El #MeToo irrumpió en las redes sociales mexicanas durante 2019 para denunciar públicamente actos de acoso y abuso sexual en espacios públicos, señalando con nombres y apellidos a los perpetradores. Este mes de marzo se cumplen cuatro años de la viralización del #MeToo en México, por lo que hemos considerado oportuno repasar algunas de las principales lecciones y retos que dejó a la sociedad mexicana, así como su capacidad de resurgir a lo largo del tiempo cuando un nuevo caso ha hecho necesario retomar el hashtag.
En el 2017, dos investigaciones periodísticas de medios estadounidenses de repercusión internacional (The New York Times y The New Yorker) revelaron historias sobre el abuso de poder ejercido por el productor de Hollywood Harvey Weinstein para violentar sexualmente a sus empleadas. La indignación colectiva ante una violencia sexual hacia las mujeres normalizada en el ámbito laboral se desbordó en el hashtag #MeToo, impulsado en Estados Unidos por la actriz Alyssa Milano, como una contundente manera de mostrar la magnitud del problema al sumarse numerosas mujeres diciendo que ellas también han vivido estas vejaciones. Las voces se multiplicaron alrededor del mundo para rechazar la discursividad social que ha minimizado el acoso y el abuso sexual al no nombrarlos como tal, sino como parte del cortejo masculino.
Uno de los países hasta donde llegó el #MeToo fue México, territorio de América Latina en el que la violencia hacia las mujeres, así como su expresión más letal, el feminicidio, alcanzan niveles escalofriantes. Datos publicados al cierre de septiembre del 2022 por el Secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública indican que al menos 10 mujeres son asesinadas cada día en esa nación.
La última Encuesta Nacional Sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, Endireh 2021, da cuenta de un aumento de cuatro puntos porcentuales de la violencia total hacia las mujeres (de 15 años o más), con respecto a las estadísticas registradas en 2016. La violencia sexual fue la que presentó mayor incremento en el país (8.4 puntos porcentuales).
En medio de este grave panorama, las mexicanas se sumaron al #MeToo en redes sociales a finales de marzo de 2019. La avalancha de denuncias públicas llegó a registrar en su momento de mayor efervescencia (entre el 21 de marzo y el 4 de abril) 424 867 tuits, provenientes de 230 578 personas, de acuerdo con las ponentes del Foro #MeTooMX, auspiciado por la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal CDHDF.
El #MeToo mexicano persiguió el mismo objetivo de este hashtag transnacional: exhibir con nombres y apellidos a los acosadores y abusadores sexuales. Sin embargo, algunas dinámicas fueron diferentes. La mayoría de las mujeres decidió contar sus experiencias sin revelar su identidad, en un país no solo marcado por la alta violencia hacia las mujeres, sino también por la revictimización y la desconfianza en el sistema judicial. No obstante, varias pronunciaron su #MeToo desde sus cuentas personales.
La avalancha de historias desatada por el #MeToo mexicano
Inicialmente, algunas famosas mexicanas declararon a la prensa que sufrieron acoso y abuso sexual, incluso violación, en sus espacios laborales, pero sin nombrar a sus agresores.
La actriz Karla Souza, en entrevista para el programa de Javier Poza en Radio Fórmula, fue la primera en hablar en octubre de 2017 sobre sus experiencias en México. Luego, en febrero de 2018, la periodista Carmen Aristegui presentó una serie de entrevistas para CNN en Español con Souza –quien ahora detalló que había sido violada–, las también actrices Paola Núñez y Stephanie Sigman, la dramaturga Sabina Berman, la comediante Sofía Niño de Rivera, la clavadista Azul Almazán y la editora de moda Lucy Lara.
El mismo día de la entrevista de Aristegui a Souza, a pesar de que la actriz no nombró al hombre que aseguró la violó, el Grupo Televisa decidió cancelar los proyectos que tenía en ese momento con el director y productor mexicano Gustavo Loza. El comunicado oficial refería que habían decidido “romper de manera inmediata toda relación laboral” con Loza, dadas las declaraciones de la artista y luego de una investigación preliminar, pues “Televisa no tolerará conductas como la denunciada hoy”.
Pero la mayor reacción llegó en marzo de 2019, cuando irrumpió el hashtag #MeToo en México. El 21 de marzo de 2019, Ana G. González, especialista en comunicación política y feminista, publicó en su cuenta de Twitter que el escritor Herson Barona “ha golpeado, manipulado, gaslighteado, embarazado y abandonado (en más de una ocasión) a más de 10 mujeres”.
