La economía no solo trata de mercados y capital; también es la base que sostiene la vida. La economía feminista nos invita a repensar el sistema económico desde una perspectiva que prioriza el bienestar humano y ambiental sobre la acumulación de riqueza. A través de este texto, exploraremos sus fundamentos, diferencias con la economía de género y su potencial para transformar la realidad salvadoreña. ¿Es posible construir una economía centrada en la vida? Acompáñanos en este recorrido por las olas del feminismo y los aportes de una visión económica que desafía las estructuras tradicionales.

La economía feminista es una corriente del feminismo que tiene como propuesta principal el análisis de la economía desde la perspectiva de la sostenibilidad de la vida y no desde la perspectiva de los mercados y de las ganancias del capital.
En este texto se desarrolla el marco conceptual de la economía feminista, así como sus principales propuestas para construir una economía centrada en la vida. En primer lugar, se hace una breve retrospección histórica del feminismo. Seguidamente se plantea la diferencia entre economía del género y economía feminista, y finalmente se concluye con una revisión de los principales aportes que la economía feminista puede dar a la conomía salvadoreña en este momento histórico.
I. Las olas del feminismo
El feminismo es un movimiento social y político que tiene una historia que contarnos. Esta historia debe ser narrada desde sus orígenes hasta el momento actual, y para eso podemos recurrir a la metáfora de las “olas del feminismo”.
Una ola feminista es un período histórico de activismo y pensamiento feminista, cada uno con sus propias corrientes, características, objetivos y logros. A lo largo de la historia, se han identificado al menos cuatro olas del feminismo:
La primera ola del Feminismo se denomina feminismo Ilustrado debido a que se encuentra asociada con el movimiento filosófico conocido como la Ilustración y con el movimiento político de la Revolución Francés. Se extiende desde finales del siglo XVIII hasta finales del siglo XX. Esta primera ola tuvo como epicentro la reivindicación de la ciudadanía femenina y tuvo como principales representantes Mary Wollstonecraft, Poullain de Barre y Olympe de Gouges. Esta esta Primera Ola del feminismo resulta imprescindible mencionar la elaboración de la carta de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana por parte de Olympe de Gouges, en respuesta a la exclusión de las mujeres de la carta de los Derechos del Hombre y del ciudadano. Esta propuesta fue presentada en 1789, ante la Asamblea Francesa y proponía que las mujeres tuvieran el derecho al voto, la reforma de la institución del matrimonio y la custodia de los hijos, además del acceso a la educación. Esta propuesta fue rechazada por “contra revolucionaria”, y su autora fue condenada a morir en la guillotina en 1793.
La segunda ola del feminismo se extiende desde principios del siglo XX hasta la década de 1950, y tuvo dos grandes corrientes: el feminismo sufragista y el feminismo socialista.
El feminismo sufragista fue una lucha de mujeres de clase media y alta por el reconocimiento de los derechos legales y civiles de las mujeres, especialmente el derecho al sufragio, pero también por el reconocimiento de otros derechos tales como los derechos dentro del matrimonio, los derechos parentales sobre hijos e hijas, el derecho a la educación superior y a la capacitación profesional y el derecho legal a tener propiedades y a realizar contratos para tener su autonomía financiera. Las figuras destacadas del sufragismo fueron Elizabeth Cady Stanton y Susan B. Anthony en Estados Unidos, y Emmeline Pankhurst en el Reino Unido.
Por su parte, el feminismo socialista fue una corriente teórica y política que combinó las ideas del socialismo y el feminismo, enfocándose en la crítica tanto del capitalismo como del patriarcado. Esta corriente argumentaba que la liberación de las mujeres solo puede lograrse eliminando las relaciones económicas y culturales que permiten la doble opresión de las mujeres: la opresión en las fábricas y la opresión en las familias. La primera es realizada por los capitalistas mediante la explotación de su fuerza de trabajo, mientras que la segunda es realizada por los hombres mediante la imposición del cuidado familiar no remunerado y las distintas formas de violencia de pareja. Entre sus más destacadas representantes se pueden mencionar a Flora Tristán, Clara Zetkin y Eleonora Marx,
La tercera ola feminista tuvo lugar entre las décadas de 1960 y 1980 y se centró en una variedad de temas relacionados con la igualdad de género, los derechos sexuales y reproductivos y la eliminación de la discriminación hacia las mujeres. Esta ola feminista nació y se desarrollo en los Estados Unidos y coincidió con la emergencia de otros movimientos, como por ejemplo la lucha por los derechos civiles y políticos de la población afrodescendientes y la lucha contra las guerras en Vietnam y en Camboya. De esta ola es importante destacar dos corrientes que tuvieron impacto también en América Latina y en Europa: el feminismo Radical y el feminismo liberal.
