Los comunes: por un futuro justo y sustentable. Perspectivas de David Bollier

El 24 de mayo de 2023, la Ciudad de la Cultura de Túnez bullía de entusiasmo al acoger la sexta edición de la Conferencia Verde, un acto organizado por la Fundación Heinrich Böll Túnez. La conferencia de este año puso de relieve un concepto emergente: los comunes (commons), con la presencia de David Bollier, coautor del libro Free, Fair and Alive. Este encuentro ofreció al público una oportunidad única de familiarizarse con este concepto innovador que ha suscitado un gran interés en la comunidad intelectual mundial.

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Conferencia verde #6

Pero, ¿qué son exactamente los bienes comunes? El concepto propone una gestión colectiva, equitativa y sostenible de los recursos, ya sean materiales o inmateriales. Aunque el término pueda parecer nuevo, los "comunes" (commons) tienen raíces ancestrales en Túnez, donde las prácticas de compartir recursos eran habituales en el pasado. Los agricultores tunecinos, por ejemplo, se reunían en torno a una fuente de agua para satisfacer sus necesidades diarias o cultivar sus huertos y oasis. Hoy en día, este concepto adquiere una nueva dimensión, proporcionando un enfoque pertinente para abordar las crisis ecológicas, sociales y económicas a las que se enfrenta la humanidad y para construir sociedades resistentes y sostenibles.

Conferencia verde #6: 23 mai 2023

La Conferencia Verde fue una oportunidad para redescubrir el concepto de "comunes" en Túnez y fomentar un diálogo constructivo basado en ejemplos concretos extraídos de prácticas locales relacionadas con esta noción. Los oradores compartieron las diversas formas vibrantes de "comunes" presentes en la sociedad tunecina, prácticas que han perdurado a lo largo de la historia hasta nuestros días. El objetivo de este acto era sensibilizar al público sobre las ideas y prácticas asociadas a los "comunes", destacando sus beneficios y los retos que plantean para la gobernanza de los recursos compartidos en Túnez.

Conferencia verde 2 #6: 23 mayo 2023

El panel de esta conferencia estaba compuesto por dos distinguidos expertos en la materia. En primer lugar, David Bollier, coautor de Free Fair and Alive, subió al escenario para presentar la conferencia y compartir sus conocimientos sobre el tema. Posteriormente, Safouane Azzouzi, investigador tunecino especializado en el campo de los "comunes", arrojó luz sobre las prácticas locales y su relevancia en el contexto tunecino.

Esta conferencia puso de manifiesto que los "comunes" representan una vía prometedora hacia la construcción de un futuro más justo y sostenible. Al hacer hincapié en la gestión colectiva y equitativa de los recursos, este concepto ofrece una alternativa sólida a los modelos tradicionales, fomentando la cooperación y la solidaridad en el seno de la sociedad. Los ejemplos concretos presentados durante el acto demostraron que los "comunes" no son meros conceptos abstractos, sino que están profundamente arraigados en la historia y la cultura tunecinas.

Conferencia verde 3#6: 23 mayo 2023

La Conferencia Verde sobre los "comunes" fue un éxito y brindó a los tunecinos una oportunidad única de informarse, debatir y reflexionar sobre este enfoque alternativo para forjar un futuro más duradero y resiliente. Al explorar las prácticas locales y beneficiarse de la experiencia de personas como David Bollier y Safouane Azzouzi, el público se queda con una mejor comprensión de este prometedor concepto y sus perspectivas para una sociedad más justa y responsable en relación con los recursos compartidos.

A continuación, presentamos el texto completo de la presentación de David Bollier traducido al español.


Los bienes comunes como islas de aprovisionamiento y objetivos compartidos

Conferencia Verde de David Bollier en la Fundación Heinrich Böll-Túnez

Túnez, Túnez / 24 de mayo de 2023

Gracias por su generosa invitación para ofrecerles hoy esta Conferencia Verde.

Reflexionando sobre el trabajo de la Fundación Boell, este público y mis propias experiencias como estudioso y activista de los bienes comunes, me he dado cuenta de que compartimos muchas sensibilidades. Estuve tentado a titular mi charla "El insospechado poder de los desvalidos y cómo prevalecen". Cada uno de nosotros lucha, a su manera, por superar los restos económicos, sociales e ideológicos del siglo XX, que sentimos como un peso muerto alrededor de nuestros cuellos. ¿Cómo podemos emanciparnos de algunas ideas arcaicas e instituciones ineficaces y avanzar con ideas e instituciones nuevas que tengan en cuenta nuestras realidades actuales?