González no se incluyó dentro de este grupo de mujeres, pero declaró que varias le han contado las historias y que al menos una de ellas forma parte de su círculo cercano. Su tuit desató un intenso debate en redes sociales, que conllevó a que se cancelara la presentación de un libro del escritor.
Al día siguiente, Barona se pronunció en Twitter, negando “categóricamente” todas las acusaciones que involucran algún tipo de agresión física. El escritor dijo reconocer que ha causado “daños emocionales”, sin que fuera su intención, debido a la cultura machista que normaliza ciertas prácticas: “somos producto de una sociedad machista y yo provengo de una familia rota”. Expresó que comprende el “dolor colectivo en torno a la constancia real de tantas mujeres golpeadas, violadas y asesinadas” y aseguró solidarizarse con esas mujeres; pero se manifestó en contra del “escarnio público”, “daño moral, la difamación, los insultos o las amenazas” que ha sufrido: “también repruebo que situaciones tan delicadas como esta enciendan el deseo de repetir acusaciones sin fundamento a un supuesto agresor”.
Dos días después del tuit de Ana G. González, se creó la primera cuenta en Twitter del #MeToo mexicano, @MeTooEscritoresMexicanos, y el hashtag #MeTooEscritoresMexicanos, para visibilizar distintas manifestaciones de violencia sexual en el gremio literario. El surgimiento de esta cuenta inspiró la creación de otras enfocadas a difundir las denuncias de mujeres pertenecientes a sectores profesionales muy variados: la música, el periodismo, el cine, el teatro, la danza, la academia, etcétera.
A raíz de esta efervescencia de denuncias públicas se suscitaron diferentes impactos en la sociedad: la agencia CIMAC anunció que llevaría a cabo una revisión interna para evitar que se repitan conductas de acoso sexual y todas las demás formas de violencia contra las mujeres en su entorno; los medios de comunicación Chilango y Máspormás anunciaron la suspensión de dos de los tres colaboradores denunciados públicamente; despidieron al director de operaciones de Reforma, Leonardo Valero, tras varias acusaciones públicas en su contra; la Red de Periodistas de A Pie emitió un comunicado en el que manifestaron su compromiso de “diseñar un protocolo de actuación para casos de acoso y hostigamiento sexual”; la Fiscalía General del Estado de Michoacán abrió una carpeta de investigación luego de las denuncias realizadas en redes sociales, pues “se advierten actos que la ley contempla como delitos, mismos que son ahora materia de investigación para su esclarecimiento”.
Un hecho que sacudió al movimiento, causando que llegara a su fin este momento de mayor actividad, ocurrió el 1 de abril de 2019, cuando el músico Armando Vega Gil, cofundador del grupo de rock mexicano Botellita de Jerez, se suicidó tras una denuncia en su contra publicada en la cuenta @MeTooMusicaMx.
En el mensaje que publicó antes de suicidarse, Vega Gil vinculó su decisión con esta denuncia. Si bien escribió que actuó de manera "voluntaria, consciente, libre y personal", y que no se debía culpar a nadie por esto, muchos señalaron al movimiento #MeToo y se vivió con redoblada intensidad y polarización el debate sobre las “denuncias anónimas”, los "escraches" y “linchamientos públicos” en redes sociales.
Sobre este momento que ocasionó un quiebre en el #MeToo mexicano, Guiomar Rovira (2021), luego de entrevistar a varias de las administradoras de las cuentas en redes sociales, menciona que “las activistas carecían de la capacidad de responder colectivamente a las secuelas del suicidio de Vega Gil. La campaña fue abandonada gradualmente a medida que las voces de los críticos se hicieron más fuertes, silenciando las voces de la revelación” (p.13).
La permanencia del #MeToo mexicano y sus demandas
Este mes de marzo de 2023, cuando se cumplen cuatro años de que el #MeToo se convirtiera en tendencia en México, esta etiqueta no ha muerto, como tampoco los reclamos de miles de mujeres que se unieron en contra de la violencia sexual en sus expresiones de acoso y abuso.
