Yolanda Pérez, una activista que desafía la desigualdad y violencia a través del arte en Chiapas

Fotobiografía

La lucha que enfrenta Yolanda es contra un sistema autoritario sistémico, conformado por el clasismo, machismo, pobreza, violencia y discriminación.

Texto: Javier Escalante Rosado
Fotos:
 Lizeth Bonifaz Cordero

A Yolanda Faustina Pérez Hernández de 36 años de edad le preocupa el aumento de grupos del crimen organizado en San Cristóbal de las Casas, México, que buscan envolver  a las juventudes; a través del arte y de la construcción de paz hace lo imposible para arrebatarlos de sus manos. 

Para entender un poco el contexto, San Cristóbal de las Casas es una comunidad fundada en 1561 durante la conquista de los españoles a México. Desde su origen, la división social ha estado presente. Los Coletos (nombre que reciben las personas descendientes de familias españolas) eran las únicas personas que podían vivir en el lugar, mientras que la población indígena fue forzada a desplazarse a las periferias. 

Aunque en San Cristóbal de las Casas hay teatros, iglesias o centros culturales, durante décadas las únicas personas autorizadas para acceder a ellos eran los dueños de haciendas, empresarios o cualquier gente de tez blanca con apellido español; los pueblos originarios con piel morena y apellidos mayas ni siquiera podían entrar al municipio, solamente les daban acceso para hacer trabajos de servicio o domésticos. 

Este fenómeno social, explica Yolanda, ha ocasionado una severa ruptura en la comunidad marcada por la discriminación, conductas de odio y clasismo. En donde parece haber personas de primera y de segunda clase.

Crimen organizado se apodera de las calles

En años recientes, las caravanas de migrantes de Centroamérica comenzaron a llegar a la frontera entre México y Guatemala para encaminarse a Estados Unidos, justo a unos kilómetros de San Cristóbal de las Casas. Esta situación ha ocasionado que varios de los problemas se agraven en la región y que grupos delictivos de narcotráfico se asienten en el lugar para controlar la trata de mujeres, la venta de drogas y la migración ilegal.

“Los narcotraficantes no solamente comercializan drogas, sino que crean otros modelos de negocio para lucrar con la venta de mujeres menores de edad, el tráfico de indocumentados y la pornografía intantil”, precisó Yolanda. 

El problema se ido agudizando con el pasar de los meses; en pandemia, por primeras veces, comenzaron a verse tiroteos en las calles, persecuciones policiacas y hasta ejecuciones a plena luz del día de parte de grupos delincuenciales. 

Parece que la violencia desmedida acecha a la comunidad, pero sobre todo a las juventudes, quienes ante la pobreza, necesidad y falta de oportunidades ven como una posibilidad ingresar a estas bandas como una alternativa para salir adelante en la vida. 

Yolanda se ha desarrollado en este entorno, y ha documentado cómo esta situación es un riesgo latente para las juventudes, especialmente de la zona norte de San Cristóbal de las Casas, quienes cargan más con el estigma de gente pobre o violenta. 

“En la comunidad, el crimen organizado acecha a las y los jóvenes, cada vez más parecen unirse a estos grupos, ahora usan armas de fuego o son usados para la venta de droga”, explicó. 

Esta situación se agrava con otro factor: las comunidades de los pueblos originarios se rigen bajo la normativa de usos y costumbres. Por lo que es difícil acceder a estos círculos sociales, sobre todo en el entendido del embate frontal que han recibido por varios siglos a causa del clasismo y la opresión. 

Es aquí en donde entra Alas de Colores, un programa impulsado por Yolanda, que tiene como objetivo la construcción de la paz positiva a través del arte. “Lo importante del arte es que puedes expresar cosas que con las palabras es difícil de hacer”, agregó. 

Yolanda conoce bien a estas comunidades segregadas y estigmatizadas de la región por una simple razón, creció en ellas. Desde joven aprendió que cuando iba a buscar empleo a la ciudad, no debería decir el lugar de donde proviene, pues le restaría mérito y le quitaría la posibilidad de obtener el trabajo.  

