
Un año después de que se lanzaran inversiones multimillonarias en la región, las opiniones son dispares sobre las perspectivas del Global Gateway, la respuesta de la UE a la iniciativa china.

El año pasado, la Unión Europea renovó su interés económico y estratégico en América Latina a través del anuncio de inversiones de 45.000 millones de euros (48.700 millones de dólares) visto por muchos como un modo de recuperar influencia frente a la presencia creciente de China en la región.
Bajo el lema del Global Gateway, se anunció que se llevarán a cabo más de 130 proyectos en la región en los próximos cuatro años, centrados en los sectores del litio, energías renovables, hidrógeno verde, conectividad, transporte y salud, entre otros. Sin embargo, los cambios políticos en la UE tras sus elecciones parlamentarias abren interrogantes acerca del alcance y perspectivas de la iniciativa.
Si bien los grupos políticos “europeístas” pudieron mantener la mayoría, se ha registrado un avance de partidos de la extrema derecha, que tienen una agenda menos regionalista y de menor compromiso con el ambiente.
“El avance de la extrema derecha complica el escenario político europeo porque aumenta la tendencia a la fragmentación, lo cual quita capacidad de liderazgo y presencia internacional”, sostuvo Gabriel Merino, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina.
Los expertos no se ponen de acuerdo sobre el impacto de esta dinámica política cambiante en las perspectivas de los proyectos del Global Gateway.
El mapa político
Han sido cinco años turbulentos desde las últimas elecciones de la UE en 2019. Sobre todo, el bloque ha tenido que hacer frente a un delicado contexto económico y social pospandémico, a la incertidumbre en el suministro de alimentos y energía debido a la guerra en curso en Ucrania, a las disputas geopolíticas con China y a nuevas iniciativas en la agenda climática dentro del Pacto Verde Europeo.
Aunque finalmente sus cifras fueron menores de lo esperado, el avance de los partidos de extrema derecha en Europa podría, no obstante, “hacer que pierdan peso temas como el ambiente y gane protagonismo las identidades nacionales y las políticas antimigratorias”, señaló Juan Carlos Pérsico, coordinador del departamento de Europa del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de La Plata, en Argentina.
Una señal clara en términos de continuidad fue la reelección de Ursula von der Leyen para la presidencia de la Comisión Europea. No obstante, se produjeron cambios en la composición de las bancadas de los países más fuertes de la UE, como fue el caso de Francia, en donde la extrema derecha liderada por Marine Le Pen obtuvo una victoria arrolladora, y Alemania, en donde la ultraderecha quedó en segunda posición. En Italia, tercer país con mayor aporte al Parlamento, triunfó el partido gobernante Hermanos de Italia que lidera Giorgia Meloni.
El casi 25% del total de votos que representa la sumatoria de todas las formaciones políticas de ultra derecha implica un enorme avance frente al 10% con el que contaban hace 20 años y el 4% de hace 40 años. De todas maneras, los sectores de extrema derecha están divididos entre sí, lo cual reduce su fortaleza política en el cuerpo parlamentario.
El Parlamento Europeo establece el presupuesto de la UE y condiciona el funcionamiento de la Comisión Europea, que es órgano ejecutivo de la Unión. Pero incluso con la nueva composición política, la financiación del Global Gateway no se verá afectada a corto plazo, dijo Ilse Cougé, jefa de la sección de cooperación de la UE en Argentina.
“Los fondos que tenemos asignados para América Latina ya están acordados hasta 2027 y no van a cambiar. Luego de 2027, seguiremos con nuestra estrategia de largo plazo del Global Gateway, pero tendremos que tener en cuenta el nuevo contexto político. En la medida en que hay un interés mutuo entre la Unión Europea y América Latina, espero que podamos seguir desarrollando la estrategia, aunque quizás con acentos distintos”, sostuvo Cougé.
América Latina y la Unión Europea
El comercio de bienes y servicios entre América Latina y el Caribe y la UE fue de 369 mil millones de dólares en 2022 y 2021, un aumento del 39% en relación a 2013. Al mismo tiempo, la UE registra un stock de inversiones en la región por 693 mil millones de dólares, una suba del 45% frente a 2013.
En particular, el comercio entre la UE y el Mercosur, que agrupa a Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y, desde julio, Bolivia, alcanzó unos 110 mil millones de dólares en 2023. Si bien la UE es el segundo socio comercial del Mercosur, el volumen del intercambio muestra un declive relativo respecto de otros mercados.
En cambio, el principal protagonismo en la última década lo adquirió China, que es el principal socio comercial del Mercosur, destino del 29% de las exportaciones del bloque, además de originar el 25% de sus importaciones.
En el marco del Global Gateway en América Latina, la UE identifica una serie de proyectos emblemáticos: producción y aplicación de hidrógeno verde en Argentina y Chile; Minería de litio en el Cono Sur; Construcción de puertos y ferrocarriles en Brasil; Promoción de la movilidad eléctrica en Colombia, República Dominicana y Costa Rica; Agua y saneamiento en Barbados y Guatemala; energías renovables en Cuba, Honduras y Trinidad y Tobago; conectividad digital en Colombia y El Salvador; y el programa Amazonia , un catálogo de medidas integrales para reducir el CO2.