La mayoría de las cuentas creadas en Twitter cumplieron con su cometido de publicar las denuncias recibidas durante esos días de efervescencia y luego cesaron sus actividades, tras el golpe que supuso el suicidio de Vega Gil y el aumento de los cuestionamientos hacia el #MeToo mexicano: las falsas denuncias, el daño a la reputación de los hombres nombrados, el anonimato de la mayoría de las mujeres que hicieron los señalamientos y la ausencia del debido proceso en las redes sociales fueron las principales críticas.
No obstante, algunas permanecieron activas para visibilizar los nuevos casos que han ido aflorando (el hashtag #MeTooCancún en el 2020; #MeTooAndresRoemer y #YoTambiénRicardoPonce en el 2021). De esta manera, el hashtag ha mostrado su capacidad de resurgir cuando un nuevo hecho así lo requiere.
Uno de estos casos recientes del #MeToo mexicano, que estalló en el 2021 con decenas de denuncias en redes sociales (la cuenta Periodistas Unidas Mexicanas contabilizó 61 en total) y se mantiene hasta hoy tras derivar en un proceso penal por violación, es el del escritor Andrés Roemer. Su juicio continúa detenido por incomparecencia, ya que el comunicador está refugiado en Israel. El País ha explicado que hay cinco órdenes de aprehensión contra él, pero dado que Israel y México no tienen tratado de extradición, el proceso podría mantenerse detenido indefinidamente.
Esto, paradójicamente, no impidió que Roemer interpusiera una demanda civil a mediados del 2022 contra una de las cinco víctimas (una periodista) que lo acusaron ante la Fiscalía de presuntos delitos de violación. Según refiere el medio citado, que dijo tener acceso a la demanda presentada por el escritor, este ha alegado daño a su honor y patrimonio por las referencias a su persona como agresor sexual en redes sociales. Para ello, ha recurrido a la Ley de Responsabilidad Civil para la Protección del Derecho a la Vida Privada alegando “abuso del derecho a la libertad de expresión y de información”. Asimismo, hace alusión a otra legislación de la Ciudad de México sobre el daño patrimonial y de la propia imagen, que busca proteger a las personas de un trabajo periodístico sin pruebas. No obstante, la abogada de la acusada ha señalado que sus denuncias públicas fueron emitidas como una mujer más en redes sociales y no como periodista. El caso está pendiente de resolución.
Más allá del impacto en el ámbito penal, el #MeToo mexicano supone, en última instancia, una disputa por los marcos de referencia en las relaciones entre mujeres y hombres. Se buscan consensos para diferenciar actos legítimos en los intercambios de connotación sexual entre unas y otros, de hechos que constituyen violencias. Este movimiento ha logrado, en considerablemente poco tiempo, generar cambios significativos en ciertos sectores de la sociedad mexicana, que van desde subvertir prácticas de silenciamiento y opresión de mujeres, hasta desencadenar consecuencias de distinta índole para quienes ejercen acoso y abuso sexual.
Las mexicanas contaron sus historias personales arropadas por el acompañamiento de una comunidad que resaltó la importancia de escuchar y de apoyar a las mujeres, luego de siglos de no creerles y de silenciarlas. En Twitter, convergieron hashtags como #YoTeCreo y #NoEstásSola; al tiempo que las administradoras de las cuentas informaban que estaban coordinando asesoramiento psicológico para aquellas que lo solicitaran tras relatar sus experiencias.
Mucho se debatió sobre la manera “correcta” de denuncia pública, así como del espacio que abre a posibles difamaciones. Si bien no es un movimiento exento de críticas -como ninguno lo es-, ha sido efectivo para posicionar un tema que necesita atención, para subvertir los imaginarios colectivos que normalizan prácticas nocivas, para tomar conciencia y para que estos actos no queden impunes.
Aunque todavía es un debate restringido a ciertos sectores profesionales, y que por tanto necesita ampliarse, las mexicanas seguirán diciendo “Yo también” mientras continúen siendo violentadas. Ante esta realidad, la sociedad tiene la responsabilidad de dejar de normalizar anquilosadas costumbres y crear mecanismos para visibilizar, prevenir y sancionar un fenómeno que no es parte de la cultura, sino una forma de violencia. Este Día Internacional de la Mujer es un momento propicio para pensar juntas, desde lo que hemos aprendido de una experiencia como el #MeToo, acerca del camino que queda por andar hacia la eliminación de la violencia contra las mujeres y en pos de alcanzar la igualdad de género.