Imagina una fila de tráileres que se extiende de la Ciudad de México hasta Chihuahua, todos llenos de tortillas. Serían unos 93,333 tráileres, uno detrás del otro. Ahora, tira toda la carga a la basura. Estarías desechando 2.8 millones de toneladas de tortillas.
¿Parece una locura? Desafortunadamente ésa es exactamente la realidad en México cada año. Y no solamente son tortillas las que se tiran, uno de cada tres productos alimenticios termina botado en el basurero.
El desperdicio de alimentos es un problema mundial, su prevención forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU para el año 2030 (específicamente del objetivo 12.3). La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) calcula que a nivel global, como en México, un tercio de todos los productos alimenticios se pierde o se desperdicia y no se consume. Al mismo tiempo, por una desigual distribución de alimentos, existen entre 800 y 870 millones de personas desnutridas en el mundo. Con tan solo una cuarta parte de la comida que tiramos, se podrían alimentar todas las personas que padecen hambre.
En México, una gran parte de nuestra comida termina en la basura sin ser consumida. Según un reporte del Banco Mundial, se desperdician 20.4 millones de toneladas de comida cada año, lo que representa el 34.57% de los alimentos producidos en el país. Eso significa que uno de cada tres productos alimenticios termina en la basura. Otros cálculos llegan a un resultado incluso más grave. Así, la FAO estima que cada año se pierden o desperdician 28 millones de toneladas de alimentos en México.
La comida que más se tira en cuanto a cantidad son: leche, tortillas y pan blanco. Estos tres productos componen la mitad de todos los desperdicios de México.
En cuanto al porcentaje comparado con la producción total, se pierde casi la mitad de todo el camarón fresco producido y más del 40% de los embutidos, salchichas y salchichón.
Los volúmenes de desperdicio de 79 alimentos comunes en la dieta mexicana se pueden ver en esta tabla.
¿Cuáles son las consecuencias de este desperdicio?
La producción de comida conlleva un gran gasto de energía derivada de combustibles fósiles, ya que el petróleo se utiliza en casi todas las fases de la producción de alimentos: desde la producción de fertilizantes hasta la plantación y cosecha mecanizadas, el riego, el enfriamiento y el transporte. En consecuencia, la cantidad de residuos de 29 productos comunes de la dieta mexicana produjo casi 37 megatoneladas de CO2 en el año 2014, mientras la emisión total de aquel año sumó 480 megatoneladas. Eso significa que el desperdicio de solo estos 29 productos alimenticios genera el 7,7% de las emisiones de dióxido de carbono de todo el país. Por lo tanto, evitar el desperdicio de estos alimentos tendría el mismo efecto que sacar de la circulación 15.7 millones de carros de las calles de México, es decir, todos los vehículos de la Ciudad de México, el Estado de México, Jalisco y Nuevo León.
Además de emisiones de gases de efecto invernadero, la producción de sólo los 24 productos más comunes en la dieta mexicana consume 40 billones de litros de agua al año. Si impidiéramos que estos alimentos terminaran en la basura, ahorraríamos el equivalente a 2.4 años del consumo doméstico nacional de agua. Ya hoy en día, la falta de agua limpia representa un factor limitante clave de la seguridad mundial. Combinada con el avance del cambio climático, puede llevar a una perturbación grave en la vida cotidiana del pueblo mexicano. Con el ojo puesto en el futuro, evitar el desperdicio de comida podría representar una medida muy importante para evitar la escasez de agua.
Tirar un tercio de nuestra comida a la basura significa también que una gran parte de los campos se cultivan en vano. La consecuencia es una considerable disminución de la fertilidad de los suelos debido a la sobreproducción, la pérdida de tierras cultivables y la necesidad de usar una mayor cantidad de insumos sintéticos que causan aún más contaminación, por no hablar de las consecuencias de la deforestación y destrucción de la naturaleza por el cultivo de alimentos.