El feminismo radical tuvo como principal planteamiento la necesidad de desmantelar la raíz de la opresión de las mujeres, para lo cual debe desaparecer el sistema patriarcal que surgió hace 10,000 años fundamentado en la idea de una supuesta superioridad de lo masculino sobre lo femenino y lo afeminado, idea que se ha institucionalizado en el denominado sistema sexo – género y en la división sexual del trabajo. Esta corriente plantea una crítica radical a las instituciones que mantienen y reproducen la desigualdad de las mujeres, como la familia nuclear y el control de la sexualidad y de la maternidad de las mujeres. Entre sus principales representantes se puede hacer referencia a Kate Millett, Andrea Dworkin y Shulamith Firestone.
La corriente del feminismo liberal estuvo enfocada en otorgar a las mujeres igualdad de oportunidades y derechos legales, abogando por reformas dentro del sistema patriarcal existente a fin de que mujeres puedan lograr igualdad e todos los ámbitos de la vida como la igualdad laboral y salarial, igualdad en el acceso a la educación y la creación de leyes de despenalización del aborto. Principales representantes de esta corriente son Simone de Beauvoir , Betty Friedman, Eleanor Roosevelt, Gloria Steinem y Ruth Bader Ginsburg, Jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos que promovió la igualdad de género a través de decisiones judiciales y defensa de los derechos reproductivos.
Finalmente, la cuarta ola del feminismo se extiende desde finales del siglo XX hasta la actualidad. Esta ola surge como una respuesta a las limitaciones percibidas en las tres olas anteriores y busca abordar temas anteriormente poco analizados tales como las diferencias y las desigualdades existentes entre las mujeres y el análisis de la desigualdad de género desde una perspectiva de interseccionalidad. Las principales corrientes de esta cuarta ola son: el feminismo neoliberal (feminismo rosa), el feminismo queer y el feminismo emancipatorio o feminismo del 99%.
El feminismo neoliberal pretende incorporar el objetivo de la igualdad entre hombres y mujeres a la agenda económica y política del paradigma neoliberal. Este feminismo acepta la existencia de las desigualdades entre hombres y mujeres, y trata de solucionarlas mediante el empoderamiento individual de las mujeres para que rompan el llamado “techo de cristal”[1] y puedan competir con los hombres para alcanzar el éxito en la economía capitalista y en la sociedad de consumo. Este es el feminismo patrocinado por el Foro Económico de DAVOS, por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
En cuanto al feminismo queer, esta es una corriente dentro de la cuarta ola del feminismo que surge de la intersección entre el pensamiento feminista y el movimiento queer[2]. Esta corriente pone en cuestionamiento la realidad binaria que establece el sistema sexo-género[3] (fundamento de la teoría de género) y propone una visión más amplia de la realidad de las personas, afirmando que el sexo no es una categoría natural, sino que es más bien social, y que se puede ser mujer sin tener una vagina y se puede ser un hombre sin tener un pene, o simplemente se puede ser “no binario”. La principal exponente del feminismo queer es la filosofa Judith Butler, autora del libro “El género en disputa”.
El movimiento feminista en Centroaméricapor su parte ha evolucionado, dentro de los contextos políticos y sociales de la región. La primera ola, ligada al sufragismo, tuvo un impacto limitado debido a la inestabilidad política y fue seguida por un largo período de silencio entre 1940 y 1980. Fue en la década de 1980, en medio de conflictos armados y dictaduras, cuando resurgió con fuerza. En Costa Rica, donde no hubo conflicto bélico, organizaciones como Ventana y el Centro Feminista de Información y Acción (CEFEMINA) promovieron espacios de debate y publicaciones feministas. En Nicaragua, tras la Revolución Sandinista, la Asociación de Mujeres Nicaragüenses "Luisa Amanda Espinoza" (AMNLAE) desempeñó un papel clave en la integración de las mujeres en el proceso revolucionario, abordando temas de trabajo, educación y derechos políticos.
