“NO ME DIGAS GUAPA” es el título, en letras gigantes y rojas de la revista ciudadana Chilango, la cual es conocida normalmente por dar sugerencias de bares y restaurantes en la Condesa. No es que falten en este número de junio [2017], pero en este ejemplar el tema principal de la revista gira en torno a la violencia contra las mujeres en la ciudad, el país e Internet. El subtítulo, “De los ‘piropos’ a los feminicidios en la ciudad. ¿Cómo llegamos hasta aquí?”, ya adelanta la diversidad de acoso y violencia que viven las mujeres en México.
Lo interesante es que la violencia de género en internet abarca ya una considerable parte. En este número se nota —en cada artículo, aunque en unos más que en otros, y ya la portada lo muestra.
Por una parte el título hace referencia a la bloguera Tamara de Anda. Ella denunció a un taxista que le gritó “guapa” y contó lo que pasó en las redes sociales. La idea fue hacerlo para animar a más mujeres a denunciar acosos —ya que estos han sido normalizados y son aceptados en la sociedad mexicana. Pero al final Tamara de Anda tuvo que luchar contra tantos comentarios y acoso en internet que es posible que muchas mujeres se vieran más bien intimidadas en lugar de animadas a denunciar. La presión es gigante tanto en la calle como en línea.
La feminista alemana Anne Wizorek conoce este fenómeno y lo explica de esta manera: “Toda mujer que escribe sobre temas relacionados al feminismo en Internet, se da cuenta de forma súbita qué significa ser vista de esa manera. […] En la mayoría de los casos, una mujer no tiene que ser abiertamente feminista para que sea acosada y reciba comentarios con un alto contenido de desprecio —tanto en la red como en la calle: ocurre sólo por ser mujer”.
Entonces el problema es más profundo y al mismo tiempo simple: te pasan estas cosas por ser mujer. Aquí en México es tan fuerte que te matan solamente por ser mujer. Este machismo demasiado violento también se muestra en Internet y más en las redes sociales.
Aparte del caso de Tamara de Anda, el título se refiere al fenómeno de comentarios con amenazas: detrás de las letras rojas se muestran muchas de estas. Las fotos de perfil y los nombres de los acosadores fueron pixelados, aunque la mayoría de los comentarios se pueden leer claramente: “te voy a hacer más que violar, te voy a reventar y ofrecerte con los demás, te voy a humillar, tú sabes que soy tu dueño puta” o “ya tengo tu IP, voy a matarte y violar tu cadáver“.
No es una novedad que miles de mujeres reciban comentarios parecidos, pero el choque es tan fuerte que cuesta creer también que existan personas que puedan escribir algo tan horrible y obsceno. Que estos comentarios se puedan mandar sin ninguna consecuencia judicial da miedo, y que las empresas detrás de las redes sociales como Facebook y Twitter no sepan qué hacer (por lo menos, no actúan), preocupa.
En 2015 hubo un encuentro entre Twitter y ciberactivistas, entre ellxs Estrella Soria, activista feminista e integrante del hackerspace Rancho Electrónico. En la revista la citan diciendo: “Su política es ambigua. Ellos apuestan a una autorregulación de la propia comunidad”. Y parece que esto es el caso hasta hoy en día y que obviamente no funciona.
Lo contradictorio es que al mismo tiempo se muestra la importancia de Twitter para hacer visible la violencia contra las mujeres. Hashtags han acompañado la mayoría de protestas y casos de violencia desde hace algunos años. Uno de los más conocidos es #MiPrimerAcoso, donde millones de mujeres contaron del primer acoso que sufrieron. La cantidad gigante de casos hizo ver que ya le pasa hasta a las más jóvenes, las niñas. Así, surgió un sentimiento de solidaridad entre ellas, de que ninguna está sola o que tiene la culpa.
Al mismo tiempo el #VivasNosQueremos estaba relacionado con las marchas contra el machismo. Hubo varias marchas por diferentes ciudades de México el 24 de abril 2016. Uno de los hashtags más recientes es el #SiMeMatan que tiene que ver con el caso de Lesvy Berlín Osorio. El 3 de mayo de este año la joven de 22 años fue encontrada asesinada en la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México. Pasó algo que ya había ocurrido varias veces: se publicó información sobre la víctima que no debería ser publicada. Por una parte esa información no tenía nada que ver con el caso policial y por otro lado estaban desprestigiando la imagen de la víctima. En el caso de Lesvy fue información de que ella no había terminado la escuela, que consumía drogas y lo peor: parecía que estas eran las razones por qué la mataron, que ella lo merecía.
El hashtag sirvió para ridiculizar la información que la Procuraduría publicó. Muchas mujeres empezaron de escribir las cosas que dirían sobre ellas si las mataran, “nunca acabó su tesis”, ”tiene tatuajes”, “es lesbiana”, etc. Aunque es una buena acción, igual es muy fuerte, porque en este país no se sabe cuándo matarán a la próxima, lo que se sabe es que va a ser pronto.
Finalmente, es importante que este número de la revista Chilango muestra la violencia contras las mujeres —tanto en la red como en las calles— y que urge un cambio en la sociedad.
Aunque también la revista muestra fallas machistas. Parece que no es tan fácil cambiar. En este caso el director editorial Juan Luis R. Pons publicó una nota al final de la editorial: “Creo que es hora de callarnos la boca y escucharlas con respeto. Empecemos por nuestra propia casa”. Deja abierta la frase de si se refiere a la casa de la revista o la casa de cada unx, pero al menos en este número tres de los primeros cinco artículos con el enfoque del tema principal fueron escritos por hombres, entonces qué entiende Juan Luis R. Pons por “escuchar”? Eso no significa que está mal que igual hombres se enfrenten y se ocupen de este tema.
Por ejemplo en el artículo “Estampas de un país (y una ciudad) que odia a las mujeres”, de Fernando Rivera Calderón, se describe por turnos acciones o frases misóginas de personas públicas y experiencias de amigas que sufrieron acoso y violencia, y muestra —en mi opinión— cómo puede funcionar escuchar y al mismo tiempo solidarizarse. Pero sí me parece raro ocupar tanto espacio en la revista para artículos escritos por hombres si la idea es que “ellos” cierren la boca y “las escuchen”. Porque sí, ya es tiempo de escucharlas.