Con la comida que botamos también se pierden sumas enormes de recursos económicos. Según las cifras del Banco Mundial, el precio de mercado de los alimentos desechados suma más de 36 millones de dólares. A esto se suma el costo de las emisiones de CO2 (casi 369 millones de dólares) y del agua malgastado (más de 7.9 mil millones de dólares), que lleva a un total de 8.38 mil millones de dólares (o 159.8 mil millones de pesos). Otras fuentes atribuyen un costo aun más alto (aproximadamente 25 mil millones de dólares) al desperdicio de alimentos en México.
Causas de la pérdida y el desperdicio
La diferencia entre la pérdida y el desperdicio de alimentos está en el tiempo y el lugar en que un producto termina en la basura. Los alimentos se pierden cuando no llegan a ser comercializados, es decir, durante el proceso de producción, cosecha, transporte o almacenamiento. En cambio, se habla del desperdicio cuando los productos ya están listos para consumir y, aun así, se desperdician; eso puede ocurrir en las etapas de distribución, venta y consumo de los mismos alimentos.
En naciones desarrolladas, los consumidores y supermercados son los responsables principales del desperdicio de alimentos, mientras que en los países en desarrollo se pierde más comida en la cadena de agricultura y transporte.
Según la Comisión para la Cooperación Ambiental (CCA), las causas de la pérdida y el desperdicio de alimentos pueden ser diferentes y muchas veces ocurren varias al mismo tiempo: Derrame, daño estético o físico del producto (o sea, si se ve “feo”), sobreproducción, imposibilidad de venta por cuestiones de cantidad o tamaño, imposibilidad de llegar al mercado, fallas en el pronóstico o anticipación de la demanda, volatilidad de precios, rechazo del mercado, almacenamiento inadecuado, fecha de caducidad vencida, sobreoferta de productos, o la falta de un sistema para la donación de alimentos.
En México, además de la superproducción, también la falta de una infraestructura adecuada (p.e. una cadena de frío eficiente) y la falta de capacitación de la mano de obra (p.e. entrenamiento en manejo de alimentos o la planeación en la producción) son causas principales de los 20.4 millones de toneladas de comida desperdiciada.
Remedios
Se puede observar que el problema radica en la economía actual y el comportamiento de los consumidores. Mejor dicho, en nuestro sistema económico, el crecimiento de la producción y el consumo son metas absolutas. No obstante, esta lógica no debería aplicar a la comida: hay una cantidad limitada de comida que la población puede consumir y no tiene sentido producir más. Para resolver este dilema sería necesario cambiar el sistema económico detrás de la producción alimentaria, las formas como se producen, transportan y venden los alimentos y -no menos importante-, la manera como se entiende el consumo de alimentos. Tales cambios no ocurrirán de la noche a la mañana, sin embargo ya existen iniciativas que pretenden minimizar el desperdicio de alimentos.
A nivel legislativo nacional, un decreto del 18 de octubre del 2018 exige la creación de la Ley General para Evitar el Desperdicio de Alimentos. Esta ley pretende regular, principalmente, la distribución de excedentes de alimentos de manera gratuita por los bancos de alimentos; además exigirá la promoción de comportamientos y medidas destinadas a reducir el desperdicio de alimentos, lo que incluye campañas nacionales de comunicación, en las instituciones educativas y el sector restaurantero. No obstante, descuida el sector de la producción alimentaria, en donde se encuentran las causas más graves del desperdicio. El actual gobierno no ha expresado aún una posición frente estas demandas.
Leyes similares se han aprobado recientemente en el Estado de México y la Ciudad de México, que además de regular la distribución de alimentos excedentes también imponen sanciones contra el desperdicio de alimentos. Si bien todavía no se puede evaluar el éxito de estas leyes, ya pueden servir como ejemplo para otros estados o para una legislación nacional. Lo que sí es seguro es que las medidas para prevenir el desperdicio de alimentos se tendrán que realizar y supervisar de manera consecuente.