Durante los años 90, con la pacificación de la región y la consolidación de la sociedad civil, el feminismo adquirió mayor presencia institucional. Organizaciones como la Red de Mujeres contra la Violencia en Nicaragua, el Movimiento Autónomo de Mujeres de El Salvador y la Fundación Guatemala impulsaron reformas legales, políticas públicas con perspectiva de género y programas de formación académica en estudios feministas. A diferencia de los países industrializados, en Centroamérica estos estudios surgieron de la militancia y la lucha social, no solo desde la academia. Con el tiempo, el feminismo en la región ha ampliado su alcance, incorporando perspectivas indígenas, afrodescendientes y de diversidades sexuales, fortaleciendo su lucha contra el patriarcado, el colonialismo y la desigualdad estructural.
Para concluir con esta revisión histórica, debemos referirnos a la corriente denominada feminismos emancipatorios, cuyo objetivo es liberar a la humanidad de todos los sistemas de opresión que afectan la vida de las personas: el patriarcado, el capitalismo, el colonialismo, el racismo, el extractivismo y la heteronormatividad. Estos feminismos han sido agrupados por Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya y Nancy Fraser bajo la denominación “feminismo del 99%” y son por definición feminismos anti-capitalistas que tienen como factor común el objetivo de crear “un mundo justo, cuya riqueza y cuyos recursos naturales sean compartidos por todos, en el que la igualdad y la libertad sean condiciones de vida reales, no solo aspiraciones”. Las principales corrientes del feminismo emancipatorio son el ecofeminismo, el feminismo comunitario, el feminismo decolonial, y la economía feminista de la ruptura.
II. Economía feminista versus economía del género
En la actualidad, cuando se habla de la relación entre economía y desigualdades de género de manera inmediata se asume el análisis proveniente de la economía del género, y se asume que éste análisis es equivalente al análisis de la economía feminista. Nada más alejado de la realidad,
La economía del género es un paradigma económico que se ha desarrollado dentro del marco epistemológico del feminismo neoliberal, que pretende incorporar a las teorías económicas convencionales el análisis de las brechas económicas existentes entre hombres y mujeres, tales como brechas salariales, brechas ocupacionales, brechas en el acceso al crédito y brechas de acceso a la propiedad de la tierra, con el objetivo de determinar la forma en que estas brechas económicas afectan la productividad y el crecimiento de la economía así como el bienestar de las familias y de las personas.
En la economía del género no se cuestionan las bases epistemológicas y metodológicas de las teorías económicas convencionales, y simplemente se ocupa de hacer visibles la existencia de las desigualdades económicas entre hombres y mujeres, para diseñar propuestas de acciones afirmativas o medidas de discriminación positiva, para avanzar hacia una situación de paridad entre hombres y mujeres en la economía productiva y en la economía reproductiva, pero sin cuestionar las causas estructurales de dichas desigualdades, ni tampoco buscar alternativas al funcionamiento de los procesos de producción capitalistas ni a los mercados capitalistas. [4] Esta estrategia se resume en la conocida frase de Gillian J. Hewitson (1999): «añada mujeres al análisis económico y luego revuelva»
La economía feminista es otra cosa. La economía feminista es una propuesta teórica y política surgida de la corriente de los feminismos emancipatorios que tiene dos objetivos bien definidos: 1) Mejorar nuestra comprensión del sistema económico actual y de sus contradicciones entre la lógica de la acumulación de capital y la lógica de la sostenibilidad de la vida, y 2) contribuir a la transformación del actual sistema económico capitalista, por otro sistema económico, que tenga como centro la sostenibilidad de la vida.
La economía feminista propone en consecuencia una nueva definición de economía: la economía está formada por los procesos y las relaciones de producción, distribución, cambio y consumo que tienen como objetivo la sostenibilidad de la vida.
Sostener la vida es un proceso que permite que el ciclo natural de la vida humana tenga continuidad todos los días y que esa continuidad se de en condiciones de bien estar humano, es decir, que se realice de una manera digna, plena y feliz. En otras palabras, sostener la vida es hacer todo lo necesario para que todas las vidas humanas puedan ser posibles todos los días, sin ningún tipo de exclusión ni marginación.
