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Aunque todavía es necesario fortalecer los datos de presencia de plaguicidas a nivel nacional, diversos estudios regionales ya muestran el impacto del uso indiscriminado y la falta de regulación y vigilancia de estas sustancias de alta peligrosidad en los ecosistemas de México.
Por Guadalupe Ponce- Vélez y Francisco A. Verdín

En suelo agrícola
El DDT sigue siendo uno de los plaguicidas más frecuentes en los análisis de suelos. Sinaloa, Sonora, Puebla, el Estado de México, San Luis Potosí y Nayarit son algunas entidades donde se ha corroborado la presencia de este compuesto. Sinaloa es uno de los pocos estados en donde se han podido evaluar otros plaguicidas, además del DDT.
A más de 60 años de su mayor uso, el DDT aún aparece en análisis de suelos no agrícolas de diversas regiones del país. En suelo de la periferia de algunas comunidades de Chiapas, donde el DDT se usó de 1957 al 2000 para el control de la malaria, se encontraron concentraciones de 40 a 26,980 ng/g. En esas comunidades, también se evaluó el polvo de las esquinas y el centro de la habitación principal al interior de algunas viviendas, este presentó concentraciones del insecticida tan altas como 1,552,000 ng/g.
Incluso en regiones donde no hay actividad agrícola, los plaguicidas aparecen. En una zona de transición de agrosistemas y humedales costeros, en el estado de Nayarit, se han identificado muestras de suelo no agrícola con residuos de clorpirifos de 150 ng/g. Se ha constatado que este plaguicida organofosforado se moviliza de zonas agrícolas a ecosistemas aledaños de gran importancia ambiental.
En el agua
Existen pocos registros de plaguicidas en aguas de ecosistemas naturales, tanto superficiales como subterráneas. Sin embargo, se podría viajar del sur al norte en el Pacífico mexicano y puntualizar la presencia de plaguicidas, principalmente organoclorados (POC), en diferentes cuerpos de agua.
En el Pacífico Norte, dos ecosistemas costeros en Sinaloa y Nayarit, presentaron registro de plaguicidas. Sinaloa con plaguicidas clásicos como los organoclorados, así como el fungicida dicloran, además de insecticidas organofosforados como paratión metílico, dimetoato, disulfotón, malatión y clorpirifos etílico, este último también evidenciado en drenes naturales en una zona agrícola de Nayarit.
Se ha observado la presencia de POC en sistemas lagunares. En Chiapas, se ha reportado la presencia del metabolito DDD. En Guerrero, hay informes recientes de DDT en agua de ecosistemas lagunares, así como de los “drines” y del grupo del heptacloro.
En la Cuenca del río Atoyac, entre Tlaxcala y Puebla, en el centro del país, se han observado POC como clordano, DDT, lindano, así como la presencia del organofosforado malatión, cuya concentración máxima (21700 μg/L) tiene los niveles más altos reportados hasta ahora para este plaguicida.
En agua subterránea
En muestras tomadas de pozos artesianos de una zona agrícola de Nayarit, se encontró el clorpirifos en aguas subterráneas. Algunos de los pozos analizados son utilizados para dar agua al ganado de la región.
En recursos pesqueros
En los bivalvos de consumo humano, como los ostiones, las almejas y los mejillones provenientes de diversos litorales del Pacífico Noroccidental mexicano, se ha reportado mayor cantidad de POC que en los provenientes del Golfo de México. Esta presencia se atribuye al uso intensivo de agrotóxicos en los enormes distritos agrícolas de la región noroeste del país, así como para el control de vectores. En ostiones de Nayarit también se ha reportado la presencia de organoclorados POC, como metoxicloro. En el importante grupo pesquero de los crustáceos, los camarones provenientes del Pacífico mostraron una mayor cantidad de POC, mientras que las jaibas del Golfo de México presentaron mayor cantidad que las del Pacífico. Existen reportes de plaguicidas organofosforados como paratión, malatión y clorpirifós en camarones de granjas en Sonora.
Los peces son el grupo de mayor consumo humano y tienen más capacidad para eliminar tóxicos presentes en los medios donde habitan. Se han reportado concentraciones similares de POC en especies capturadas y comercializadas tanto en el Pacífico como en el Golfo de México. Los datos muestran que algunas especies de bivalvos tuvieron mayores concentraciones de POC en el pacífico que en el Golfo de México. Este mismo patrón se observo en camarones, contrario a los peces y las jaibas donde las proporciones fueron mayores en el Golfo de México. Existen reportes de organoclorados POC, como clordano y metoxicloro, en pargos (Lutjanus spp.) y lisas (Mugil cephalus) de Sinaloa.
En las áreas naturales protegidas
En el río Cuitzmala, Jalisco, se ha detectado la presencia de POC como “drines”, DDT, lindano, metoxicloro y heptacloro. Esto es relevante porque se trata de una zona del área natural protegida Reserva de la Biosfera Chamela-Cuixmala, en el occidente de México.
También se ha identificado la presencia de POC en el agua de las lagunas de Chacahua, Oaxaca, otra área natural protegida.
El glifosato se ha encontrado en ecosistemas acuáticos de áreas naturales protegidas de Chiapas. La presencia de estas sustancias se asocia a la proximidad de plantaciones de soya.
Se ha documentado que la exposición a plaguicidas organoclorados como el DDT y sus metabolitos tiene efecto sobre los huevos de reptiles y aves. La exposición que las madres reciben al alimentarse es transferida a los huevos, lo que los condiciona a factores de riesgo incluso antes de nacer. Se ha evidenciado la presencia de estos plaguicidas en reptiles como la tortuga carey y golfina, en Campeche y Sinaloa, respectivamente. En Baja California y Chihuahua, también se encontraron plaguicidas de este grupo en ejemplares de paloma güilota y halcón.
Existe una contundente asimetría en los datos nacionales de plaguicidas. En las publicaciones científicas domina el grupo de los organoclorados, lo que no corresponde con la realidad de su uso actual, tanto en el sector agropecuario como en el sanitario. Es importante revisar estas circunstancias y favorecer los análisis de multirresiduos que incluyan los herbicidas más comercializados, como el glifosato, paraquat, atrazina, diquat; también los neonicotinoides más usados como imidacloprid, clotianidin, thiametoxam; fungicidas como captan, dicloran, para documentar científica y confiablemente su presencia y sus concentraciones en los ecosistemas mexicanos, como evidencia del impacto ambiental antrópico por el uso indiscriminado, así como la falta de regulación y vigilancia de estas sustancias de alta peligrosidad.