Hoy me gustaría presentarles la idea de los comunes y sugerirles su enorme potencial para reimaginar muchas cosas: la economía política, nuestras relaciones sociales, nuestras relaciones con la Tierra, nuestra vida interior.  No cabe duda de que se trata de una propuesta difícil. No sólo tenemos que desarrollar lógicas sociales y formas institucionales muy diferentes mientras estamos inmersos en un sistema heredado arraigado y hostil. También tenemos que cambiar nosotros mismos. Cada uno de nosotros, a nuestra manera, ya seamos del Norte o del Sur, de las ciudades o del campo, o de diferentes orígenes raciales o religiosos, tenemos que superar los numerosos traumas no resueltos del capitalismo, el colonialismo y el poder estatal centralizado cuyas normas hemos interiorizado o reprimido.

Estoy muy contento de que mi libro Free, Fair and Alive, escrito en coautoría con mi difunta colega Silke Helfrich, se haya publicado por fin en francés, con el título Le Pouvoir Subversif des Communs.  Estoy entusiasmado porque nuestro libro aborda muchas de las cuestiones que acabo de mencionar. Destila las lecciones del extenso trabajo de campo que Silke y yo hemos realizado sobre docenas de comunes de todo el mundo, y de nuestro estudio sobre la modernidad capitalista y la política. Llegamos a la conclusión de que el procomún -¡verdaderamente uno de los grandes conceptos desvalidos de nuestro tiempo!- tiene un futuro más prometedor de lo que la opinión respetable puede imaginar.

La opinión respetable sigue creyendo que el mercado y el Estado son los únicos sistemas consecuentes para hacer las cosas. (Me gusta llamarlo mercado/Estado por la profunda alianza simbiótica entre mercado y Estado y su visión compartida del crecimiento económico, el progreso, la racionalidad y la separación de la humanidad de la naturaleza, la mente del cuerpo y el individuo de la colectividad). Pero dada la crisis cada vez más profunda del cambio climático y otras catástrofes ecológicas, dados los innumerables daños y la alienación causados por la desigualdad de la riqueza, la precariedad y las estructuras capitalistas, creo que los comunes -en cooperación con otros movimientos de cambio del sistema- pueden ser una de las pocas vías de escape prácticas de que disponemos.

¿Por qué esta confianza?, se preguntarán.  Porque el impulso humano hacia lo común es intemporal. Es instintivo. Nuestra capacidad para cooperar y compartir -diseñar reglas colectivas, negociar diferencias, mantener la coherencia de la comunidad frente a intrusos y vándalos- es tan antigua como la propia especie humana.  Los científicos evolucionistas dirán que las estrategias cooperativas son una de las principales razones por las que los seres humanos han sobrevivido durante milenios. Así es como los humanos desarrollamos las herramientas y la agricultura, la religión y el arte, el lenguaje y la cultura. Desde una perspectiva histórica y civilizacional, la solidaridad es el sistema de gobierno por defecto de nuestra especie.  Los extremos libertarios e individualistas del capitalismo industrial y digital contemporáneo -y del Estado-nación moderno- son aberraciones extrañas en el largo recorrido de la historia humana.

Por tanto, los comunes no son algo nuevo, sino ancestral. Y no es una idea occidental (aunque Occidente la esté redescubriendo ahora). Los bienes comunes son una forma social universal o, más fundamentalmente, un atributo de los sistemas vivos.  La vida misma emerge a través de relaciones simbióticas y profundamente interdependientes, como lo demuestran los ecosistemas y la Tierra, como Gaia.

Otra razón por la que soy tan optimista sobre el futuro de los comunes es la diversidad real y el poder de innumerables sistemas de procomún en la actualidad. Hay un enorme universo de iniciativas de bien común de abajo hacia arriba floreciendo por todo el mundo.  El problema es que estos proyectos, aunque omnipresentes, son microinvisibles.

