ejemplo inigualable de la interseccionalidad. Este movimiento trans que lucha contra la violencia policial se construye sobre la base de que no reconocen como espacios seguros, anti patriarcales y equitativos a las organizaciones tradicionales, por eso deciden crear su propio lugar trazado por el arte, la música, el baile y una fuerte crítica al lenguaje. Algunas de sus frases más sonadas: “El tombo no es marica, a las maricas nos respetan, los tombos son unos matones”, “Los tombos no son hijueputas, las putas no parimos matones”. Claramente estas apuestas no tienen cabida en todos los espacios democráticos, sobre todo en aquellos donde las discusiones sobre género y colonialismo no han tenido lugar.

El hartazgo de años y décadas de malos gobiernos también sería otro aliciente del paro nacional, la sensación de nula democracia en las instituciones, la corrupción, el robo y la ineficacia del estado llamaban a la juventud a las calles con la premisa de que era la única forma de presionar al gobierno de Iván Duque para que resolviera las problemáticas más urgentes respecto a la destinación de recursos del estado. No obstante, la respuesta represiva y violenta era la única manifestación real de la voluntad política de ese gobierno, que avivaba aún más la esperanza de cambio. Uno de los logros del Paro Nacional, especialmente de las juventudes que asumieron la responsabilidad de la movilización social y de gran parte de la campaña presidencial que se gestaba por ese año, fue el triunfo de Gustavo Petro, como presidente y Francia Márquez, como vicepresidenta. Una propuesta de gobierno que las juventudes identificaron como el gobierno del cambio, y que por primera vez en la historia sentían que los identificaba.

Para terminar

Sin duda alguna, las juventudes han llegado a dinamitar las transformaciones de los movimientos sociales desde la base, cuestionando las tradiciones y las formas de lucha arrastradas por años y hasta llegando a proponer nuevas agendas de movilización y resistencia. Sin embargo, no todos los vientos de cambio impactan de la misma forma a todas las colectividades. En algunos casos las organizaciones deciden cuestionarse su funcionamiento con base en las apreciaciones de las nuevas generaciones, en otras ocasiones, a pesar de la fuerza que la juventud le imprime a la lucha, los movimientos prefieren seguir manteniendo estructuras anquilosadas e inamovibles en las que solo se otorgan tareas meramente logísticas o de poco impacto en el ámbito político o académico (estos tienen una nula lectura sobre el reparto ético del poder), y el último caso, el más grave quizá, viene de la mano de aquellos espacios que instrumentalizan las formas de lucha y la energía de los nuevos miembros (en ocasiones ni siquiera llegan a percibirlos como tal), pero nunca los incluyen dentro de sus proyecciones.

Debido a todas estas dificultades, son cada vez más las organizaciones dirigidas por jóvenes para jóvenes que se crean en Colombia. Las principales motivaciones de estas nuevas colectividades se relacionan con el objetivo de construir espacios seguros y validadores donde desarrollar los activismos y los liderazgos. Las misiones y principios de estos movimientos reflejan su visión de mundo y la agenda de lucha que les diferencia de los movimientos tradicionales porque puede que se comparta un mismo horizonte, pero no los mismos medios.

Esta descomunión hace que la intención de construir espacios de comunicación intergeneracional sea cada vez más compleja. No obstante, los retos actuales en materia de defensa de la democracia, la crisis climática y la autonomía de los ecosistemas y la lucha por los DDHH de poblaciones marginalizadas y empobrecidas requieren, más que nunca, de asertividad, consenso, reconocimiento, validación y de la presencia proactiva de todos los sectores.

illustraciones

Un agradecimiento especial a Nathalia Pineda por el arte del fanzine. La publicación se puede descargar aquí.


Este artículo, realizado con el apoyo de la Unidad Global de Apoyo a la Democracia de la Heinrich-Böll-Stiftung Unión Europea, forma parte del webdossier Juventudes y derechos humanos. Voces jóvenes en aumento y fue publicado originalmente aquí en inglés.