La Vida en el Surco: Jornaleros Agrícolas en México

Las cadenas de producción, distribución y consumo de alimentos que requiere la industria alimentaria, invisibilizan la complejidad de los procesos que cada una de estas fases conlleva.

Decenas o cientos de personas participan en el largo camino para que cada día encontremos en nuestra mesa alimentos, ya sean frescos o procesados: desde quien siembra la semilla que se convertirá en una fruta, hasta el vendedor que apila las latas de una mermelada que fue hecha de ese incipiente germinado.

En ese camino, las y los trabajadores jornaleros en México laboran en condiciones vulnerables ya que ven afectados sus derechos laborales, su integridad física, y la mayoría de las veces cuentan con limitadas herramientas para defender su trabajo y sus condiciones de vida de manera digna.

Estas personas son contratadas para trabajar en explotaciones agrícolas, ganaderas, forestales, acuícolas o mixtas únicamente en determinadas épocas del año, y pueden ser empleadas por uno o más patrones, durante periodos que en ningún caso podrán ser superiores a 27 semanas por cada patrón.

Los datos disponibles sobre la población jornalera y su distribución en México es deficiente e incluso contradictoria, situación que se debe a la ausencia de herramientas demográficas precisas y la coordinación entre diversas instituciones, lo cual impacta en la caracterización de sus condiciones económicas y sociales. Principalmente, se omite el registro formal por parte de empleadores, instituciones de atención y autoridades, facilitando así la desregulación del mercado de trabajo.

En México, estos procesos activan rutas migratorias temporales al interior del país, que atraen sobre todo a población vulnerabilizada por las condiciones económicas y sociales de sus lugares de origen, generalmente campesinos.

La familia campesina complementa los ingresos de la agricultura de subsistencia con empleo temporal en la agricultura intensiva, ya sea durante periodos cortos e intermitentes, de mediano plazo, o bien, como trabajadores permanentes
que envían remesas a sus familias.

Otros aspectos no contemplados en la caracterización de esta población son las modalidades de contratación y remuneración: a destajo (por pieza), por temporada (de dos a nueve meses), por día (jornada de ocho horas) o por tarea (cantidad de surco, kilómetros, matas). Una última modalidad identificada es llamada “saliendo y pagando” que a diferencia del resto, donde el pago se realiza cada fin de semana, se entrega al finalizar la jornada laboral diaria sin registro alguno en nómina.

En muchas ocasiones, un trabajador agrícola transita por distintas categorías a lo largo de un mismo ciclo, o bien, pertenece a varias categorías simultáneamente en cultivos diferenciados asumiendo varias tareas en una sola jornada.

En México 5.5 millones de personas están ocupadas en actividades agrícolas, de las que una pequeña parte son reconocidas como población jornalera (ENIGH,2015)

 

Algunos elementos adicionales que también suman a la desigualdad de las condiciones laborales de las y los jornaleros agrícolas es la discriminación por su origen étnico (es decir, que pertenece a una comunidad indígena), por género y edad. Las mujeres se enfrentan a hostigamiento sexual y violaciones; las personas de origen indígena reciben tratos desiguales y, si viajan familias juntas, la constante movilidad afecta la oportunidad de mantener a los niños y niñas en el sistema educativo.

El 45% de los jornaleros tienen un rango de edad entre 15 a 29 años, lo cual contrasta con alrededor de 184 mil trabajadores agrícolas en edades de 12 a 14 años de los que un 21% son agricultores y 79% realizan actividades agrícolas de apoyo (ENIGH, 2014)

 

La intervención directa en la preparación del terreno, la siembra mantenimiento, crecimiento y desarrollo del cultivo, así como la selección y el corte de los productos, representa la base de la pirámide de una necesidad insustituible en el mundo: la alimentación. La población que conforma esta base está inserta en un contexto de marcada desigualdad económica, que fomenta la migración forzada. Con este trasfondo la abrumadora ausencia de prestaciones mínimas en materia laboral para jornaleros agrícolas constituye una demanda ineludible en la procuración de derechos.

El promedio de escolaridad de la población jornalera es de 5.9 años (primaria incompleta), en comparación con el promedio nacional que es de 9.1 años (secundaria terminada).

 

Fuentes:

LFT, Cap VIII - Trabajadores del Campo https://bit.ly/2R8NHnB

Diario Oficial de la Federación (DOF) https://bit.ly/1QtnGcT

INEGI "Encuestra Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares" 2014 y 2015 https://bit.ly/2PUwJoq