La comunicación es una necesidad vital. Según el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, “todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; […] incluye el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras por cualquier medio de expresión." Tal derecho asegura el intercambio de información y el acceso a espacios y medios tecnológicos y sociales, y promueve la participación democrática de las personas para informar y ser informadas.
Pero, aunque hoy el acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) debiera ser parte de nuestra vida cotidiana, ¿esto vale para tod@s? En México hay comunidades que aún padecen acceso limitado a dichos medios de comunicación y, sin la intervención del Estado o privada, enfrentan exclusión social y socio-económica, en este caso conocida como “brecha digital”, buscando reducirla por sí mism@s.
A la brecha digital se ve confrontada una comunidad nahua de 700 personas en la región Sierra-Costa de Michoacán, cuyo nombre no se cita en esta historia por razones de seguridad. Se asienta ahí desde hace apenas unos doscientos años, pues tuvo que mudarse de su sitio de origen y desde principios del siglo XX defiende su territorio: siendo propietaria originalmente de más de 20 mil hectáreas, ahora posee solo 3 mil, por el despojo sistemático, aparte de que afrontó la explotación ilegal de una mina en el año 2012.
Buscando recuperar su territorio por medios legales, esta comunidad no ha logrado la intervención de los gobiernos estatal y federal que le dé certidumbre jurídica. Aun así, se esfuerza por conservar sus recursos y coexistir de manera armónica con la naturaleza.
Para ayudar a mejorar las condiciones en cuanto a medios de comunicación desde una perspectiva alternativa y comunitaria de este pueblo, en octubre fue impartido un taller sobre comunicación como herramienta para la autonomía comunitaria en Morelia, la capital de aquel estado. Participaron siete personas de esa dicha comunidad, entre 18 y 49 años, dos mujeres y cinco hombres, organizado por la Red Solidaria de Derechos Humanos, Redes por la Diversidad y Equidad y Sustentabilidad, AC. con apoyo de la Fundación Heinrich Böll. El objetivo fue diagnosticar el contexto, evaluar las posibilidades de comunicación en la comunidad y construir un proyecto de comunicación comunitaria para llevar las ideas desarrolladas al seno de la propia comunidad. e-Tics estuvo ahí y esta historia fue recogida de voz de los propios habitantes, que viven así la brecha digital.
Esto es la brecha digital
Por principio de cuentas, en la comunidad hay teléfonos móviles, que principalmente usan los jóvenes para acceder a redes sociales y hacer tareas. Sin embargo, puesto que no hay cobertura de red, para comunicarse por esta vía según Pedro[1], 49 años, de la comunidad, deben trasladarse “media hora de camino, en el carro, unos 40 kilómetros”, en busca de señal. Otro problema es que el costo de 150 pesos por apertura de contrato y 100 pesos como mensualidad es alto y no garantiza la calidad del servicio, que es pésima.
Imaginemos: Para comunicarse por Whatsapp o acceder a Internet, por ejemplo, deben salir de su casa y recorrer hasta 40 kilómetros en busca de una zona dentro de su territorio donde conectarse. Y solo el 43 % de los habitantes puede permitirse este lujo. Aún así, cuando se agotan los megabytes del servicio, deben dejar pasar dos o tres meses para recargar nuevamente su teléfono móvil, con el fin de ahorrar ―permaneciendo incomunicados por esta vía.
Por otra parte, la comunidad posee teléfonos satelitales, radios portátiles y perifoneo para la comunicación local, con las autoridades o al exterior, lo cual incluye desde avisos y emergencias, hasta llamadas con familiares que emigraron a Estados Unidos. El problema es que el teléfono satelital es uno de los medios más costosos y económicamente inaccesibles.
En el ámbito doméstico, el medio más común es la televisión, que solo pueden ver contratando el servicio de paga, con una tarifa mensual de 200 pesos, aunque con el riesgo de no poder verla, debido a los frecuentes cortes de electricidad o señal a causa de las lluvias y la mala infraestructura.
La comunidad no cuenta con estación de radio propia, lo cual le impide escuchar noticias, avisos o historias de su propio entorno. Carmen, una mujer nahua de 20 años, cuenta: “Lo que hacemos en caso de que necesitemos dar a conocer algo muy importante de la comunidad, sea un aviso de que murió algún familiar, por ejemplo, de personas que están en Estados Unidos, es acudir a otro pueblo. Se tarda alrededor de dos horas y media para llegar hasta ahí. Esa radio la escuchamos la mayoría de la comunidad, pero no es de nosotros”.
Finalmente, si la electricidad se interrumpe, todo el sistema de la comunicación deja de funcionar y hasta ahora no existe ningún apoyo externo, de manera que cada quien paga de su bolsa sus medios de comunicación.
La comunidad planea instalar una antena y una base de radio, para disponer de su propia red, posibilitando así tanto llamadas como mensajes de larga distancia al resto de México y el mundo: “A mí me gustaría que tuviéramos una propia radio a futuro, porque yo lo veo como una manera de hacer a la comunidad ver al mundo, transmitir cuáles son nuestras raíces, nuestras costumbres, y más sobre nuestras historias, un espacio dedicado en lengua náhuatl, lo que nos hace ser parte de esa comunidad, sobre lo que somos”, dice Carmen.
También rescatará los espacios comunes abandonados, para promover una mejor convivencia; pintará murales con imágenes y mensajes de importancia local y cultural, y está planeando gestionar su propia emisora de radio, con el fin de dar voz a sus habitantes y fortalecer el idioma náhuatl y, en general, el “espíritu indígena”.
La comunidad tomará los medios en sus manos
Los derechos de acceso a los medios de comunicación, acceso a la información y a saber son herramientas de poder y cambio colectivo. La elaboración sistemática y transmisión de conocimiento es la base del desarrollo sustentable y la participación política libre, la educación digna y el acceso a servicios sanitarios, por ejemplo.
Para el acceso pleno a los medios de comunicación se requiere ―aparte de la infraestructura― capital económico. Como se ha dicho, los miembros de la comunidad deben alejarse de sus hogares para conectarse con el mundo exterior, y eso siempre que dispongan de los recursos, el tiempo y la movilidad requeridos. Esto provoca desigualdad al seno de la comunidad, en contravención con el citado artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos acerca del derecho vital de expresarse sin limitaciones.
Al no contar con intervención externa, por ejemplo, del gobierno y las empresas de comunicación, la comunidad se ve obligada a actuar de manera completamente autónoma, tomar sus propias decisiones y buscar recursos económicos para hacer inversiones de largo plazo y sustentables para ejercer su derecho a la libre expresión. Esto requiere de la toma de decisiones democrática, para no agudizar las desigualdades, incluidas las relativas a edad, profesión y género, así como considerar sus valores como pueblo indígena.
Todos los días aparecen nuevas apps, en cada momento cambiamos nuestra forma de comunicarnos, con nuevos medios, buscando alcanzar ámbitos aún desconocidos de comunicación digital. Pero, a pesar de todo este desarrollo, la brecha digital persiste y no desaparecerá por sí sola: hay que lograr que la comunicación sea un derecho efectivo para todas y todos.
Si deseas saber más sobre comunicación comunitaria y qué apoyo reciben las comunidades indígenas visita http://www.redesac.org.mx/comunicacion-comunitaria y https://rhizomatica.org/.