En México, donde una de cada cuatro personas sufre de escasez alimentaria y desnutrición, si la comida que se desperdicia fuera recuperada, podría alimentar a toda la población que sufre de hambre. En el país, existen varios bancos de alimentos que se encargan de rescatar alimentos en los mercados de abasto, los campos agrícolas y la industria alimentaria para redistribuirlos a la gente más vulnerable. Más de 50 de estos bancos forman parte de la Asociación Mexicana de Bancos de Alimentos de México (o Bancos Alimentarios de México, BAMX) y benefician, según sus propias declaraciones, a más de 1,137,000 mexicanos en pobreza alimentaria.
Lo que tienen en común todas estas medidas es que se enfocan en la redistribución de alimentos excedentes y la prohibición de tirarlos. Todavía faltan medidas a nivel nacional que también aborden este problema durante el proceso de la producción de alimentos, para que desde el principio se evite producir demasiada comida.
¿Qué podemos hacer contra el desperdicio?
Aunque como consumidores somos la causa menos grave de la pérdida y el desperdicio de alimentos, sí existen medidas que podemos tomar para reducir la cantidad de comida que tiramos a la basura.
Los hábitos que podríamos adoptar para minimizar el desperdicio de alimentos del lado del consumidor, en su mayoría, son muy sencillos:
- Planear con antelación lo que se va a comer. Así se compra menos y se evita la compra de productos que no serán utilizados o consumidos.
- Si, de todas formas, un día cocinas demasiado, puedes congelar el sobrante para otro día o, si tienes invitados, puedes regalarles porciones para llevar a casa.
- Recordar que “mejor consumir antes de” no significa “desechar después de”. Aunque la calidad del producto puede ser inferior, muchos alimentos se pueden consumir sin ningún riesgo para la salud aun después de la fecha preferente de consumo, si son almacenados correctamente – por eso se llama fecha “preferente”.
- Terminar las sobras antes de cocinar algo nuevo, o utilizarlas para cocinar la próxima comida o cena. Los restos de lo cocinado se pueden volver a utilizar para preparar un plato nuevo. De hecho, siempre hay recetas creativas para reutilizar las sobras – una búsqueda rápida en internet puede ayudar a no desperdiciar y, además, ampliar el horizonte culinario al descubrir nuevas posibilidades de combinar alimentos convencionales.
Además de estos hábitos en la cocina también hay maneras de minimizar el desperdicio a través de cómo y dónde compramos alimentos:
- Comprar regionalmente, si puede directamente de los campesinos o de un mercado local. Así no se pierde tanta comida en el camino por el transporte o intermediarios. Para quienes viven en ciudades más grandes y por ende no tienen acceso directo a productores, existen redes alimentarias alternativas como, por ejemplo la Cooperativa de Consumo La Imposible, que se dedica a restablecer la conexión entre consumidores y productores a través de la distribución de productos libres de explotación y sin intermediarios.
- También existe una iniciativa ciudadana que ‘recicla’ alimentos que de otro modo se habrían tirado. La Disco Sopa se compone de dos partes: La primera parte forman voluntarios que buscan y recolectan alimentos excedentes de los bancos de alimentos y mercados en la Ciudad de México. La segunda fase es un evento en un lugar público donde cualquier persona puede ayudar preparar la comida que después se reparte a todos los asistentes y transeúntes sin ningún costo. Este banquete colectivo es acompañado por música en vivo, de allí viene el nombre de Disco Sopa.
- Con toda la planeación y cautela que se pueda tener, siempre quedarán algunos productos que no se consumen. Para este escenario existe la aplicación OLIO, que funciona como plataforma donde se puede regalar alimentos (y productos no alimentarios) excedentes. De esta forma lo que habría sido tirado a la basura en un hogar puede servir como comida en otro. Evidentemente se comparten solamente alimentos y productos que todavía son consumibles o reutilizables. Una ventaja adicional de tal aplicación es que no solamente particulares pueden compartir la comida y productos que ya no necesiten, sino también restaurantes pueden regalar las sobras al final del día para no tirarlas. Aplicaciones como OLIO ya causaron una reducción de desperdicio de alimentos significativa en otros países y tienen el potencial de “reconfigurar el rol del consumidor en la cadena de suministro”.