En comparación con iniciativas anteriores de la UE en América Latina, Global Gateway se diferencia en que otorga al sector privado un papel de liderazgo. “En el caso de Argentina, por ejemplo, trabajamos para conectar empresas europeas con autoridades nacionales y regionales para visitar operaciones de litio”, informa Cougé. “No se trata sólo de extraer materias primas, sino también de construir cadenas de valor completas”.
Un año después de su lanzamiento, los documentos oficiales identifican 59 proyectos Global Gateway en América Latina, pero faltan datos disponibles públicamente sobre el estado actual de las medidas individuales. En Argentina, la delegación europea reconoció que aún no hay resultados concretos: esperan poder hacer declaraciones concretas sobre inversiones y proyectos de cooperación en los próximos meses.
La transición energética
Para Cornelia Schmidt Liermann, ex presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados del Congreso Nacional de la Argentina, el renovado interés de la UE en América Latina se explica por motivos geopolíticos.
“Es una respuesta ante el avance de China y ante la necesidad de recursos energéticos y alimenticios que se derivan de la situación de guerra en Ucrania. Asimismo, Europa busca el desacople de algunos suministros respecto de China, similar a cómo lo está planteando Estados Unidos”, sostuvo.
Uno de los ejes de las inversiones del Global Gateway es la transición energética. Dicho énfasis se encuadra en los compromisos de la Unión Europea plasmados en el Pacto Verde Europeo, la estrategia climática emblemática del bloque, mediante la cual se busca reducir las emisiones de carbono en un 55% de aquí a 2030 y llegar a la neutralidad desde el punto de vista climático en 2050. Dado que el transporte representa una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero de la UE, el sector de energía y el suministro de los minerales necesarios para la electrificación son algunas de las claves para las industrias europeas.
Schmidt Liermann ve pocas posibilidades de que la agenda verde pierda protagonismo en la Unión Europea de cara al mayor peso de los partidos de extrema derecha. “Tanto el Parlamento Europeo como la Comisión Europea tienen la agenda verde como prioritaria. En todo caso, la ‘Gran Coalición’ compuesta por los partidos tradicionales va a bloquear cualquier tipo de propuesta en torno a frenar la agenda ambiental”.
El papel de China
El Global Gateway es la contracara europea de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI por sus siglas en inglés), un paraguas bajo el cual China a lo largo de los últimos diez años ha ampliado su presencia en proyectos de inversión e infraestructuras en unos 150 países en todo el mundo, a partir de más 200 acuerdos de cooperación y convenios con 30 organizaciones internacionales. Los fondos totales comprometidos hasta el momento a través de la BRI ascienden a alrededor de 1 billón de dólares.
En este contexto, “la UE empieza a definir a China como una amenaza sistémica, en una línea más parecida a los Estados Unidos. La UE rechaza la idea de unirse a la Iniciativa de la Franja y la Ruta y en cambio lanza su propia iniciativa para tratar de recuperar protagonismo y no seguir perdiendo influencia sobre el Sur global”, considera Merino.
No obstante, agregó Merino, el potencial del Global Gateway para reposicionar la UE en el Sur global encuentra varias limitaciones, como el estancamiento económico y la pérdida de liderazgo en tecnologías claves como las energías renovables. Los fabricantes chinos, por ejemplo, se han convertido en los principales proveedores mundiales de energía solar y eólica, y la caída de sus costos ha contribuido a la enorme expansión de estas fuentes en países como Brasil.
Asimismo, analistas en el Real Instituto Elcano de España advierten sobre la falta de “procedimientos institucionales claros para proponer, formular e implementar proyectos” dentro del Global Gateway, lo que consideran que genera “confusión sobre los mecanismos para obtener recursos financieros y los criterios de prioridad de los proyectos”.
Además, hay una amplia diferencia respecto de los montos involucrados con China: mientras que la BRI acumula proyectos por 1 billón de dólares en todo el mundo, el Global Gateway apunta a 300 mil millones de dólares entre 2021 y 2027.
Como declaró la investigadora argentina Juliana González Jáuregui a principios de este mes, Europa sencillamente “no tiene el músculo financiero que tiene China”, y su énfasis en aprovechar la inversión privada está contribuyendo a que “vaya por detrás” de la nación asiática en proyectos renovables en América Latina. En su opinión, el Global Gateway es todavía “una respuesta discursiva a la competencia con China”.
Otros analistas han advertido del peligro de que el Global Gateway intente competir directamente con los niveles de inversión vistos anteriormente en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, y que Europa debería más bien buscar un compromiso de mayor calidad. “La BRI, con su enfoque extractivo que da lugar a muy poca industria y empleos calificados en los países beneficiarios, es un dispositivo para reforzar la independencia de Beijing a costa de aumentar las dependencias de sus socios: esto es exactamente lo que la UE debería evitar”, escribió el año pasado el analista político José Ignacio Torreblanca para el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
No obstante, para América Latina la cooperación con gobiernos, empresas y organizaciones europeas puede abrir oportunidades en sectores asociados a las nuevas tecnologías, especialmente en relación con la transición energética. También podría permitir a la región diversificar las fuentes de inversión, en un momento en el que la naturaleza de la inversión china ha ido cambiando, con empresas e inversores que empiezan a orientarse hacia proyectos de menor escala, en lugar de los grandes proyectos de infraestructuras respaldados por préstamos estatales que caracterizaron la pasada década en el marco de la Franja y la Ruta.
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