Sin embargo, millones de personas se dedican a los comunes porque es una forma de satisfacer sus necesidades y mejorar su seguridad mediante el sustento integral y la gobernanza directos y auto organizados. En lugar de recurrir al Estado, a los organismos internacionales y a las empresas -que a menudo fracasan y se desmoronan-, la gente confía en lo comunitario para cultivar sus propios alimentos, prestarse ayuda mutua, construir viviendas, proteger el agua y gestionar los espacios urbanos.  La gente está construyendo comunes digitales para la información y las obras creativas y desarrollando plataformas de software para beneficiar a los usuarios y al público en general, y no sólo a los inversores. Están ideando sistemas financieros y monetarios alternativos, proporcionando cuidados a ancianos, enfermos y niños, y responsabilizándose de muchas otras necesidades cotidianas.

El objetivo general de los comunes es compartir o mutualizar los beneficios de la riqueza gestionada colectivamente. Las personas que se convierten en comuneros rechazan la idea de convertirse en empresarios privados o capitalistas porque saben lo que suelen conllevar las estrategias empresariales extractivistas: la explotación de las personas, la destrucción ecológica, la polarización política, la inestabilidad social.  Los comuneros se dan cuenta de que la mano invisible no se ocupará del bien común. Tampoco lo harán los Estados-nación, que tan a menudo están en deuda con los inversores y las empresas capitalistas. Ciudadanas y ciudadanos deben ser pioneros en una nueva versión del bien común, a nivel celular de la sociedad, a través de sus comunes.

Debo añadir que los comunes son sistemas que elegimos nosotros mismos. No dependen de la "cooperación" coercitiva, ya sea del Estado o del mercado. El Estado puede ofrecer apoyo a los bienes comunes y las empresas pueden tener formas limitadas de intercambio con ellos. Pero el control o la interferencia externa destruirán a los comunes. Un atributo crítico de cualquier procomún es, por tanto, su autonomía. Los participantes deben tener los derechos y libertades individuales para suscribir acuerdos comunitarios, asumir libremente responsabilidades y beneficiarse de los frutos de su cooperación.

Y todo ello con un espíritu de inclusión, no de exclusión. Por supuesto, los comuneros que asumen la responsabilidad del trabajo deben ser los primeros en reclamar lo que se produce o administra. Pero dicho esto, los comunes se esfuerzan por respetar la dignidad y las necesidades de todos, independientemente de su sexo, raza, etnia, edad o religión. También son conscientes del legado de nuestros antepasados y de las necesidades de nuestros hijos y de las generaciones futuras.

Espero que puedan comprender por qué creo que los comunes pueden tener un valor práctico e inspirador en el Túnez de hoy.  Vivimos en un interregno. El viejo orden aún no ha muerto, pero el nuevo no está listo para nacer. Esto significa que hay aperturas poco comunes en el sistema que pueden explotarse; hay oportunidades especiales para innovar. Las posibilidades latentes están disponibles no sólo en países como Túnez, sino en lugares donde la gente desea ir más allá de las narrativas capitalistas convencionales de "desarrollo" y "progreso".

Quizás se pregunten: ¿Qué implica exactamente el concepto de comunes que debamos hacer, y cómo?  Para responder a esta pregunta, explicaré en primer lugar cómo la economía estándar e incluso muchos estudiosos tradicionales de los bienes comunes los interpretan erróneamente como recursos, cuando en realidad se entienden mejor como sistemas sociales. Para ilustrar este hecho, ofreceré un breve recorrido por el pluriverso -los numerosos proyectos, sitios web, movimientos y libros que componen el mundo de los bienes comunes- para que puedan hacerse una idea de lo vastos y variados que son en realidad los bienes comunes contemporáneos. Y, por último, debemos considerar la política y el derecho. ¿Cómo podría desarrollarse el procomún y relacionarse de forma constructiva con los mercados convencionales y el poder estatal?


Durante más de cuarenta años, gran parte del público culto ha considerado que los comunes son un régimen de gestión fracasado.  Esta idea se remonta a un famoso ensayo escrito por el biólogo Garrett Hardin en 1968, "La tragedia de los comunes".  Hardin presentaba la parábola de un pasto compartido en el que ningún pastor tiene un incentivo "racional" para limitar el pastoreo de su ganado.  El resultado inevitable, decía Hardin, es que cada persona utilizará egoístamente la mayor cantidad posible del recurso común, lo que inevitablemente desembocará en su sobreexplotación y ruina: la llamada "tragedia de los comunes".  La mejor solución, argumentaba Hardin, es asignar derechos de propiedad privada a los recursos - o utilizar la coerción gubernamental para regular la actividad económica.

