Entrevista con Carolina Rosas Heimpel, licenciada en artes visuales
Miles de muertos en la “guerra contra el narco”, una cantidad desconocida de mujeres asesinadas y muchas desapariciones. ¿Cómo influye esta violencia en el arte en Ciudad Juárez?
En la última escalada de la violencia, entre el 2008 y el 2012, todos tendimos a refugiarnos en nuestros hogares y nos encerramos. Los músicos por ejemplo no tenían dónde ir a tocar, tenían miedo de ir al antro o hacer toquines en las casas. No sé si fue casualidad o simplemente se acostumbraron a ese miedo, pero llegó un momento en que al mismo tiempo todo lo que estaba guardado en ellos explotó y salió. Se juntaron y dijeron: Estamos hartos tocando en el cuarto, armamos grupitos y salimos. Eso pasó en los últimos años.
Esa dinámica ¿se podía observar en distintos sectores del arte?
En la música era muy obvio. Pero sí, fue como que todos hubieramos decidido a salir. Hubo un boom, una explosión. Lo pudimos observar también en otras expresiones como la pintura. Muchos pintores tenían una actitud muy prudente en el sentido: “No voy a pintar ningún cuadro, porque estoy triste.” La pintura era más interna, más individualista. Ahora sí tiene un carácter más expresivo y de denuncia. Están presentes en el espacio público.
¿Qué es el espacio público en un lugar como Ciudad Juárez?
Juárez se caracteriza por tener un espacio público bien abandonado. Depués de esta cantidad de violencia en los últimos años la gente tiene mucho miedo de salir. Los padres de familias ya no permiten que sus hijos salgan al parque, aunque esté en frente de su casa. Se convierten en áreas tomadas por grupos delictivos.
El espacio público generalmente no es como en Alemania. Es feo y no te invita a usarlo. Las áreas verdes no son verdes, las banquetas no son banquetas. Los parques son lotes valdíos, algunos tienen unos juegos mecánicos donde los niños pueden jugar, pero no son lugares estéticamente de ellos. Juárez está hecho para los automobiles, existen puras calles. No tenemos ni museos ni galerías de arte.
Ustedes como artistas quieren recuperar este espacio. ¿Qué significa eso?
La idea es ocuparlo para refortalecer el tejido social. Es lo que intentamos por ejemplo en mi colectivo con el Bazar del Monu. Es un bazar cultural que se lleva a cabo cada domingo en un parque céntrico. Es un pretexto para retomar el lugar y realizar actividades para todos los artistas que están buscando espacios en Ciudad Juárez. Allá uno puede pintar, aprender, enseñar o exponer. Se ofrecen talleres de arte gratuitos, clases de dibujo o se hacen performances. Los grupos musicales locales tienen allí un lugar donde se presentan.
Así recuperamos el espacio para la diversión de la ciudadanía, pero también como un lugar de diálogo y de discusión pública de los temas que importan a la ciudanía. Es una recuperación para superar el miedo y el abandono. La ciudadanía siente que ese lugar es suyo. La propuesta del Bazar del Monu es que la gente entienda y valore que un parque es de ellos. Invitamos a usar el parque pero no con actividades desde arriba. Si uno ve que los baños no funcionan o le faltan árboles, que no espere al gobierno que lo arregle. Nunca lo va a hacer. Decimos: Si algo no te gusta ¿por qué no lo arreglas tú?
¿Cuál es exactamente el papel del arte en estos proyectos?
El arte está funcionando como el medio para hacerlo. Si el gobierno está pintando todo el municipio en un gris o un verde muy feo, los artistas llegan e intervienen estéticamente. El Colectivo Fundamental pintó un puente en rosa. Este grupo hace talleres en escuelas, invita a los jóvenes a tomar también ese espacio para representar allí lo que piensan de la ciudad. A través de un mural decían que hacían falta espacios o seguridad.
¿El hecho de que Ciudad Juárez esté ubicada en la frontera influye en el arte?
Muchos de los artistas están trabajando al otro lado, en El Paso. Convivimos mucho con los que están en El Paso. La frontera no queda como una división. El Colectivo Rezizte por ejemplo organiza cada año un festival, en el que artistas de ambos lados de la frontera se juntan. Rezizte es un grupo de estudiantes de diversas carreras que principalmente se dedican al diseño gráfico. Intentan promover una identidad juarense, una identidad fronteriza, por eso retoman el pachuco....
¿El pachuco?
Los cholos, mexicanos viviendo en los EE. UU. o en la frontera, fueron los que retomaron por esa convivencia con los Estados Unidos ciertas caraterísticas de la cultura gringa y la mezclaron con la cultura mexicana. Así se creó el pachuco. Rezizte retoma esa imagen y la convierte en un estencil. Toma personajes juarenses como el actor y cantador Tin-Tan, que en su forma de vestirse y hablar era un típico pachuco. Lo pasan a esténciles y lo ponen por toda la ciudad como recordándonos de esa identidad. Retoman también la figura del sicario y lo mezclan con la calavera, la muerte. Empezaron a pintar por diversos puntos de la ciudad una calavera que apunta directamente así con la pistola hacia el que pasa por allí.
Además hay por ejemplo los Bataillones Femeninos que hablan del trabajo en las maquiladoras, pero sobre todo denuncian los feminicidios, buscando empoderar a la mujer a través de la lírica combativa. Ellas cantan rap y componen canciones.
¿Dónde tocan?
En los barrios, en los antros, en el Bazar del Monu. Organizan un festival que se llama Feminem, actúan en la calle y tienen nexos con las asociaciones civiles. Dan talleres en un centro comunitario de un barrio popular y promueven el rap entre chicas menores de edad. Tienen un grupo en una preparatoria con chavas jóvenes. Dan esa heramienta que es el rap a muchas mujeres que quieren articularse pero no saben cómo para que hablen sobre lo que está pasando en la ciudad.
Usted dijó que el arte funciona como un comunicador entre la ciudad y la ciudadanía. ¿Qué quiere decir eso?
Los y las artistas surgen de un contexto específico de una ciudad específica. Son los mediadores porque al estar trabajando en la comunidad y proponiendo algo a través de pintar un mural, este mural se convierte en el mensaje. Los artistas están en el barrio y si mueren sus compas salen los grafiteros a ponerlos un memori. A recordar y recordar y recordar. Entonces allí queda la huella de lo que pasó.
¿Esta forma de ocupar el espacio apoya a bajar la violencia?
No en general. Pero en el Bazar del Monu temporalmente lo logramos. El parque está situado en el centro de la ciudad. Es un foco rojo donde desaparecieron mujeres. Además es un espacio donde hubo muchos robos en viviendas y de automobiles. Pero en los 15 años que ya existe el Bazar no han habido hechos violentos allá. Se debe a la presencia de la gente allí. Sí tu vas a otra hora u otro día que no sea un domingo es un lugar peligroso. Por lo menos a la hora del bazar baja la violencia en ese pequeño espacio de la ciudad.