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Desde que el tema REDD (reducción de emisiones por degradación y deforestación) empezó a ocupar un lugar importante en las negociaciones internacionales sobre cambio climático, han surgido propuestas de ponerle valor económico al cuidado de la naturaleza y negociar este valor en los mercados financieros.
"Sólo si le damos valor económico, la gente se va a dar cuenta de lo que está en juego", dicen las personas a favor. La naturaleza es destruida porque no tiene precio, porque no es parte de la economía de mercado; esta es la posición que encontramos en el Programa de Naciones Unidad para el Medio Ambiente, que ven este aspecto como una entrada a lo que puede significar la economía verde.
Pero ¿quién gana y quien pierde con esta visión y esta práctica? ¿Serán las poblaciones locales que siempre han cuidado de su entorno quienes se beneficiarán de estos mercados? ¿Quién tasa las acciones de la naturaleza y pone los precios? ¿Con qué criterios? ¿Cómo se incluyen los aspectos sociales y los derechos humanos en las lógicas del mercado de la naturaleza?