Pero aquí viene lo sorprendente: Hardin no estaba describiendo un procomún. Describía un régimen de libre acceso o de "todo gratis" en el que todo se puede tomar libremente. En un sistema comunal real, como sistema social, por el contrario, hay una comunidad distinta que gobierna el recurso y su uso.  Los comuneros negocian sus propias normas de acceso y uso, asignan responsabilidades y derechos y establecen sistemas de control para identificar y penalizar a los aprovechados.

La profesora Elinor Ostrom ayudó a rescatar a los comunes del desprestigio de la parábola de la "tragedia" al documentar cómo cientos de comunes, la mayoría en entornos rurales de los países más pobres, han gestionado de hecho la tierra, el agua, los bosques y la pesca de forma sostenible. Desde un punto de vista empírico, los comunes pueden funcionar, y funcionar bien.  El histórico libro de Ostrom de 1990, Governing the Commons, es famoso por identificar ocho "principios de diseño" clave para el éxito de los comunes. Por su trabajo, Ostrom ganó el Premio Nobel de Economía en 2009, siendo la primera mujer en recibirlo.

Por desgracia, la profesión económica e incluso Hardin y Ostrom han tratado los comunes principalmente como una cuestión de individuos racionales que utilizan los derechos de propiedad convencionales para gestionar los recursos, prestando relativamente poca atención a la dinámica social de los comunes. En nuestro libro Free, Fair and Alive, Silke Helfrich y yo invertimos el enfoque que se suele dar a los comunes. Destacamos la dinámica social de los comunes como la historia principal, y consideramos los recursos como una cuestión subordinada. Aunque el carácter de un recurso puede ser muy importante en los comunes -algunos recursos, como la tierra, son finitos y agotables; otros, como el código informático, se reproducen fácilmente y se comparten a bajo coste-, la cuestión es que no existe una lógica inherente a los recursos que dicte cómo deben asignarse, utilizarse y gestionarse.  Es una elección social. Las sociedades lo deciden por sí mismas -o más exactamente, las élites guardianas del Estado, el capital y la ley tienden a imponer sus propias prioridades-. 

Lo que hay que subrayar es que los bienes comunes son realmente comunalizables: el procomún como verbo, no como sustantivo.  Los comunes son una práctica social dinámica y en evolución, no una cosa, un bien o un recurso.  Por supuesto, hay recursos en los comunes, pero lo que importa es que una comunidad definida aplica sus propias normas, prácticas, tradiciones, rituales y valores a la gestión de su riqueza compartida. Un sistema de procomún se entiende mejor como un sistema social vivo de agentes creativos.

Economistas y responsables políticos suelen rechazar esta idea porque pone en tela de juicio la teoría capitalista de la creación de valor, según la cual la riqueza es generada por individuos racionales que realizan transacciones en el mercado. El procomún visto como un sistema social también desafía los ordenados modelos matemáticos cuantitativos y la mentalidad mecánica de causa y efecto que tanto gusta a los economistas. Si los comunes se tratan como una actividad y unas relaciones sociales desordenadas y no lineales que se comprenden mejor a través de la antropología, la sociología, la psicología cultural y la sabiduría espiritual, se pone en peligro la presunción de los economistas de que su disciplina es una ciencia dura.

Y, sin embargo, los comunes existen en casi todas partes, ¡como un reproche permanente a la economía! Son marginados e ignorados precisamente porque no se ajustan a las categorías de pensamiento de la economía capitalista y la modernidad. Este hecho me ha desanimado durante mucho tiempo. Así que hace dos años me di a la tarea de identificar docenas de proyectos, organizaciones, movimientos, sitios web, libros y literatura que conforman el Pluriverso. Publiqué descripciones de todos ellos en The Commoner's Catalog for Changemaking para que la gente se hiciera una idea de la enorme riqueza que generan los bienes comunes. He aquí un rápido resumen para que puedas tener algunos puntos de referencia:

La tierra como bien común.  La descomodificación de la tierra es una forma importante de hacerla accesible y asequible para la agricultura, la vivienda y la conservación locales. Una herramienta importante en este sentido son los fideicomisos de tierras comunitarias, que retiran tierras del mercado y las convierten en bienes comunes a perpetuidad. Los fideicomisos de tierras ayudan a preservar el paisaje, hacen asequible el cultivo local de alimentos nutritivos y reducen la desigualdad de la riqueza.  La desmercantilización de la tierra puede llevarse a cabo de muchas otras maneras:  El Estado o las comunidades locales pueden desempeñar un valioso papel en la provisión de vivienda social, y los proyectos de covivienda dirigidos por iguales, las cooperativas de vivienda o federaciones como la Mietshäuser Syndikat alemana pueden construir viviendas basadas en el bien comunal.

La ciudad como bien común.  Los habitantes de Barcelona, Ámsterdam, Seúl, Bolonia y docenas de ciudades grandes y pequeñas ven en los comunes una nueva y prometedora forma de gobernanza colaborativa y una manera de reclamar las ciudades de manos de los desarrolladores e inversores ricos. En Cataluña, un sistema Wifi regional de más de 40.000 nodos se gestiona como un procomún, proporcionando acceso a internet de alta calidad y menor coste que las empresas. Muchos ayuntamientos se están esforzando por establecer colaboraciones entre el sector público y el sector privado con el fin de crear makerspaces, sistemas de agricultura urbana, comunes de información cívica y proyectos de mejora de los barrios.

Comunes tradicionales e indígenas. Se calcula que dos mil millones de personas en todo el mundo dependen de los bienes comunales para su subsistencia diaria, a través de la administración de los bosques, la pesca, las tierras de cultivo, los pastos, el agua y la caza silvestre. La comunalización llevada a cabo por las comunidades tradicionales y los pueblos indígenas está demostrando alternativas más sanas a la agricultura industrial y formas de proteger el suelo, el agua y la biodiversidad.

Soberanía alimentaria local en Occidente. Hay muchos movimientos para reinventar la agricultura local y las cadenas de suministro de alimentos en Europa y Norteamérica. La agricultura ecológica local inició esta tendencia hace cincuenta años, y ahora se observa en la permacultura, la agroecología, el movimiento Slow Food e incluso el movimiento Slow Fish. Las cooperativas alimentarias son un modelo de probada eficacia para unir a agricultores y consumidores en relaciones de apoyo mutuo, que ayudan a bajar los precios, garantizan un suministro local de alimentos más estable y prácticas agrícolas respetuosas con el medio ambiente.

Monedas locales alternativas. Muchas comunidades de todo el mundo han creado sus propias monedas regionales. La idea es captar el valor financiero localmente en lugar de dejar que se desvíe a los grandes centros financieros, para que pueda estimular los mercados locales, la creación de empleo y la identidad cultural. En el oeste de Massachusetts (de donde procede el autor) la moneda BerkShares se ha convertido en la moneda alternativa de mayor éxito en Estados Unidos. Timebanking es otra valiosa innovación monetaria: un sistema de trueque de servicios que permite a los ancianos y a las personas sin mucho dinero cubrir sus necesidades.

Software de código abierto y producción entre iguales. La explosión del software libre y de código abierto en los últimos veinticinco años es un poderoso símbolo de comunalización.  Al descomodificar el código y aprovechar el poder de las comunidades abiertas y auto organizadas, el software libre y de código abierto ha construido Linux, una infraestructura vital para Internet, Wikipedia y muchos sistemas de software de categoría mundial, para la deliberación en grupo, la elaboración de presupuestos en grupo y el almacenamiento de archivos en la nube.

Producción cosmolocal. Una rama del software libre es la producción cosmolocal, un sistema que permite compartir diseños y conocimientos a escala mundial y la producción física de objetos a escala local. Este proceso ya se utiliza para vehículos de motor, muebles, casas, aparatos electrónicos y maquinaria agrícola. Una comunidad mundial de diabéticos ha producido incluso un dispositivo de administración automática de insulina más barato y sofisticado que los productos médicos comerciales. Uno de los tipos de producción cosmolocal más sólidos es el de la maquinaria agrícola, como se observa en los grupos Farm Hack y Open Source Ecology, que están ayudando a los pequeños agricultores a utilizar planes de diseño de talla mundial para producir equipos agrícolas de bajo coste en sus circunstancias locales.

