Los habitantes de la Ciudad de México y su área metropolitana se refieren a la disponibilidad del transporte público como una cuestión de suerte y con su tamaño no es excepcional que acepten como normal el realizar dos horas o más de viaje para llegar a su trabajo. Platicamos con Agustín Martínez de Bicitekas A.C. sobre fenómenos recientes de la movilidad y el futuro de la bicicleta en la ciudad de México.
Desde los primeros días del 2019 la población mexicana sintió los efectos del emprendimiento de López Obrador hacia uno de los problemas que se había quedado sin resolver en las últimas décadas: el robo de gasolina. Lo sintieron los peatones, que de repente dejaron de estar en constante riesgo de ser atropellados. Lo sintieron los automovilistas, que cambiaron la congestión de tránsito por la fila kilométrica en la gasolinera. Lo sintieron los ciclistas, cuya elección de medio de transporte de pronto se vuelve una alternativa factible en el escenario sin combustible.
El huachicol –robo y comercialización de combustible, principalmente a partir de tomas clandestinas colocadas a lo largo de las instalaciones de Pemex, la empresa nacional de hidrocarburos- es un fenómeno complejo por la cantidad de personas y mecanismos involucrados. Se tornó tragedia en Tlahuelilpan, Hidalgo, donde murieron por lo menos 117 personas al explotar un ducto perforado improvisadamente. Al mismo tiempo, nos ha expuesto a un modelo que trastornaría la sociedad actual: el panorama de los recursos finitos, del sin combustible.
Con la carencia de gasolina viene la búsqueda a medios de transporte alternativos. Los de por sí abarrotados buses y metros no están preparados para la carga extra que llega con los conductores que se quedan sin gasolina. Así que aparece la bicicleta en el escenario.
Aunque son buenas señales tanto el establecimiento y la expansión de ciclovías, como la creciente popularidad de la bicicleta compartida, seguimos con el enfoque infraestructural hacia el automóvil. Luego, según un informe basado en cifras estadísticas del INEGI, la bicicleta todavía se ve enfrentada con una reticencia a ser utilizada como medio de transporte[i]. La inseguridad, combinada con la ausencia del combustible en la ciudad dieron a luz a una iniciativa de colaboración comunitaria: el #yotecuido.
Agustín Martínez, cofundador de la organización Bicitekas A.C., nos comenta que los inicios de esta forma de apoyo mutuo se remontan al siglo pasado: “El #yotecuido en realidad es una iniciativa de hace muchos años que nacía como una idea, iniciativas personales de ayudar a otras personas.” La idea es acompañar a ciclistas menos experimentados y empoderarlos. Ciclistas comparten sus rutas y buscan u ofrecen acompañamiento. Es una iniciativa de movilidad sustentable que fomenta el tejido social, es un rayo de esperanza en las nubes grises de la movilidad en la ciudad de México.
Agustín Martínez ya lleva 20 años en el colectivo Bicitekas: “la bici era una solución para mí y quería compartirlo con los demás”. El bici-activista cuenta que #yotecuido nació hace muchos años como una idea para ayudar a otras personas. Los terremotos en 2017 dieron a luz a movimientos como Acopio en Bici, que apoyaron a las familias que se quedaron sin casa. El paisaje y la historia de iniciativas es amplio, desde los grupos que se fomentaron en los años ochenta por la contaminación por la gasolina que llevaba plomo, hasta la fundación Tláloc, de Toluca, que según Martínez fue la primera organización en promocionar y publicar postales ofreciendo su ayuda. Según Agustín Martínez, el movimiento de #yotecuido tiene un gran potencial. “Para el movimiento ciclista, la coyuntura de la falta de gasolina es muy propicia”.
“Nos gustó todo lo que vimos, sobre todo la conciencia de la dependencia al consumo de gasolina bastante fuerte. Eso ayuda a generar una reflexión respeto a como nos movemos.”
Sin embargo, queda mucho por hacer en cuanto a infraestructura y seguridad para los ciclistas en la CDMX. Para convertirnos en una ciudad amigable con las bicicletas hace falta un cambio radical en la política pública, lo cual depende también de una politización de las organizaciones ciclistas ya existentes.