El 10 de mayo de 2016, Día de la Madre, una reunión secreta de 150 científicos, abogados y empresarios en la Universidad de Harvard comenzó a considerar la creación de un genoma humano totalmente sintético, un ser humano sin madre ni padre.
La construcción se haría a partir de los químicos esenciales que componen el ADN (citosina, guanina, timina, adenina o C,G,T,A) y computadoras que sintetizan secuencias genéticas usando como programa la información de mapas genómicos, muchos de los cuales están en Internet. El proceso no es tan simple como podría parecer, pero los medios técnicos avanzan rápidamente. Los que llamaron a la reunión –que no iba a ser conocida por público ni prensa– afirmaban en su convocatoria que es necesario crear un ambiente de competencia, un gran desafío, para captar fondos de inversionistas privados y públicos y acelerar el desarrollo de las tecnologías que harían posible esta construcción.
La reunión se volvió noticia porque uno de los invitados –Drew Endy, profesor de bioingeniería en la Universidad de Stanford y co-fundador de la compañía Gen9 Inc, que construye y vende secuencias genéticas– consideró que el tema era demasiado relevante a toda la sociedad para discutirlo en reunión secreta y con intereses comerciales.
En la nota que Endy difundió con Laurie Zoloth, profesora de bioética, señalan que originalmente los organizadores proponían discutir los resultados que se pueden obtener y el involucramiento de la industria, con una meta primaria de sintetizar un genoma humano completo en un periodo de 10 años.
Esto se haría con un método similar al que utilizó el equipo de Craig Venter, que un mes atrás anunció la creación completa y funcional, desde cero, del genoma de un bacteria, la más pequeña que pudo usar. Aun así, el proceso le llevó varios años y muchos intentos. (La Jornada, 2/4/16 http://goo.gl/YCRqKJ).
El ritmo del desarrollo de la biología sintética, según sus promotores, se mueve a un ritmo cinco veces mayor que la Ley de Moore, básicamente doblando sus capacidades y reduciendo sus costos a la mitad cada cuatro meses. Según explica Endy, el costo de ensamblar sintéticamente material genético bajó de cuatro dólares por par de bases o letras del ADN en 2003, a tres centavos de dólar. El precio estimado de sintetizar los 3 mil millones de pares de bases del ADN humano bajó de 12 mil millones a 90 millones de dólares. Si siguiera ese ritmo, el costo se reduciría en unos 20 años a 100 mil dólares. Sin embargo, afirma Endy, esta reducción de costo podría no suceder si no existe una gran demanda.
La pregunta es ¿qué significa aumentar la demanda en este caso? ¿Promover la construcción en serie de genomas humanos sintéticos? ¿Por ejemplo, robots vivos para soldados, sirvientes, trabajadores, repuestos vivientes de órganos, que sean lo más barato posible? La perspectiva es aterradora y tiene tantas implicaciones que hasta es difícil imaginar los escenarios. Pero definitivamente no podemos cerrar los ojos, porque la idea está en marcha.
Endy y Zoloth proponen que este tipo de iniciativa debería ser discutida abiertamente en un amplio debate social que incluya desde los más críticos a sus proponentes, ya que se trata de manipular nuestra propia especie. Pero pese a su disenso, la reunión se realizó y el interés comercial no es poco.
Una nota en The New York Times (http:/nyti.ms/24QgY4o) reveló que entre los organizadores está George Church, de la Escuela Médica de Harvard, promotor de la biología sintética, la edición genómica y otras nuevas biotecnologías. Hace unos meses llamó a una moratoria en el uso de estas técnicas para modificar embriones humanos, luego de que un equipo de científicos chinos publicara su experimento con la técnica CRISPR/Cas9 en éstos.
Pese a esta aparente actitud supuestamente precautoria, David King, de Human Genetics Alert del Reino Unido, señaló que pedir una moratoria cuando existe la prohibición en 40 países de modificar genéticamente embriones humanos, fue en realidad un retroceso, irónicamente disfrazado de aparente cautela.
Luego de que la reunión en Harvard saliera a la luz –era secreta porque se le pidió a los invitados no mencionar nada sobre su realización o contenido– los organizadores cambiaron la descripción del proyecto. Inicialmente se llamaba HGP2 (Proyecto Genoma Humano 2, por sus siglas en inglés), Proyecto de Síntesis del Genoma Humano, con acento en que no se trata de leer sino escribir el genoma humano. Ahora lo cambiaron a HGP-Escritura: Prueba de genomas sintéticos grandes en células.
Coincidentemente, el mismo día de la reunión, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza en América Latina (UCCSNAL) publicó una carta abierta sobre nuevas biotecnologías donde declaran: “No pedimos para estas tecnologías la aplicación de normas de bioseguridad ni el desarrollo de estrictas evaluaciones de riesgo, sino la suspensión de toda la experimentación en este campo. Cuestionamos el exagerado rol que se da a ‘la ciencia’ y al sistema científico tecnológico en el proceso de toma de decisiones relacionado con la adopción de nuevas tecnologías, pues sabemos que la investigación científica encarna las mismas relaciones de poder que se dan en la sociedad, y que las principales líneas de investigación son decididas por quienes las auspician y financian.” (http://goo.gl/LHkAaH). Esta actitud por una Ciencia Digna, como la llama UCCSNAL, es esencial ante el rápido desarrollo de estas poderosas tecnologías, así como involucrarnos desde toda la sociedad para impedir que unos pocos y su voracidad de lucro manipulen hasta nuestra propia especie.
Este artículo fue publicado en La Jornada y se puede consultar aquí