Licencias Creative Commons y contenidos compartibles. La invención de las licencias Creative Commons hace veinte años ha hecho posible compartir legalmente escritos, música, imágenes y otros géneros creativos sin pago ni permiso. Estas licencias públicas, voluntarias y gratuitas están reconocidas actualmente en más de 170 jurisdicciones legales de todo el mundo, lo que permite compartir enormes cantidades de contenidos de formas que, de otro modo, se considerarían "piratería" según la legislación sobre derechos de autor.


Lo notable de cada uno de estos comunes es que siempre se basan en las peculiaridades de su contexto. Me ha asombrado descubrir comunes dedicados al teatro no comercial, a la construcción de microscopios científicos con tecnología de código abierto, a la creación de mapas en línea para ayudar al rescate humanitario y a ofrecer hospitalidad a personas refugiadas y migrantes.  En todos los casos, la gente aporta sus propias geografías, historias, tradiciones, prácticas de aprovisionamiento, valores e intersubjetividades a los retos de la puesta en común. Por lo tanto, "visto desde dentro", cada procomún no sólo es único, sino que es un ejercicio de "construcción del mundo". Esto nos obliga a darnos cuenta de que el mundo es en realidad un robusto "pluriverso", no una monocultura de capitalismo global, política neoliberal y consumismo.  

Pero... si los bienes comunales son muy irregulares e incluso únicos, ¿cómo empezar entonces a hacer generalizaciones sobre ellos?  ¿Qué los relaciona?  Podemos decir que un procomún surge siempre que una comunidad determinada intenta gestionar colectivamente algún tipo de riqueza compartida, haciendo hincapié en el acceso y uso justos y la sostenibilidad a largo plazo. Pero eso no explica qué hay de similar entre bienes comunes con relaciones y actividades muy variables en contextos muy diferentes.

Silke Helfrich y yo nos dimos cuenta de que, si queremos entender los comunes en sus propios términos, tenemos que adoptar heurísticas y metodologías diferentes. Tenemos que ver cada procomún como un sistema social integrado que constituye una cosmovisión distinta. La cosmovisión moderna imperante es demasiado reduccionista al afirmar que los comuneros son individuos racionales que buscan maximizar sus intereses materiales mediante la cooperación, en lugar de a través de transacciones de mercado.   

Una vez que Silke y yo nos dimos cuenta de que los comunes no son recursos, sino organismos sociales vivos formados por personas que se relacionan entre sí, con la Tierra y con las generaciones pasadas y futuras; y que los comunes se basan en toda la capacidad emocional, ética, espiritual y cultural de las personas, no sólo en su racionalidad calculadora, nos dimos cuenta de que teníamos que abandonar la gran narrativa y el vocabulario de la economía estándar. Nos dimos cuenta de que la solidaridad es, de hecho, una vitalidad dinámica que se crea y se mantiene a través de las relaciones sociales y ecológicas.

Esta es la idea que Silke y yo nos propusimos explicar en Free, Fair and Alive. Queríamos responder a preguntas como:  Si todo gira en torno a la relacionalidad, ¿cómo se alinean exactamente las diversas personalidades y prioridades en comunes coherentes? ¿Cómo se fabrican cosas importantes y se proporciona atención a través de la cooperación, sin depender únicamente del intercambio de dinero? Si las personas no deben actuar como "consumidores" o "empleados" que trabajan en rígidas jerarquías de poder, ¿cómo surgen y se mantienen los sistemas horizontales de cooperación impulsados por los iguales?

Afortunadamente, pudimos apoyarnos en los hombros de la profesora Elinor Ostrom y sus pioneros "principios de diseño" de la gestión exitosa de los bienes comunes. Ostrom había identificado la necesidad de unos límites claramente definidos, por ejemplo, y de unas reglas de gobierno creadas por los propios comuneros. Descubrió que los comuneros deben poder participar en la elaboración de las normas y en el control de su cumplimiento. Si surgen disputas, un procomún debe tener su propio sistema rápido y de bajo coste para resolverlas. Y los comunes deben ser independientes de las autoridades estatales.