“Este es el estigma con el que cargamos, la gente que históricamente fue desplazada de la ciudad y que ahora vive en la zona norte de San Cristóbal, es tachada con menor valía, por eso la importancia de romper con estas ideas y ampliar las oportunidades a las juventudes”, explicó. 

A través de Alas de Colores, Yolanda trabaja en habilidades para la vida, desarrollo humano y construcción de paz. Se trata de una actividad que realiza con estudiantes, es un espacio voluntario y gratuito desde el enfoque de derechos humanos. Estima que en los últimos dos años ha impactado a 600 jóvenes. 

El proyecto nació a través de una convocatoria lanzada por la Jornada de Derechos Humanos A.C., que invitaba a inscribir proyectos a través del programa Misión Resistencia. Alas de Colores fue uno de los galardonados, después de una competencia que involucró a una veintena de jóvenes activistas del sureste de México. 

La particularidad de Alas de Colores ha sido la incidencia que ha demostrado, pues aunque hay decenas de organizaciones en San Cristóbal de las Casas, no todas pueden ingresar a las comunidades de manera tan abierta, tal y como lo hace dicho programa. 

Es decir, Alas de Colores ha servido como un puente entre organizaciones que buscan ayudar y comunidades que requieren algún apoyo. En la actualidad trabajan de cerca con la Iniciativa Whitaker para la Paz y el Desarrollo (WPDI por sus siglas en inglés).

Liberar a través del arte

El nombre del programa, Alas de Colores, hace referencia a los sueños o anhelos de las juventudes por las necesidades que se encuentran. Las alas son por la libertad, y los colores son por la vida, el arte y la creatividad.

“El trabajo que hacemos en la comunidad consiste en liberar al ser humano, especialmente a la juventud a través del arte, cultivamos arte como una escapatoria para escapar de la violencia, la pobreza y la discriminación”, dijo. 

La vida universitaria y los derechos

Yolanda es egresada de la licenciatura en derecho, y desde temprana edad estudió artes visuales. Ambas especialidades le han dado la visión para mezclar sus dos pasiones, la defensa de derechos humanos y las expresiones artísticas. 

Ella cree que sin su formación académica, muy posiblemente no estaría haciendo lo hace, pues la universidad influyó como una herramienta que le aportó conocimiento. 

“La universidad es algo esencial, permite conocer tus derechos básicos para evitar ser violentada o violentado”, añadió. 

En la actualidad, colabora con otros organismos, escuelas y personas universitarias para impulsar el proyecto, de esta manera cree que es una forma de llegar a tener más impacto. 

Contra un sistema autoritario

La lucha que enfrenta Yolanda es contra un sistema autoritario sistémico, conformado por el clasismo, machismo, pobreza, violencia y discriminación.  

“Las mujeres activistas en esta región están en peligro, no solo por los asuntos machistas que ven mal no dedicarse a las labores del hogar o que una mujer levante la voz por los derechos, sino por todo un sistema político que le conviene que las cosas sigan siendo así”, sentenció. 

Recordó que a las autoridades municipales parece no importarles mucho los asuntos de los pueblos originarios, por el contrario, invisibilizan los problemas, la violencia y la inseguridad. “Por eso Chiapas siempre ha estado en lucha”. 

“En los últimos meses han muerto de manera violenta varios jóvenes, increíblemente aún los culpan por elegir esos caminos, como si ellos fueran únicamente los culpables en este sistema que los ha excluido; un indígena muerto es un indígena menos, también se les culpa de la violencia”, recalcó. 


Esta fotobiografía realizada con el apoyo de la Unidad Global de Apoyo a la Democracia de la Heinrich-Böll-Stiftung Unión Europea forma parte del webdossier Juventudes y derechos humanos. Voces jóvenes en aumento y fue publicado originalmente aquí en inglés.