La continuidad de la vida en condiciones de bienestar humano depende a su vez de la convergencia de dos requisitos. El primero, qué todas las personas puedan satisfacer de manera adecuada y suficiente sus necesidades vitales, que están formadas por necesidades fisiológicas, necesidades emocionales y necesidades de la seguridad humana. El segundo requisito, consiste en que los procesos de producción de bienes y servicios, encaminados a satisfacer las necesidades vitales de las personas, no produzcan daños a los ecosistemas, a los bienes comunes ni a los ciclos naturales de la vida, como el ciclo del oxígeno, el ciclo del agua, el ciclo de la polinización, etc. Desde la economía feminista se propone cuidar y mantener en equilibrio estos dos requisitos, porque cuando están debilitados y/o desequilibrados, la vida humana se encuentra bajo peligro.
La economía feminista mejora nuestra comprensión del funcionamiento del sistema económico capitalista porque hace visible al sector de la economía reproductiva y porque amplia el concepto de trabajo al incluir y cuantificar al trabajo no remunerado que se realiza en los hogares y comunidades, y establecer los vínculos existentes entre la economía productiva y la economía reproductiva.
Gracias a la economía feminista conocemos la importancia cualitativa y cuantitativa del trabajo doméstico y de cuidados que realizamos las mujeres en la economía reproductiva, el cual en términos monetarios equivalía en 2022 al 18% del Producto Interno Bruto (PIB), es decir a unos $4,400 millones de dólares en ese mismo año. Esta es la deuda que el Estado, las empresas y la sociedad le debe a las mujeres, por los cuidados infantiles, por los cuidados de personas enfermas, por los cuidados de personas adultas mayores y/o personas con discapacidad, que las empresas y las instituciones públicas se ahorran cada año de sus presupuestos públicos y de sus ganancias empresariales.
También, la economía feminista nos ha hecho comprender porque las mujeres somos más pobres que los hombres aun cuando trabajemos semanalmente más horas de trabajo que ellos. De acuerdo con el Observatorio de la Igualdad de Género de la CEPAL (2017[IW1] [EC2] ), en promedio una mujer salvadoreña tiene una jornada de trabajo semanal de 59 horas, de las cuales solo 21 horas corresponden a trabajo remunerado, mientras que un hombre salvadoreño en promedio trabaja 58 horas de trabajo a la semana, de las cuales 41 horas corresponden a trabajo remunerado.
Pero lo más importante, la economía feminista nos ha ayudado a comprender que la vida humana y no humana se encuentra amenazada por el sistema económico capitalista, y que si queremos sostener la vida de las personas y del planeta, tenemos que construir otro sistema económico, otro sistema económico que sea la negación del sistema capitalista. Esto debido a que en el capitalismo se ponen las ganancias privadas por encima de la vida de las personas y de la naturaleza, y que esta racionalidad económica del capitalismo es incompatible con la racionalidad de la sostenibilidad de la vida.
III. ¿Qué puede aportar la economía feminista a El Salvador en este momento histórico?
El Salvador enfrenta actualmente una crisis de sostenibilidad de la vida, que se manifiesta en dos grandes indicadores:
- La gran mayoría de familias y comunidades no pueden satisfacer sus necesidades vitales de manera adecuada y suficiente, lo que se refleja en inseguridad alimentaria, escasez de agua apta para el consumo humano, enfermedades endémicas (como la insuficiencia renal), abandono de personas ancianas y/o de personas discapacitadas, precariedad de los empleos y de los ingresos, empobrecimiento y migraciones forzadas por el despojo ocasionado por los megaproyectos que se están construyendo en franjas del territorio densamente pobladas.
- La mayor parte de los territorios del país están siendo afectados por la destrucción de la biodiversidad, el daño a los ecosistemas, la contaminación del medio ambiente y los efectos del cambio climático. A estas amenazas se suma la recién anunciada derogación de la ley que prohíbe la minería metálica, lo cual no solo aumentara la desforestación del país sino que envenenará con mercurio, arsénico y otras sustancias tóxicas los principales afluentes del Rio Lempa que constituye la espina dorsal de la sostenibilidad de la vida en el país.
De cara a esta crisis de sostenibilidad de la vida, desde la economía feminista surge una propuesta para toda la sociedad salvadoreña: refundemos la forma en que analizamos la economía y refundemos la forma en que hacemos economía.
Como una primera aproximación a esta refundación de teoría y la práctica de la economía en El Salvador, desde la economía feminista proponemos:
- Todas las vidas deben ser sostenidas, tanto las vidas humanas como las no humanas.