Y, sin embargo, este pensamiento tradicional sobre los comunes se mantiene en gran medida dentro del marco económico estándar, como ya he mencionado. No presta mucha atención a la vida interior de los comuneros, a sus valores y relaciones culturales, ni a la economía política. Pero un marco relacional nos ayuda a ver con más claridad y profundidad cómo funcionan realmente los comunes. 

Silke y yo nos inspiramos en el trabajo de Christopher Alexander, un urbanista y arquitecto disidente que había desarrollado la idea de los lenguajes de patrones. Alexander había observado que ciertas soluciones a problemas recurrentes aparecen una y otra vez, a través de las divisiones de la historia y las culturas. A estos grupos de soluciones los llama patrones. Son diseños y comportamientos que surgen de la práctica social, de abajo hacia arriba, y demuestran su valor al ser utilizados y modificados una y otra vez.  La metodología de los lenguajes de patrones ayuda a identificar las constelaciones de patrones que resuelven problemas de forma práctica y profunda, incluso espiritual.

Aplicando esta metodología, Silke y yo identificamos varias docenas de patrones de comunalidad de los muchos, muchos comunes que habíamos presenciado.  Los agrupamos en tres esferas: vida social, gobernanza P2P y sustento integral, que pueden clasificarse a grandes rasgos como social, institucional y económica.  Juntas, estas tres esferas constituyen lo que llamamos la "Tríada del procomún".  La Tríada nos ayuda a responder: ¿Qué prácticas sociales y comportamientos éticos contribuyen a crear y mantener relaciones de comunalidad?

Los patrones que hemos identificado no son un modelo único de mejores prácticas ni principios fijos y universales. Son soluciones generales a problemas recurrentes que se dan en circunstancias diversas a lo largo de las culturas y la historia. No puedo repasar las más de veinticinco pautas que hemos encontrado, pero permítanme darles una idea de ellas.

En la vida social comunal, por ejemplo, un patrón importante es cultivar propósitos y valores compartidos. Sin esta práctica, el bien comunal se desmorona. La gente necesita compartir experiencias y reflexionar colectivamente sobre su comunalidad si quiere seguir siendo un grupo coherente y vital. Un patrón relacionado es ritualizar la unión. La gente tiene que reunirse, compartir y celebrar su unión como grupo. Es importante jugar juntos y organizar rituales, tradiciones y festividades.  La vida social de un bien común requiere que la gente contribuya libremente, es decir, que dé sin esperar obtener directa o inmediatamente el mismo valor a cambio, aunque los bienes comunales proporcionen beneficios reales con el tiempo.   

Gobernanza P2P -otra parte de la tríada de los comunes- consiste en ver a los demás como iguales y compartir los derechos y deberes de la toma de decisiones colectiva. Con la gobernanza P2P se intenta evitar las jerarquías y los sistemas centralizados de poder, porque pueden dar lugar a abusos de poder y problemas de rendición de cuentas. La gobernanza P2P requiere, entre otras cosas, compartir generosamente los conocimientos. Esta es una forma crucial de generar sabiduría colectiva.  El conocimiento crece cuando se comparte, pero esto sólo puede ocurrir si la información es accesible y circula libremente.  Un patrón relacionado es honrar la transparencia en una esfera de confianza. La transparencia no puede imponerse sin más. No ocurrirá a menos que las personas confíen unas en otras, lo suficiente como para compartir información difícil o embarazosa.

            Por último, la tercera esfera de la solidaridad, el sustento integral, consiste en que los ciudadanos produzcan lo que necesitan. No hay separación entre producción y consumo, como en la economía de mercado.  Los plebeyos no producen para vender en el mercado, sino para sí mismos y para sus aliados. Un objetivo básico del sustento integral en un procomún es reintegrar las propias necesidades económicas con el resto de la vida.  Los comuneros no están interesados en producir la máxima cantidad de cosas para venderlas y obtener mayores beneficios. No les interesa explotar la naturaleza. Lo que les interesa es mejorar su bienestar personal y regenerar los ecosistemas. Un modelo básico de aprovisionamiento es hacer y usar juntos.  Cualquiera que quiera participar y asumir responsabilidades puede unirse. Todos contribuyen en función de sus capacidades, talentos y necesidades. La coproducción es el proceso central de lo que podría llamarse DIT: "Do It Together" (hacerlo juntos).

Una vez que se empieza a entrar en las pautas de la comunalidad -una vez que se empieza a ver cómo la relacionalidad es la realidad fundamental de la vida misma- se empieza a hacer un cambio de visión del mundo, o lo que llamamos un cambio ontológico, u "ontogiro".  No es necesario entrar ahora en complicadas filosofías.  Digamos simplemente que el cambio de visión del mundo empieza con cambios en nuestra propia vida interior y en cómo interpretamos el mundo. Un ontogiro deja atrás el individualismo egoísta y la mentalidad transaccional de la cultura de mercado. En su lugar, nos entrenamos para ver el mundo como un todo integrado impulsado por una densa red de relaciones y apoyo mutuo.    

Todo esto tiene importantes implicaciones para la forma en que los comuneros se relacionan con la política y el poder estatal. Los comuneros defienden lo que aman, de forma apolítica, pero a menudo su dedicación a sus comunes entra en conflicto con el orden del mercado/Estado, que generalmente está ansioso por monetizar y privatizar la riqueza. Entonces, ¿cómo puede el procomún interactuar con la política convencional?

Hace poco escuché una gran cita, atribuida a Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química.  Dijo: "Cuando un sistema complejo está lejos del equilibrio, pequeñas islas de coherencia en un mar de caos tienen la capacidad de cambiar todo el sistema a un orden superior". Considero que los comunes ayudan a la gente a crear nuevas "islas de coherencia". Cuando se crean suficientes comunes, se convierten en un archipiélago de islas de propósito compartido. Se convierten en un procomún que ayuda a las personas a atender por sí mismas sus necesidades mediante relaciones horizontales entre sí. Pueden expresar sus aspiraciones y valores, y construir un nuevo mundo pre figurativo. Pueden afirmar su dignidad en solidaridad con los demás. 

Centrarse en las islas de coherencia no significa que tengan que vivir siempre en la sombra, invisibles o desatendidas. Significa que el procomún puede experimentar y florecer en un espacio protegido. Los comuneros pueden tener el espacio necesario para desarrollar su propia visión y evitar la cooptación y el compromiso.


Como paradigma filosófico y marco narrativo, los comunes tienen mucho potencial porque abarcan mucho territorio. Está profundamente arraigado en las ciencias biológicas, geofísicas y evolutivas, que muestran la naturaleza simbiótica e interdependiente de la vida (Lynn Margulis, James Lovelock), el papel de la cooperación en la evolución (E.O. Wilson, David Sloan Wilson) y los vínculos entre la cultura humana y el mundo más-que-humano (Robin Wall Kimmerer, Merlin Sheldrake, Wahinkpe Topa, Darcia Narvaez).

La comunalidad tiene cosas importantes que decir sobre el desarrollo personal, la psicología social, los valores culturales y las prácticas sociales. Habla de nuestras necesidades espirituales de integridad. La historia política y jurídica de los comunes nos ayuda a comprender la violencia y el despojo de la colonialidad, la apropiación de tierras, los genocidios de los pueblos indígenas y los modelos de desarrollo occidentales, así como el "colonialismo doméstico" impuesto por los inversores y las empresas occidentales cuando comercializan la riqueza común para enriquecerse.

Aunque es esencial hacer una crítica penetrante del capitalismo de mercado, el poder estatal y la modernidad, también es importante que no nos quedemos sólo en la crítica. Debe haber espacio para trascender creativamente el statu quo. También en este caso, el procomún es útil para afirmar una visión política y cultural fresca y orientada hacia el futuro. Se sale del círculo de la ortodoxia mercado/Estado para declarar nuevos términos de aspiración y debate. Ofrece prioridades estratégicas para proteger la riqueza compartida. Ofrece modelos probados de acción creativa y práctica.

Soy consciente de que mis observaciones probablemente plantean más preguntas de las que pueden resolver, tanto para ustedes como para mí. Hay muchas cuestiones complicadas e importantes sobre las que reflexionar, desarrollar y fundamentar en contextos particulares. Así que quizá sea mejor considerar esta Conferencia Verde como una invitación a una conversación más amplia y prolongada. Que encuentre un terreno acogedor, que eche raíces profundas y poderosas, y que produzca una rica cosecha.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en la página de la Fundación Heinrich Böll Túnez el 7 de agosto de 2023. Fue traducido al español por Joshua Hernández.