- No debe haber ningún tipo de exclusión ni marginación en las vidas humanas que deben ser sostenidas, esto incluye que también merecen ser vividas aquellas vidas encarnadas en cuerpos abyectos[5] y en cuerpos que no corresponden a la normatividad impuesta por el patriarcado y por el racismo. En ninguna circunstancia se justifica darle más valor a unas vidas y sacrificar al resto de vidas que se consideren “indignas” y/o “prescindibles.
- No todos los estilos de vida tienen posibilidad de ser sostenidos, solamente pueden ser sostenidos aquellos estilos de vida que puedan ser factibles para todos lo seres humanos; en consecuencia, se deben descartar los estilos de vida (no las vidad) que no pueden ser universalizables y/o que pongan en peligro las condiciones sobre las que se sostiene la vida. Los estilos de vida consumistas, excluyentes y/o biocidas (destructores de vida) deben ser erradicados, y sustituidos por estilos de vida plenos y posibles para todas las personas, en el presente y en el futuro.
- Para comenzar a construir desde abajo y desde adentro del capitalismo un sistema económico centrado en la vida es necesario construir una utopía[6] compartida que sirva como punto de referencia para avanzar de forma individual y colectiva. Esta utopía debería tener al menos las siguientes características: a) un sistema económico que proporcione la satisfacción de necesidades vitales a todas las personas, sin ningún tipo de excepción; b) una economía en donde se le de prioridad a la producción de bienes y servicios que estén orientados a la satisfacción de necesidades vitales de las personas, tanto en la economía productiva como en la economía reproductiva; c) existencia de procesos de producción de bienes y servicios que no pongan en peligro la biodiversidad, los ecosistemas y los bienes comunes; d) una economía en donde hombres y mujeres participen de manera solidaria, equitativa y respetuosa, tanto en la economía productiva como en la economía reproductiva, y e) Una economía en donde exista una nueva organización social del trabajo de cuidados, caracterizada por la corresponsabilidad entre hombres y mujeres, pero también por la corresponsabilidad entre familias, Estado, empresas y comunidades.
¿Y esta utopía económica que propone la economía feminista es factible? Claro que lo es, pero para ello hay que identificar, visibilizar, analizar y fortalecer las economías emancipatorias que existen a nivel local, nacional y regional. Esas nuevas y humildes formas de hacer economía, que nos demuestran qué es posible salir de los circuitos de la acumulación del capital y trascender de la indignación a la acción transformadora.
[1] El "techo de cristal" es una metáfora utilizada para describir las barreras invisibles pero reales que impiden a las mujeres y a otras minorías alcanzar posiciones de poder y liderazgo en organizaciones y empresas, a pesar de sus cualificaciones y logros. Estas barreras no son necesariamente formales o explícitas, sino que a menudo se manifiestan a través de prácticas, actitudes y políticas que favorecen a los hombres en el entorno laboral
[2] El movimiento queer es un movimiento social y político que pone bajo cuestionamiento las normas tradicionales y rígidas sobre género y sexualidad, tales como “hombre” y “mujer” o “heterosexual” y “homosexual”. En su lugar promueve la fluidez y multiplicidad de identidades, reconociendo que las experiencias de género son y sexualidad pueden ser variadas y complejas, tales como personas transgénero, personas no binarias, personas intersexuales y personas de género fluido.
[3] El sistema sexo-género es una categoría del análisis de género según la cual, el sexo (genitales) con los que nace una persona, va a determinar la forma en que será tratada por la sociedad (género).
[4] Un ejemplo del uso de la economía del género nos la proporciona Sheryl Sandberg, directora de operaciones de Facebook, anunció en 2018 al mundo que «estaríamos mucho mejor si la mitad de todos los países y compañías estuvieran dirigidas por mujeres y la mitad de todos los hogares estuvieran gobernados por hombres», y que «no deberíamos estar satisfechas mientras no alcancemos ese objetivo».
[5] En su libro "Cuerpos que importan: Sobre los límites materiales y discursivos del sexo", Judith Butler utiliza el término "cuerpos abyectos" para referirse a aquellos cuerpos que están excluidos y marginados de la vida social y política. Estos cuerpos no son reconocidos ni valorados dentro del marco normativo de la sociedad, y su existencia es vista como "invivible" o "inhabitables".
[6] Se llama utopía a una comunidad imaginaria que posee características ideales y, por lo tanto, no existe. Las utopías se usan como modelo a seguir para las organizaciones sociales y políticas: son modelos que funcionan como horizonte para una sociedad.
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